¡Ponte a prueba! 29/2020 Oposiciones de Lengua castellana y literatura

¡Ponte a prueba! 29/2020 Oposiciones de Lengua castellana y literatura

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En este nuevo viernes de confinamiento, volvemos puntuales a nuestra cita con el “¡Ponte a prueba!”, el acertijo con el que pretendemos servir de pasatiempo y prueba a las personas que preparan la oposición de Lengua Castellana y Literatura.

En esta ocasión traemos un poema que a mí me recuerda a mi padre, que cumplió la semana pasada 88 años, por lo que la entrada de hoy es un homenaje para él. Este poema se lo he oído recitar muchas veces, aunque el tiempo no perdona y últimamente olvida o modifica algunos versos. El poema está sacado del libro de texto que usaba en la escuela franquista durante la posguerra, llamado Triptolemo. Este libro, publicado en 1932, contenía poemas áureos, neoclásicos, románticos, pero también de Juan Ramón Jiménez, de don Antonio Machado o de Lorca. Y durante la posguerra se siguió publicando y empleando en los colegios. Mi padre, que solo completó estudios primarios, se sabe muchos poemas de este libro. Hoy he elegido uno de ellos, que creo que ilustra, aún de forma parcial, el grave momento que atraviesa España.

Será difícil acertar la autoría, pues yo creo que no conocería el texto si no hubiera sido por la insistencia de mi padre a recitarlo en su vejez (supongo que porque le vienen recuerdos de la infancia). Ante un texto así, sería suficiente con la identificación del género, la época y el movimiento literario. Ya, sí alguien acierta obra y autor, habría que darle un premio.

Como sabemos, se puede participar dando la solución hasta la noche del domingo en la página de Facebook de www.opolengua.com y, como siempre también,daremos la solución el lunes. Y nada más por hoy. Ya queda un día menos. Mucha fuerza para afrontar estos difíciles días. Saludos y ánimo.

Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes pendones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte las canciones.

Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron
¡a ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!

Doquiera la mente mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva
contando tu valentía.
Desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola,
hasta el África, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!

Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones.
Nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria;
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo,
ni en los ámbitos del mundo,
ni en el libro de la historia.

Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia,
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial.
En tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros;
porque, indómitos y fieros,
saben hacer sus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros.

Y aún hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto.
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia abriré la historia;
¡presta luz a mi memoria!
y el mundo y la patria, a coro,
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.

Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo,
cantando guerra, hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león
ansiando a España regir;
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser,
pueblo que sabe morir.

¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!

La virgen, con patrio ardor,
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en su pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor,
y, cuando calmado está,
grita al hijo que se va:
«¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate, y muere:
tu madre te vengará!»

Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes;
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libres pendones
el grito de patria zumba
y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba!

¡Mártires de la lealtad,
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad,
¡en la tumba descansad!
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero!