Magda Herrera Canino. Un ejemplar camino a la plaza en tan solo un año.

Magda Herrera Canino. Un ejemplar camino a la plaza en tan solo un año.

Ahora que echo la vista atrás, a mis años de colegio, entiendo que esta era la salida más natural para mí: ser profesora de Lengua y Literatura. Siempre fue mi asignatura favorita y mi pasión por aprender se traduce también en pasión por enseñar a otros. Sin embargo, no lo tenía tan claro en aquella época.

Después de estudiar Traducción e Interpretación y el Máster de Formación del Profesorado por lenguas extranjeras, tuve la oportunidad de probar la traducción y la docencia. No había duda: me gustaba traducir, pero más aún enseñar. Recibí con alegría mi contrato en un colegio concertado, y con sorpresa la noticia de que no solo iba a dar Inglés, sino también Lengua. Y me enamoré de nuevo de la asignatura, ahora como profesora. Por eso, me animé a empezar a estudiar la carrera a distancia, a mi ritmo, disfrutándola.

Decidí preparar las oposiciones hace un año, en verano de 2017. En esa época, vivía en Inglaterra dando clases de español en un instituto inglés, así que sabía que necesitaba un preparador que idóneamente trabajara online. No quería academias ni comprar temarios de dudosa calidad, así que buscaba un preparador, una persona de carne y hueso. Además, quería uno muy bueno: yo estaba decidida a sacrificar mi tiempo y estudiar a fondo, pero necesitaba la certeza (o al menos la intuición) de estar haciéndolo de la forma adecuada, con un muy buen temario, con un buen guía.

Encontré la página de Eduardo de casualidad. Navegué por ella, investigué lo que pude. Simplemente, me convenció, me dio confianza.

A mediados de septiembre, empecé a prepararme con él.

Al principio, las supuestas veinte horas semanales que se consideran el mínimo que se debe dedicar a las oposiciones me parecían excesivas. Y para colmo, ¡había que dejar un día libre a la semana! Qué va, no iba a poder sacar ese tiempo (la docencia en Inglaterra es muy dura), así que me comprometí solo a quince. Pero la realidad es que sí estudiaba cerca de veinte casi todas las semanas. Hasta Navidad.

El hecho de tener un método muy claro, saber cómo abordar el estudio, para mí fue lo esencial. Si eres una persona metódica y persistente, los resultados son increíbles. De hecho, tardé en darme cuenta de una cosa: nadie se estaba estudiando los temas de la forma que planteaba Eduardo; nadie llevaba los temas como los llevaba yo.

En enero mi marido y yo regresamos a España, hubo mudanza de por medio, jaleo, nuevos trabajos, nuevos ritmos. Y las horas de estudio seguían aumentando. Ya 15 no eran suficientes, ni 20, ahora intentaba 25, 30. Ya no estudiaba dos horas al volver de casa del trabajo, como al principio, sino cuatro, cinco. Aumentaba la cantidad de temas estudiados y, con ella, el tiempo dedicado a los repasos. Por eso, para seguir el ritmo de estudio había que ampliar las horas.

A partir de Semana Santa, rascaba todo el tiempo que podía: iba caminando al trabajo con los apuntes en la mano, para poder aprovechar esos 40 minutos, salía del trabajo con los apuntes en la mano, me los llevaba a la consulta médica, a la oficina de empleo…

En casa, medio en broma medio en serio, cada vez que había algo que hacer, contestaba a mi marido con un «el fin de semana» para los planes pequeños y «en verano» para los largos.

Hubo momentos duros, como cuando salió la noticia de que al final iban a convocar alrededor de un tercio de las plazas de las que inicialmente habían dicho, que cambiaban los baremos y aumentaba el peso de la experiencia en la pública (que yo no tenía) y bajaba drásticamente el de la privada y la concertada.

Sin embargo, sabía que no podía ni debía pensar mucho en ello. Leía las noticias lo justo y necesario, para estar informada, pero les daba las menos vueltas posibles y seguía adelante. ¿Que hay menos plazas? No importa, tú sigue estudiando. ¿Que voy a tener menos méritos de los que creía? No importa, sigue estudiando.

En las últimas semanas, me vino esta imagen a la cabeza: me siento como si estuviera tirando de una carreta, una grande y muy pesada, con la que normalmente yo no podría, pero algo me está dando fuerzas extra y sé que no puedo parar porque como pare, ya no sigo.

Al fin llegó el día del examen y me levanté con muchas ganas de demostrar que estaba preparada, que yo podía con eso y con lo que me echaran, que solo necesitaba que me tocara bola. Y todo fue sobre ruedas, tanto la primera prueba como la encerrona, con unas notas que jamás había ni soñado sacar. Todo el esfuerzo mereció la pena.

Mi experiencia es la siguiente: si quieres ir a por ello, busca a un preparador muy bueno, como Eduardo, y empléate a fondo. Tomátelo muy en serio. Habrá recompensa.