¡Ponte a prueba! 30/2018 (Solución) Oposiciones de Lengua y literatura

¡Ponte a prueba! 30/2018 (Solución) Oposiciones de Lengua y literatura

Este fin de semana nuestro concurso ha tenido una gran cantidad de participantes que han acertado la obra de la que se trataba. Efectivamente se trataba de una obra muy conocida y que apareció en la convocatoria de oposiciones de Lengua y literatura de 2006 en Galicia.

Elegimos este fragmento por dos razones, la primera porque es una obra que por su relevancia puede volver a aparecer en cualquier convocatoria y la segunda porque su autor ha saltado al primer plano de la actualidad esta semana por la polémica surgida entre historiadores a cuenta de su famoso incidente con Millán Astray en 1936 como podemos ver en este enlace y en este otro.

Efectivamente se trataba de Niebla (1907) de don Miguel de Unamuno (1864-1936), famosa nivola del escritor donostiarra en la que, como sabemos, desarrolla una reflexión sobre el concepto de Dios y su relación con el ser humano a través del personaje de Augusto Pérez.

En esta ocasión han sido muchos los acertantes en nuestra página de Facebook. Así que damos la enhorabuena a Daniel Espejo, Fátima Lastra, Rubén BP, Juan de Paterna y María Cuenca Sánchez.

Por lo demás, esta semana ya estamos a un mes de las oposiciones por lo que hay que ir ultimando diferentes detalles de la programación si es que no la hemos terminado y debemos además rematar los últimos temas a estudio para, siguiendo nuestro método, volcarnos luego en los repasos.

Y finalizamos recordando el texto del fin de semana pasado. Saludos y ánimo.

Abrió el paraguas por fin y se quedó un momento suspenso y pensando: «y ahora, ¿hacia dónde voy?, ¿tiro a la derecha o a la izquierda?» Porque Augusto no era un caminante, sino un paseante de la vida. «Esperaré a que pase un perro ––se dijo–– y tomaré la dirección inicial que él tome.» 
 
En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. 
 
Y así una calle y otra y otra. 
 
«Pero aquel chiquillo ––iba diciéndose Augusto, que más bien que pensaba hablaba consigo mismo––, ¿qué hará allí, tirado de bruces en el suelo? ¡Contemplar a alguna hormiga, de seguro! ¡La hormiga, ¡bah!, uno de los animales más hipócritas! Apenas hace sino pasearse y hacernos creer que trabaja. Es como ese gandul que va ahí, a paso de carga, codeando a todos aquellos con quienes se cruza, y no me cabe duda de que no tiene nada que hacer. ¡Qué ha de tener que hacer, hombre, qué ha de tener que hacer! Es un vago, un vago como… ¡No, yo no soy un vago! Mi imaginación no descansa. Los vagos son ellos, los que dicen que trabajan y no hacen sino aturdirse y ahogar el pensamiento. Porque, vamos a ver, ese mamarracho de chocolatero que se pone ahí, detrás de esa vidriera, a darle al rollo majadero, para que le veamos, ese exhibicionista del trabajo, ¿qué es sino un vago? Y a nosotros ¿qué nos importa que trabaje o no? ¡El trabajo! ¡El trabajo! ¡Hipocresía! Para trabajo el de ese pobre paralítico que va ahí medio arrastrándose… Pero ¿y qué sé yo? ¡Perdone, hermano! ––esto se lo dijo en voz alta––. ¿Hermano? ¿Hermano en qué? ¡En parálisis! Dicen que todos somos hijos de Adán. Y este, Joaquinito, ¿es también hijo de Adán? ¡Adiós, Joaquín! ¡Vaya, ya tenemos el inevitable automóvil, ruido y polvo! ¿Y qué se adelanta con suprimir así distancias? La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega. Viajar… viajar… Qué chisme más molesto es el paraguas… Calla, ¿qué es esto?»