Hoy es el último lunes de septiembre y, por ello, es el día de nuestro ¡Ponte a prueba!, el amable acertijo con el que ayudamos a las personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura dándoles una prueba que les permita anticipar el examen de comentario de texto que realizarán duranta el examen. Como siempre decimos, participar es útil porque nos permite vivir con antelación una sensación similar a la que viviremos en la prueba real.
Para esta segunda ocasión del año he vuelto a elegir, como preparador de Lengua, un texto muy presente en nuestras oposiciones: una novela que es la más seleccionada por los tribunales en los últimos treinta años y que, por ello, debe ser dominada por todo opositor. De hecho, en las últimas convocatorias volvieron a aparecer fragmentos en las pruebas de comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura. Y una vez más nuestros seguidores han mostrado su fino olfato y su bagaje literario. Y así, tanto San BG, Eva López Santuy, Carmen Gutiérrez Luque, Marisa Márquez Marín, Sara Piélagos Martín, Lidia Parra González, María Pilar Carbonero Muñoz, Cris AlRío, Sara Lorenzo y Lola Guerrero Ávila han reconocido perfectamente la obra y su autoría. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma suerte!
Y es que, efectivamente, se trataba del párrafo inicial de Tiempo de silencio (1961) de Luis Martín Santos (1924-1964). El hecho de que haya habido tantas acertantes es una muestra de la gran competencia literaria de nuestras seguidoras, pero también es una llamada de atención que nos debe animar a profundizar en la comprensión y dominio de esta obra, de forma que podamos realizar un gran comentario sobre la misma al comprender bien su texto y al ser capaz de situar sus fragmentos dentro de la obra. Es importante, por ejemplo, en este fragmento ser capaces de reconocer la alusión a Santiago Ramón y Cajal y al premio Nobel. Esta es una de las obras cuya lectura aparece en nuestro Curso de lectura 2, dentro de nuestro Curso Oro.
Y nada más por hoy. Saludos y ánimo.
Sonaba el teléfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me he enterado bien. He dejado el teléfono. He dicho: «Amador». Ha venido con sus gruesos labios y ha cogido el teléfono. Yo miraba por el binocular y la preparación no parecía poder ser entendida. He mirado otra vez: «Claro, cancerosa». Pero, tras la mitosis, la mancha azul se iba extinguiendo. «También se funden estas bombillas, Amador.» No; es que ha pisado el cable. « ¡Enchufa!» Está hablando por teléfono. «¡Amador!» Tan gordo, tan sonriente. Habla despacio, mira, me ve. «No hay más.» «Ya no hay más.» ¡Se acabaron los ratones! El retrato del hombre de la barba, frente a mí, que lo vio todo y que libró al pueblo ibero de su inferioridad nativa ante la ciencia, escrutador e inmóvil, presidiendo la falta de cobayas. Su sonrisa comprensiva y liberadora de la inferioridad explica -comprende- la falta de créditos. Pueblo pobre, pueblo pobre. ¿Quién podrá nunca aspirar otra vez al galardón nórdico, a la sonrisa del rey alto, a la dignificación, al buen pasar del sabio que en la península seca espera que fructifiquen los cerebros y los ríos? Las mitosis anormales, coaguladas en su cristalito, inmóviles -ellas que son el sumo movimiento-. Amador, inmóvil primero, reponiendo el teléfono, sonriendo, mirándome a mí, diciendo: «¡Se acabó!». Pero con sonrisa de merienda, con sonrisa gruesa. «Qué belfos, Amador.» La cepa MNA tan prometedora. Suena otra vez el teléfono. Lo olvido. «¿Por qué se ríe, Amador? ~De qué se ríe usted?» Sí, ya sé, ya. Se acabaron los ratones. Nunca, nunca, a pesar del hombre del cuadro y de los ríos que se pierden en la mar. Hay posibilidad de construir unas presas que detengan la carrera de las aguas. ¿Pero, y el espíritu libre? El venero de la inventiva. El terebrante husmeador de la realidad viva con ceñido escalpelo que penetra en lo que se agita y descubre allí algo que nunca vieron ojos no ibéricos. Como si fuera una lidia. Como si de cobaya a toro nada hubiera, como si todavía nosotros a pesar de la desesperación, a pesar de los créditos. Esa cepa cancerosa comprada con divisas otorgadas por el Instituto de la Moneda. Traída desde el Illinois nativo. Y ahora, concluida. Amador sonríe porque alguien le habla por teléfono. ¿Cómo podremos nunca, si además de ser más torpes, con el ángulo facial estrecho del hombre peninsular, con el peso cerebral disminuido por la dieta monótona por las muelas, fabes, agarbanzadas leguminosas y carencia de prótidos? Sólo tocino, sólo tocino y gachas.