¡Ponte a prueba! 14/2019 Oposiciones de Lengua castellana y literatura

¡Ponte a prueba! 14/2019 Oposiciones de Lengua castellana y literatura

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Hoy hacemos el último “¡Ponte a prueba del año!”. Comienza nuestro periodo vacacional navideño y, por ello, la solución se dará el lunes 13 de enero del que ya será un nuevo año, 2019. Ya sabéis que este es un sencillo acertijo que hacemos para servir de prueba en la preparación del ejercicio de comentario de texto de las oposiciones de Lengua castellana y literatura.

Y en esta ocasión, traemos un texto perteneciente a una novela importante que a mí me encantó. No quiero dar hoy más pistas pues creo que es un texto suficientemente conocido. Ya sabéis que si no conocemos la obra y el autor, podemos indicar género, época y movimiento literario. Y si conocemos la obra, el pleno es para quien sitúe funcionalmente el fragmento dentro de la misma.

Y nada más por este año. En esta ocasión, podéis participar en la página de Opolengua en Facebookhasta el domingo 12 de enero por la noche.  El lunes 13 por la tarde publicaremos la solución y los nombres de las personas que hayan acertado. Os deseamos unas felices navidades y os esperamos el año que viene con más acertijos.

Y así supo lo que quería, lo que ya no se atrevía a preguntar: cómo Teresa, a primeros de aquel mes de octubre, extrañada por su silencio, fue personalmente al Monte Carmelo y se enteró de su detención; cómo estuvo un tiempo sin querer ver a nadie, excepto a un primo suyo, madrileño, con el cual entonces salía a menudo; cómo meses después se lo contó todo al propio Luis, en el bar de la Facultad, riéndose y sin dar con las palabras, igual que si se tratara de un chiste viejo y casi olvidado pero sumamente gracioso; cómo aquel mismo invierno se supo, en ciertos medios universitarios, que Teresa se había desembarazado al fin de su virginidad, y cómo al año siguiente terminó brillantemente la carrera, iniciando en seguida una gran amistad con Mari Carmen Bori, en compañía de la cual frecuentaba ahora a ciertos intelectuales que él, Luis Trías, ya no podía soportar; cómo, por cierto, si Manolo había conocido a los Bori, le interesaría saber que terminaron por separarse, y que Mari Carmen vivía ahora con un pintor; y, por último, cómo él mismo, Luis, después de abandonar los estudios y ponerse a trabajar con su padre, vivía al fin en armonía, si no con el país, sí por lo menos consigo mismo, con su poquito de alcohol y sus amistades escogidas, sin echar de menos nada y sin resentimientos para con nadie, despolitizado y olvidado, pero deseando sinceramente más perspicacia y mejor fortuna a las nuevas promociones universitarias… 

—De todos modos fue divertido —dijo para terminar. 

Fugazmente de acuerdo con el espíritu de cierto verano, vinculado por un brevísimo instante al vértigo de la seda y la luna, el sombrío rostro del murciano no acusó ninguna de estas noticias, ni siquiera aquellas que hacían referencia a Teresa: se hubiera dicho, pensó Luis Trías, que había venido buscando simplemente una confirmación a lo que ya sabía, y que esta confirmación no podía afectarle para nada, porque siempre, desde el primer momento, desde la primera noche que estuvo aquí con Teresa defendiéndose contra todos a fuerza de embustes y a golpes de chulería, la había llevado escrita en sus ojos sardónicos de una manera cruel e irrevocable. 

Manolo se disponía a pagar su cerveza. 

—Deja, te invito —dijo Luis Trías—. ¿Te vas ya? Toma una copa y seguiremos hablando… 

—Gracias, tengo prisa.
Luis volvió a ponerle la mano en el hombro.
—¿Qué piensas hacer ahora?
—Ya veré. Adiós.