¿Cambian las oposiciones por la crisis de la lengua española?

¿Cambian las oposiciones por la crisis de la lengua española?

Hoy en el blog hablamos de política. Ojalá no tuviéramos que hacerlo, pero la realidad es que las oposiciones en España dependen del marco legal que los partidos políticos crean y en los últimos meses se están produciendo bastantes agresiones al español que inciden e incidirán directamente en las oposiciones. Ya ha pasado demasiado tiempo sin que desde Opohispania manifestásemos nuestra opinión sobre el particular. Somos conscientes de que estas opiniones, siempre argumentadas desde el respeto y de acuerdo a planteamientos irreprochablemente democráticos, pueden suponernos la desafección de una parte de nuestros seguidores, pero mucho peor sería callar ante la agresión que la mayor parte de los opositores en España sufren por el único delito de no hablar más lengua que la que es común a todos, da sentido a nuestra nación y vertebra una comunidad interracial de quinientos millones de personas en varios continentes: el español. Somos afortunados por poder aprender en una lengua que es vehículo de unión entre tantas personas y, sin embargo, vemos a diario ataques a este indiscutible tesoro.

 

¿Por qué se impone la discriminación lingüística en las convocatorias de oposiciones en España?

 

Desde la muerte de Franco (y ya ha llovido, pues va para medio siglo) en España se produjo un discurso negativo hacia todo lo español. Nada que se identificara con España era bueno. Los Reyes Católicos, el Descubrimiento de América, la Reconquista, el Siglo de Oro no eran (no son) sino acontecimientos vergonzosos de los que es mejor abjurar. Por el contrario, todo lo relativo a las regiones y a los pueblos adquiría (adquiere) un aura de modernidad y bondad que nadie pone en tela de juicio, aunque en el fondo no sean sino elementos más propios del feudalismo medieval que de un Estado moderno y avanzado.

 

Desgraciadamente, nuestra propia lengua, el español, de forma lógica se identificó (se identifica) con la unidad y la conciencia nacional, por lo que indefectiblemente hay fuerzas en España que consideran, en buena lógica, que su debilitamiento supone (y es que lo supone, de hecho) el debilitamiento de la propia nación. No quepa la menor duda de que quienes instigaron e instigan estos procesos buscan, en el fondo (y muchas veces abiertamente) la destrucción de España.

 

Y así, se da la circunstancia de que cuando determinados partidos políticos han accedido/acceden al poder, lo primero que hacen es legislar en contra de la lengua común obligando a los funcionarios, a las empresas que contratan con la administración autonómica (cuya legitimidad surge de la existencia de España) y hasta a los supermercados a emplear de manera preferente la supuesta lengua autóctona (que en ninguna región española es mayoritaria) obligando de esta manera a que la mayoría (no solo de los españoles, sino de los propios residentes en esa comunidad) tengan que hablar o escribir en público esa lengua en detrimento del español. Una situación evidentísima de diglosia, que se estudia en el tema 8 de nuestro temario de oposiciones.

 

Las consecuencias de la discriminación lingüística en el sistema educativo.

 

Las consecuencias de esta nefasta política son muchas y todas se encaminan a la destrucción del español y de España; pero circunscritas al sistema educativo, podríamos resumirlas así.

En primer lugar, el dramático hecho de que los niños no puedan estudiar en su lengua materna (el español) en las comunidades en las que hay inmersión, aun a sabiendas de que todos los estudios (y la propia lógica) nos indica que esta es la forma más eficaz de aprehender la realidad. Es más grave en cuanto que se obliga a los niños de hispanohablantes a hablar en otras lenguas que merecen el mayor respeto, pero que no tienen la proyección internacional que tiene el español.

En segundo lugar, el éxodo de docentes de esas comunidades autónomas. Son decenas de miles los profesores que en los últimos cuarenta años han abandonado estas regiones de España para instalarse en otras fuera del poder separatista.

Y en tercer lugar, y el más importante para lo que nos ocupa en este blog, la discriminación que se establece contra los opositores de otras zonas de España, que les impide presentarse allí a las oposiciones, convirtiéndoles en españoles de segunda en su propia nación.

 

Esta situación es tan perjudicial para la mayor parte de la población, es un resto tan feudal y tan ilógico que no tiene parangón en ningún país de la Unión Europea. Ni en Francia, ni en Alemania, las grandes naciones europeas, sería admisible un planteamiento de este tipo. Es triste que en España no solo sea un hecho cotidiano, sino que además pueda pasar por algo progresista.

 

El caso navarro

 

En Navarra, hasta la llegada al poder de la coalición entre Podemos, Izquierda Unida, Geroa Bai y Bildu había dos zonas lingüísticas. La de dominio vascuence estaba en la zona norte, limítrofe con Guipúzcoa y abarcaba aproximadamente el 10% de los centros de estudio. Se calcula que el 13% de la población entiende el vascuence y el 6% lo habla habitualmente. El nuevo Gobierno separatista pretende que se pueda “vivir en euskera” en toda la comunidad y para ello se diseñan diferentes medidas para “animar” a empresas y personas a emplear el vascuence en detrimento del español.Con respecto a las oposiciones, en los años anteriores había plazas en vascuence, pero proporcionales a la realidad lingüística de la comunidad. Sin embargo, en la convocatoria de este año, se han aumentado considerablemente las plazas de vascuence y los exámenes de euskera y español no coinciden (como antes), con la finalidad de que los euskaldunes puedan presentarse a todas las plazas. Si suspenden o no obtienen la plaza en vascuence, pueden optar a la que se ofrece en lengua española. Obviamente, el objetivo es euskaldunizar la escuela navarra para luego utilizarla como se ha hecho en otras regiones españolas como un ariete para destruir la unidad de la nación.

