¡Ponte a prueba! 20/2018 Oposiciones de Lengua castellana y literatura

¡Ponte a prueba! 20/2018 Oposiciones de Lengua castellana y literatura

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Como cada viernes lanzamos en www.opolengua.com una nueva entrega del Ponte a prueba, el acertijo que tiene como finalidad servir como test o prueba para que los opositores puedan contrastar sus conocimientos de cara a la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua castellana y litreatura.

En esta ocasión traemos un texto muy famoso, que ha aparecido realmente en varias convocatorias de oposiciones y que supuso en su momento un importante éxito editorial. De hecho, es una obra que, juntamente con otras, fue capaz de conformar un nuevo subgénero literario que, hoy día, sigue vigente.

A buen entendedor, pocas pistas hacen falta. Ya sabemos que es importante identificar la obra y situar en ella el fragmento, pero que a falta de esto, puede bastar para hacer un grandísimo comentario la identificación del género, el movimiento y la época del texto.

Como sabéis, las respuestas deben hacerse aquí, en nuestra página de Facebook y la solución la daremos el lunes.

¡Feliz fin de semana!

—¿De verdad le conoció? —preguntó el coronel Eymar, sacudiendo su somnolencia e iniciando un gesto de aproximación al acusado, algo parecido al interés de un entomólogo que se fija en algo diminuto que se mueve.

—Sí.
—¡Sí, mi coronel! —tronó atiplado su coronel. —Sí, mi coronel.

Juan Senra llevaba en pie desde el alba, vestido con un mono azul y un jersey raído que dejaba entrar el frío y manar el miedo. Su extremada delgadez, la nuez que saltaba asustada cada vez que tragaba saliva y un abatimiento que enarcaba sus espaldas hasta hacer de él algo convexo, le habían convertido en una cicatriz de hombre incapaz ya de fijar la mirada sin sentir náuseas.

—¿Dónde?

—En la cárcel de Porlier.

El coronel Eymar era diminuto. Sus manos asomaban por las bocamangas lo justo para tener siempre un cigarrillo encendido en la punta de sus dedos índice y anular que terminaban en unas uñas color ambarino sucio, como soasadas por el calor del tabaco. Un pescuezo enjuto de ave de mal agüero sobresalía por el alzacuellos que coronaba su guerrera demasiado grande, demasiado raída para pertenecer a un guerrero. Sin embargo, como contraste viril a tanta decrepitud, un bigote fino y horizontal, perfectamente paralelo al suelo le dotaba si no de fiereza, de cierta incapacidad para la sonrisa. Además, medallas, una panoplia de medallas que más acorazaban su pecho que lo honraban.

—En la cárcel de Porlier, ¡mi coronel! —ordenó tajante.

—En la cárcel de Porlier, mi coronel.