Mi vida (1): Mi época de estudiante y la desorientación absoluta

Mi vida (1): Mi época de estudiante y la desorientación absoluta

Se me ha ocurrido que contar mi vida en relación con las oposiciones pueda resultar útil e ilustrativo a muchos opositores y por eso voy a iniciar una serie recordando cómo fue mi azaroso camino hasta que obtuve la plaza. Espero no cansaros con esta serie. Si es así, basta con que me lo indiquéis por medio de vuestros comentarios y mensajes. Así mismo, también podéis comentar cómo fueron vuestras experiencias en las oposiciones.

Comenzaremos hoy con una entrada en la que analizaremos cómo fue mi paso por la Universidad Autónoma de Madrid y lo que esto supuso moralmente para mí.

Comenzaré diciendo que yo nunca fui un estudiante modélico ni en el instituto ni en la universidad. Aunque leía casi todas las obras que me mandaban, solo estudiaba cada una de las asignaturas de cara al examen. Pero tenía buena memoria y me expresaba bien, por lo que mi nota media siempre fue un notable. La cosa se complicó a partir de 1986 porque yo estaba en el núcleo de personas que organizó el Sindicato de Estudiantes y a partir de ese curso, mi militancia me exigió un tremendo sacrificio de tiempo, por lo que mis estudios se resintieron. Acabé siendo liberado de la organización y cree la estructura del Sindicato de Estudiantes en Valencia, por lo que tuve que dejar de ir a clase en Madrid dos años. Sin embargo, durante ese tiempo gané muchísima experiencia hablando en público, aprendí a organizar mi tiempo de forma muy exigente y además aprendí muchas cosas sobre la condición humana por mi condición de dirigente político.

En fin, que durante aquellos años ejercí más como dirigente estudiantil que como estudiante por lo que, desde el punto de vista psicológico, la universidad no fue para mí positiva porque al finalizar, la idea que yo tenía es que no estaba entre los mejores estudiantes y nunca pensé que podría acceder a una plaza de profesor pues estaba convencido de que había personas mucho más capacitadas que yo y que por ello me arrebatarían la plaza.

Hoy comprendo lo absurdo de aquellas ideas, pero entonces no me daba cuenta de la importancia que tiene en la vida saber dónde se quiere dirigir uno y afrontar los sacrificios que eso puede exigir. Yo, como veis, no tenía nada claro qué quería hacer. Salí de la universidad con una desorientación absoluta, sin tener la menor idea de lo que sería de mi vida.

Por eso hoy, pasados tantos años, comprendo a quienes no tienen muy claro lo que hacer, los que dudan al principio o en cualquier momento, porque yo mismo durante tres largos años fui uno de ellos. Fijaos que hasta estudié los dos años del grado superior de Informática de Gestión, pensando que mi futuro quizá estaría haciendo programas informáticos y hasta tuve una novia que me quería convencer de que me comprase una furgoneta y fuese repartidor. Afortunadamente, no hice nada de aquello… aunque esa historia será explicada en capítulos venideros.

Así que, pasados todos estos años, ahora ya desde la seguridad de mi plaza de funcionario y viendo qué fue de mis compañeros de promoción y de otros conocidos de mi misma edad puedo decir que conozco gente muy diferente. Algunas personas de las que conozco, pasados los cuarenta años, todavía no han sido capaces de obtener una seguridad en su vida. ¿Por qué? Porque nunca han llegado a apostar con fuerza y valor por un proyecto, sino que se han dejado arrastrar por donde la vida les ha querido llevar en cada momento. Pequeños proyectos de escaso fuste (trabajos mal pagados e inestables) se iban cruzando en su camino y ellos los iban aceptando, sin darse cuenta de que eso era un camino que no conducía más que al fracaso final, porque acababan siendo explotados en empresas en las que al principio se encontraban a gusto por la sensación de abandonar el paro, pero al cabo del tiempo se sentían hastiados o tenían problemas laborales que les hacían abandonar ese trabajo para ir a abrazar otro espejismo similar en una nueva empresa. Al cabo del tiempo, en la nueva empresa resurgían los mismos problemas y vuelta a empezar… Eran como Tarzán saltando de liana en liana… Y hoy, veinte años después de haber dejado la universidad y con más de cuarenta años, no han alcanzado todavía la estabilidad laboral.

Pero otras personas sí apostaron por proyectos fuertes. Eligieron una meta y fueron con decisión hacia ella, asumiendo los sacrificios personales que esto conllevase. De esos no todos llegaron, claro. Pero los que perseveraron alcanzaron su meta. Esto es lo que os puedo decir.

Así pues, algunas cosas que me ha enseñado la vida  son:

La primera: el que sabe dónde está su meta, tiene ventaja sobre los demás porque lleva la delantera.

La segunda: solo quienes tienen metas ambiciosas alcanzan la felicidad.

La tercera: no hay que rendirse nunca.

Espero que todos vosotros estéis en el grupo correcto. Mucho ánimo en vuestro empeño.

1 comentario
  • Hola, me ha gustado tu comentario sobre tu vida estudiantil, en algunas cosas me veo reflejada en ti y en otras digo qué idiota he sido con tanto ir al día y… ¿para qué me ha servido o sirve? En fin… Yo comencé mis estudios en 1999 con muchísima ilusión, tanta que cuando llegó septiembre y me tenía que examinar de casi todo el año, fue todo gracioso, bueno, por llamarle de algún modo, porque a mí no me hacía gracia, pero me quedaron 7 asignaturas y media, casi la mitad del curso, pero como bien dices, quien algo quiere algo le cuesta. Sin decírselo a mi entorno (para ellos me quedaron solo 3), me examiné de todas y aprobé 5 y media (no estuvo mal la cosa). Luego en diciembre me presenté a las 2 que seguian pendiente y por fin… nuevo curso y limpia en cuanto a materias pendientes. Como ya me di cuenta del gran cambio que era la universidad con respecto al instituto, me puse las pilas 100% y 2º y 3º me fue magnífico: no con matrículas, pero si aprobando y con algun que otro notable. Pero en 4º y último curso mi gran profesor de Gramática me hizo la jugarreta y me dejó su asignatura para todo un año entero, sí, suena fuerte pero así fue, me presenté en junio, SUSPENSA, me presenté en septiembre, SUSPENSA y tuve que volver a matricularme y por su culpa no pude obtener mi CAP porque luego en diciembre nuevamente SUSPENSA y por fin… en febrero me APROBÓ, increíble pero cierto. ¿¿Consecuencias de todo esto??? PUes que tuve que hacer lo nunca visto en ningún sitio, repetir el CAP, perder un año tontamente, perder un año de oposisiciones donde gran parte de mis compañeros terminaron con su plaza y esperar, esperar otro año más para hacer el CAP, otro más para acceder a las magníficas y deseosas oposiciones y tras tres convocatorias dos suspensas con 4. 75 y 4.99 entre medias de ellas aprobé una con 5.79 y me llamaron de un privado para cubrir una baja de casi 4 meses. Qué pasa ahora, pues que este año nos quitan las opos y sigo como o peor que cuando empecé a estudiar, y desesperada ante mis ganas de ser docente formal y vocacional, y la situación tan lamentable que se cuece en este país.

    Bueno, compañer@s, simplemente quería contaos mi vida estudiantil en la universidad para que me conozcáis un poquito y así entre todos sacar esas anécdotas que nos hirieron bastante mientras emprendíamos nuestra carrera profesional y vocacional.