 

El caso valenciano

 

En Valencia también se produce un vuelco en la situación lingüística con la llegada de la alianza entre Compromís (fuerza amiga de Podemos) y el PSOE al poder y el descabalgamiento del PP. En las oposiciones de primaria de este año, se exige que las personas que no han estudiado en universidades valencianas acrediten un nivel de C1 en valenciano. Realizarán para ello dos pruebas diferentes y eliminatorias, una el 19 de mayo y otra el 5 de junio. El objetivo parece claro: complicar a aquellas personas que no vivan en la Comunidad Valenciana la posibilidad de presentarse a las pruebas y,d por tanto, evitar que puedan optar a las plazas.

 

El caso asturiano

 

En Asturias hemos visto en las últimas fechas que ha surgido un movimiento que pretende que el bable adquiera el estatus de lengua y sea como reconocido como tal por el Estatuto de Asturias, abriendo la puerta a todo un mundo nuevo para las oposiciones y muy poco halagüeño para todos los opositores que no lo hablen o no quieran admitir que se postergue la lengua común de España por esta razón. Es, por el contrario, un escenario absolutamente ventajoso para quienes hasta ahora se han dedicado a su estudio, pues su promoción a bien pagados cargos políticos es segura y los fondos públicos de los que dispondrán permitirán el crecimiento exponencial de las editoriales que editen los nuevos libros y tengan la fortuna de contratar con la administración para llenar las bibliotecas de libros en espera de nuevos lectores. No hay que decir más en un país como España para comprender que se abre la puerta a un negocio muy rentable. Esa, de hecho, es la situación de gran parte del libro en catalán, que es comprado en más de un 50% por el erario público.

 

 

¿Y por qué los propios españoles hispanohablantes de esas comunidades aceptan y/o desean esto?

 

Aquí volvemos al punto de partida del artículo. Debo hacer aquí un homenaje a mi profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, José Ramón Lodares (1959-2005) que, tras militar en la izquierda (como yo mismo), dedicó desde esas posiciones políticas un profundo libro a tratar esta cuestión y que a mí personalmente me abrió los ojos: El paraíso políglota. Recomiendo su lectura vivamente, porque de seguro acabará con mitos y complejos relacionados con nuestra mejor arma comunicativa: el español. En él también se admira de que la población de muchas regiones españolas, cuyos antepasados en un milenio jamás hablaron más idioma que el español, quieran ahora que sus hijos acaben hablando una lengua que les es históricamente ajena y que además tiene menor potencia comunicativa que la suya propia.

 

Y la razón, en mi opinión, es la crisis de identidad de los españoles. La población de estas zonas ha escuchado un relato falso que muchos historiadores (algunos por razones ideológicas y otros por razones puramente económicas o una mezcla de ambas) han urdido. Según este relato, España es una nación falsa, creada por intereses dinásticos, que solo se ha mantenido unida por la fuerza. Según este relato, el español es una lengua impuesta por los castellanos al resto de los españoles. Solo acabando con este relato negativo y ofreciendo un relato positivo es posible/será posible invertir la situación.

 

Y es que nada de esto es cierto, pero aquí nos centraremos en la historia de nuestra lengua. Tanto el libro de Lodares como el de López García (El rumor de los desarraigados) incidían en el hecho de que el castellano pasó a ser español al darse en él un proceso de empleo voluntario por parte de la población tan natural como el que hoy genera el inglés. Hoy a nadie le ponen una pistola en la cabeza para que hable inglés, sino que es una decisión voluntaria de cada uno porque cree que sus posibilidades comunicativas al viajar y al trabajar serán mejores. Eso mismo ocurrió y ocurre con el español. El español surgió porque al crecer las relaciones humanas y comerciales en la España medieval fue necesaria la creación de una lengua de koiné. Esa lengua partió del dialecto castellano, pero tras la crisis de las sibilantes entre el siglo XIV y XVI cambió su sistema fonológico para que todos la hablasen y entendiesen. Es el mismo proceso que vemos hoy cuando escuchamos a muchas personas que no son hablantes maternos de inglés y les entendemos mejor que a los propios ingleses. ¿Por qué? Pues porque no emplean el sistema fonológico del inglés nativo. Eso mismo ocurrió con el castellano, que se desnaturalizó como dialecto para convertirse en el español que hoy conocemos. Esta, y no otra, es la razón por la que se hablaba en la Edad Media y esta (y no otra) es la razón de que el español siga y seguirá vivo a pesar de las agresiones que sufre: es la lengua natural de España y la gente lo sigue usando por pura necesidad, aunque sus amores declarados vayan a favor de otras lenguas.

 

Es nuestra función como españoles y como profesores de Lengua difundir esta verdad entre nuestros alumnos y no consentir, con el voto (que es el arma adecuada en una sociedad democrática) que quienes agreden nuestra lengua puedan gobernar en ningún sitio.