La parálisis andaluza y la triste situación de los opositores en España

La parálisis andaluza y la triste situación de los opositores en España

 

Hoy hacemos una breve entrada que es una denuncia por la triste situación en la que sobreviven miles de opositores de educación (ya no decimos solo de Lengua) en España. Y creo que esto es importante que esto lo haga alguien, porque desgraciadamente no hay ninguna organización sindical que haya defendido sus intereses de forma seria en los últimos treinta años.

Los sindicatos dicen defenderlos, pero no es verdad. No defienden los intereses de los opositores sino en algunas ocasiones los de algunos interinos, lo que es parecido en algunos casos, pero no es lo mismo. No es lo mismo.

Y así, el marco legal español está absolutamente fragmentado. Desde las cesiones de las competencias en Educación a las comunidades autónomas en 1994 y la destrucción del llamado territorio MEC lo cierto es que cada comunidad tiene su propia normativa. Esto, como bien saben los opositores que ahora se tienen que presentar (como hice yo en mi tiempo) en varias comunidades, supone saberse 17 marcos legales para la programación y otros tantos tipos de exámenes. Convendremos todos en que lo que beneficiaría al opositor es un marco único.

El modelo de acceso es muy ambiguo y cada comunidad hace las bases de forma muy diferente y las cambia de convocatoria en convocatoria de forma que se llega a  tres meses de las oposiciones y el opositor no sabe ni cómo va a ser el examen práctico ni cómo hay que entregar la programación. ¿Así es cómo se puede elegir luego al mejor candidato si ni siquiera se le da tiempo a preparar la prueba a conciencia? ¿Cómo es que en cuarenta años los sindicatos no hayan defendido esto como su principal reivindicación? ¿Acaso la selección del profesorado no es la principal forma de mejorar y garantizar la calidad educativa?

Desgraciadamente, la educación en España se ha convertido durante el período democrático en el mayor foco de debate partidista. No hay materia que desuna y enfrente más a los partidos que la educación. Ni la sanidad, ni el aborto, ni la la llamada violencia de género, ni el terrorismo, ni el déficit público, ni la justicia. En todo se ha llegado a pactos entre los grandes partidos en treinta años menos en educación. Han tocado más las leyes de educación que la ley del aborto. Curioso. Y ningún sindicato ha hecho otra cosa que echar leña al fuego. Esto tiene unas causas que ahora no vamos a tratar, pero tiene unas consecuencias que sufrimos año a año y que por tanto, sufren los alumnos.

Esto es paradigmático sobre todo en Andalucía, donde a cuatro meses de las oposiciones, no se sabe todavía cuál va a ser el modelo legal sobre las programaciones porque la Consejería no ha aprobado el decreto de desarrollo de la LOMCE. ¿Y por qué no lo ha aprobado si ha de implantarlo según dice la ley en setiembre de este año? Pues porque está esperando a ver si el Gobierno de España cambia de color y derogan la ley. Esto es  posible, claro, por la situación que hemos denunciado antes: es decir, si hubiera un pacto de estado y las leyes de educación duraran no ya treinta años, sino al menos diez, esta situación sería impensable. Sin embargo, como las leyes cambian cuando cambia el color del Gobierno aunque sea levemente (pues el PP no ha hecho otra cosa en veinte años más que aceptar las leyes socialistas maquillándolas) lo cierto es que tocan los currrículos levemente, tocan la terminología levemente y levemente, levemente, todos los opositores se encuentran con que a tres meses de las oposiciones no saben qué hacer.

Esto es España, amigos. Espero de todo corazón que de esta confusa situación política y de la debilidad actual de todos los partidos, salga un Gobierno capaz de llegar de una vez por todas a un gran pacto educativo (y eso quiere decir que PP y PSOE deben firmarlo pues si no, no será un gran pacto) que consiga varias cosas:

Un currículo estable que dure al menos diez años.

La unificación del marco legal para todos los opositores de España.

Un nuevo sistema de acceso que garantice la objetividad y la preparación efectiva de los candidatos suprimiendo el factor suerte.

Mientras tanto, hay que apretar los dientes y seguir estudiando. No queda otra, así que cuanto más animados lo hagamos, mejor. La oposición pone a prueba cada día nuestra capacidad de sacrificio y nuestra fe. Hay que resistir todo, sí. Porque resistir es vencer.