Ponte a prueba! 35/2018 Oposiciones de Lengua Castellana y literatura

Ponte a prueba! 35/2018 Oposiciones de Lengua Castellana y literatura

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Finalizamos hoy por este curso nuestro “¡Ponte a prueba!” en su tercera temporada. Son ya tres años los que llevamos ofreciendo cada semana durante el curso de estudio un pasatiempo y una prueba de reconocimiento lectora a todos los opositores de España, en la esperanza de brindar un servicio amable y sencillo que sea una ayuda para afrontar la difícil prueba del comentario en las oposiciones de Lengua.

Y hoy queremos despedirnos con una edición especial por varios motivos. El primero, porque el texto está extraído de la obra más importante que las letras españolas han brindado al mundo.  Tenemos muchas razones para sentirnos orgullosos de nuestra historia común como españoles y una de ellas es saber que de nuestros valores y nuestro glorioso pasado surgió un hombre que se enorgullecía más de haber combatido en la batalla de Lepanto (“en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados ni verán los venideros” dijo de esa jornada) que de haber escrito la obra más importante de la historia de la literatura, lo que nos permite ver su talla humana y su humildad, al poner el servicio a la nación unido a tantos soldados por encima de su imperecedera gloria personal.

Lo segundo, porque este texto apareció realmente en las oposiciones de Extremadura en 2015, por lo que puede ser un buen reto para saber hasta qué punto dominamos la obra pues se trata de situar el fragmento en la misma. Es casi imposible acertar el capítulo, pero deberíamos acertar la parte y la situación funcional del episodio para poder comentarla mejor y comprender en toda su intensidad la poderosa actitud crítica que este episodio fundamental supone contra la sociedad que a Cervantes le tocó vivir. Esa, de hecho, sería la clave para mí del comentario literario de este fragmento.

Ya sabéis que se puede participar en el acertijo a través de nuestra página de Facebook y que las soluciones se darán (también en nuestra página) el lunes.

Y nada más por hoy: os deseo a todos un feliz fin de semana para repasar los temas, tal y como recomienda nuestro método y afrontar la última semana de estudio en la que nos jugamos una parte importante de nuestro éxito. Deseo de todo corazón que las angustias que estamos pasando estos días sean horas de felicidad el lunes 24.

A ti digo ¡oh varón, como se debe
por jamás alabado!, a ti, valiente
juntamente y discreto don Quijote,
de la Mancha esplendor, de España estrella,
que para recobrar su estado primo
la sin par Dulcinea del Toboso,
es menester que Sancho, tu escudero,
se dé tres mil azotes y trecientos
en ambas sus valientes posaderas,
al aire descubiertas, y de modo
que le escuezan, le amarguen y le enfaden.
Y en esto se resuelven todos cuantos
de su desgracia han sido los autores,
y a esto es mi venida, mis señores.
 
-¡Voto a tal! -dijo a esta sazón Sancho-. No digo yo tres mil azotes, pero así me daré yo tres como tres puñaladas. ¡Válate el diablo por modo de desencantar! ¡Yo no sé qué tienen que ver mis posas con los encantos! ¡Par Dios que si el señor Merlín no ha hallado otra manera como desencantar a la señora Dulcinea del Toboso, encantada se podrá ir a la sepultura!
 
-Tomaros he yo -dijo don Quijote-, don villano, harto de ajos, y amarraros he a un árbol, desnudo como vuestra madre os parió; y no digo yo tres mil y trecientos, sino seis mil y seiscientos azotes os daré, tan bien pegados que no se os caigan a tres mil y trecientos tirones. Y no me repliquéis palabra, que os arrancaré el alma.
 
Oyendo lo cual Merlín, dijo:
 
-No ha de ser así, porque los azotes que ha de recebir el buen Sancho han de ser por su voluntad, y no por fuerza, y en el tiempo que él quisiere; que no se le pone término señalado; pero permítesele que si él quisiere redemir su vejación por la mitad de este vapulamiento, puede dejar que se los dé ajena mano, aunque sea algo pesada.
 
-Ni ajena, ni propia, ni pesada, ni por pesar -replicó Sancho-: a mí no me ha de tocar alguna mano. ¿Parí yo, por ventura, a la señora Dulcinea del Toboso, para que paguen mis posas lo que pecaron sus ojos? El señor mi amo sí, que es parte suya, pues la llama a cada paso mi vida, mi alma, sustento y arrimo suyo, se puede y debe azotar por ella y hacer todas las diligencias necesarias para su desencanto; pero, ¿azotarme yo…? ¡Abernuncio!