En esta ocasión tenemos siete acertantes en nuestro concurso de Opolengua: Manolo Salmed, Patricia Fernández, Maria José Bravo Carmona. Alba Segura, Rosa Romero, Vítor Meiriño y Maite de Cuartillo. Efectivamente era Cien años de soledad, de García Marquez. Esta obra cayó en el comentario lingüístico en las oposiciones de 1998 en Andalucía, cuando obtuve plaza. En este fragmento, como ha señalado Vítor, se rata del baño de Remedios la bella, ese fascinante personaje.
A veces se levantaba a almorzar a las tres de la madrugada, dormía todo el día, y pasaba varios meses con los horarios trastrocados, hasta que algún incidente casual volvía a ponerla en orden. Cuando las cosas andaban mejor, se levantaba a las once de la mañana, y se encerraba hasta dos horas completamente desnuda en el baño, matando alacranes mientras se despejaba del denso y prolongado sueño. Luego se echaba agua de la alberca con una totuma. Era un acto tan prolongado, tan meticuloso, tan rico en situaciones ceremoniales, que quien no la conociera bien habría podido pensar que estaba entregada a una merecida adoración de su propio cuerpo. Para ella, sin embargo, aquel rito solitario carecía de toda sensualidad, y era simplemente una manera de perder el tiempo mientras le daba hambre.
Un día, cuando empezaba a bañarse, un forastero levantó una teja del techo y se quedó sin aliento ante el tremendo espectáculo de su desnudez. Ella vio los ojos desolados a través de las tejas rotas y no tuvo una reacción de vergüenza, sino de alarma.
—Cuidado —exclamó—. Se va a caer.
—Nada más quiero verla —murmuró el forastero.
—Ah, bueno —dijo ella—. Pero tenga cuidado, que esas tejas están podridas.