Las oposiciones son una guerra de desgaste que vamos a ganar

Las oposiciones son una guerra de desgaste que vamos a ganar

Las oposiciones son una guerra invisible. Un ejército que se prepara para una guerra futurible y segura, pero que no sabe con certeza cuándo estallará ni cómo será exactamente. Tampoco somos capaces de imaginarnos quienes son nuestros enemigos. Eso hace que nuestra mente se atemorice y cuando eso ocurre, ya lo sabemos, nos vence el agobio y la angustia y tendemos a dar prioridad a nuestras sensaciones negativas sobre nuestra racionalidad. Entramos en estado de pánico y perdemos el control de la situación. Es entonces cuando creemos que las plazas son muy pocas, tan pocas que no tenemos apenas posibilidad de obtener la nuestra, que todo es misión imposible o peor aún, suicida. En ese caso, ¿para qué estudiar? Y es entonces cuando se cierra el círculo vicioso. Si no estudiamos, nuestras posibilidades decrecen, pensamos de forma correcta. Y acudimos a la racionalidad tarde, cuando el pánico ya nos ha vencido. Estamos fuera de juego. Iremos a la convocatoria cuando surja, porque ¿qué otra cosa podemos hacer? Pero iremos vencidos de antemano, a hacer bulto. En realidad, lo hemos dejado y buscamos nuestros objetivos fuera de las oposiciones.

Así que lo mejor es antes de atemorizarse, atender a los elementos racionales que hay en todo esto que, lógicamente, son más que los emocionales. Una oposición de forma simplificada es un número de plazas limitado y un número de aspirantes a las mismas. Según sea la proporción entre unas y otras, así será de difícil obtener plaza. En realidad es así de simple.

En los últimos años ha habido muchas plazas y eso ha hecho que las oposiciones fueran fáciles (para los interinos, claro) pues la proporción llegó a ser de 1 plaza para cada 3 opositores. Un chollo si eras interino y tenías puntos… De todas formas, quedaban en Lengua plazas para los libres a costa de que hicieran muy bien un ejercicio oral que se preparaba durante todo un año y llevaran bien sabidos unos cuantos temas. Con eso y algo de suerte, la gente se ha sacado la plaza. Pero eso se ha terminado. Grabaos esta idea en la cabeza. Eso se ha terminado. Y quien siga con el cerebro puesto en esta idea, no obtendrá la plaza.

Ahora las cosas serán distintas. Habrá menos plazas y habrá que saberse muchos temas, pues tendremos que sabernos los temas que caigan en las bolas de los temas más el temario implícito que suponen los textos que caigan en el comentario, pues es imposible hacer un buen comentario literario sin saberse el tema del texto; es decir, es imposible hacer un buen comentario de un poema de Pedro Salinas sin haber estudiado a Pedro Salinas o al menos al 27 en general. Entrará la suerte, claro, pero influirá mucho menos que antes. Habrá que saberse al menos unos 50-60 temas para ir con una cierta base. Eso no quiere que habrá que saberse los 60 al dedillo, sino que habrá que sabérselos más o menos bien, de forma que podamos comentar un texto y responder a la bola si cae. De hecho, yo mismo ando devanándome los sesos para facilitar a los opositores un modelo que permita un estudio express de los temas. Y es que el objetivo ya no será sacar un 10 sino pasar a la siguiente fase. Luego la clave es entonces: ¿soy capaz de aprenderme 60 temas? ¿En cuánto tiempo?

Y ahora otra pregunta. Ya sabemos más o menos cómo será el escenario de combate (afortunadamente, igual para todos esta vez). Ahora quedan los competidores, los enemigos potenciales. ¿Quiénes y cómo son?

Pues en mi experiencia (yo ya pasé por una oposición así) no son los que podríais suponer. Como ya he dicho, esto se trata de estudiar durante dos años sin pausa para llevar sesenta temas. ¿Dos años? ¿Cuántas personas aguantarán ese tremendo desgaste? Así que no debéis ver vuestros enemigos entre los supermáquinas de la universidad. No. A las oposiciones se presentan personas normales –como tú y como yo-. Los supermáquinas se quedan en la universidad. Piensa en quienes te rodeaban en tu clase de facultad. Esas son las personas que compiten contigo. La rubia de las gafitas, el chico aquel bajito o aquel otro calvo. Personas como tú y como yo. Y de entre ellas, no pienses en quien sacaba mejores notas porque muchas veces, en la universidad eso viene condicionado por factores extraacadémicos. Además, la universidad es una lucha examen a examen, tema a tema, donde lo  que prima es la especialización. Aquí no, aquí vence el que tiene más conocimientos generales; el que sabe un poquito de todo. No tiene nada que ver. Esto es una carrera de fondo con un examen a dos años vista. ¿Quiénes aguantan eso? Estudiar sin fecha fija de examen, navegar como un barco en la oscuridad absoluta, en una niebla total que impide ver dos metros, dos semanas más allá… Para eso no vale cualquiera que no tenga fe. Piensa otra vez en tus compañeros, pero recuerda a las personas que eran más sacrificadas, más regulares y perseverantes. Piensa en las incombustibles. Porque entre ellas has de buscar a tus competidoras.  Y te digo también la clave para vencerlas: ser más tenaz y perseverante que ellas. No hay otro camino. Lo bueno es que ese camino está abierto a todo el mundo. Y lo mejor es que ese camino de sabiduría y sacrificio te va a hacer, sin duda, mejor persona, por lo que tienes al final un premio asegurado. Seguro que hay algo más en ti de lo que has dado hasta ahora. Sólo tienes que buscarlo con fe.