¡Ponte a prueba! 20/2019 (Solución) Oposiciones de Lengua castellana y literatura

¡Ponte a prueba! 20/2019 (Solución) Oposiciones de Lengua castellana y literatura

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Iniciamos una nueva semana de estudio en nuestro blog con el resultado de nuestro acertijo del viernes pasado. Ya sabéis que el “¡Ponte a prueba!” pretende ser una forma amena de ayudar a las personas que estudian la oposición de Lengua castellana y literatura para comprobar su competencia literaria ante la prueba del comentario de texto.

En esta ocasión ya decíamos que quizá el texto elegido no era tan conocido como el empleado en ocasiones anteriores y que, por ello, la adscripción del mismo a una época y movimiento literario era más que suficiente para realizar un buen comentario. A pesar de la dificultad ha habido dos acertantes. Henar PC ha señalado extraordinariamente los rasgos del movimiento poético al que se adscribe el poema, por lo que efectivamente podría organizar un comentario muy sólido a través de sus elementos temáticos y formales. Por otra parte, Laura Cancio Menéndez ha indicado acertadamente incluso el autor. Enhorabuena para ambas, pues efectivamente se trataba de “Ciudad cero”, el magnífico poema de Ángel González (1925-2008) contenido en su libro Tratado de urbanismo (1967). 

Y nada más por hoy. Os deseamos una feliz semana en la que podáis estudiar con fuerza y espíritu positivo y os recordamos que el miércoles volveremos con nuestra entrada de fondo sobre las dimensiones que ha de tener un buen tema de oposiciones. 

Para finalizar, os dejamos con el poema del acertijo.

Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años —que eran
la quinta parte de toda mi vida—,
ya había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
—papeles y retratos
en medio de la calle…
Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.