Ya es lunes de nuevo. Comenzamos una nueva semana de trabajo. Nuestros cuatro cursos van avanzando y cada opositor intenta avanzar en la medida de sus posibilidades. Hay tantas oposiciones de Lengua como opositores y por eso la individualización de los cursos es para nosotros una verdadera obsesión. Para nosotros, la semana siempre empieza con la solución de nuestro ¡Ponte a prueba! el simpático acertijo con el que desde 2015 acompañamos a las tenaces y honestas personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura y, muy especialmente, la siempre temida prueba del comentario de texto.
La elección de esta semana tenía dos objetivos. Uno, natural, que es el de ofrecer textos que puedan aparecer en las oposiciones como forma de abrir caminos y perspectivas que puedan ser útiles a los opositores de Lengua y el segundo mantener el recuerdo vivo hacia las víctimas que han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de las lluvias torrenciales.
Y, como siempre, nuestros seguidores han vuelto a dar la talla, pues se trataba de un texto más difícil que en otras ocasiones, aunque hay que insistir en que un texto suyo cayó en la última convocatoria y otros lo han hecho en pasadas ocasiones. Y así, todas captan el contenido del texto y su relación con La Celestina. Julia Pérez Pérez señala el carácter narrativo del texto y lo ubica en su siglo adecuadamente. Eva López Santuy, Lidia Parra González y Amaya G. Arregui dan cuenta del carácter híbrido del género del texto. Y Sara Piélagos Martín y San BG señalan acertadamente al autor.¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Y es que, efectivamente, se trataba del párrafo inicial de «Las nubes», perteneciente al libro Al margen de los clásicos (1912) una de las obras favoritas de su autor, en la que José Martínez Ruiz, Azorin (1873-1967) da rienda suelta a su personalísimo estilo creando una serie de relatos ensayísticos en los que evoca o recrea elementos de las grandes obras de la literatura española, por lo que los opositores harán bien buceando en su obra para familiarizarse con ella o si, al ver un texto donde se recree un personaje o un autor clave de la literatura española, se preguntan si es una obra del maestro de Monóvar (Alicante).
Y nada más por hoy.
Saludos y ánimo, sobre todo necesario en momentos como el actual.
Calisto y Melibea se casaron -como sabrá el lector, si ha leído la Celestina- a pocos días de ser descubiertas las rebozadas entrevistas que tenían en el jardín. Se enamoró Calisto de la que después habría de ser su mujer un día que entró en la huerta de Melibea persiguiendo un halcón. Hace de esto dieciocho años. Veintitrés tenía entonces Calisto. Viven ahora marido y mujer la casa solariega de Melibea: una hija les nació que, lleva, como su abuela, el nombre de Alisa.Desde la ancha solana que está a la parte trasera de la casa se abarca toda la huerta en que Melibea y Calisto pasaban sus dulces coloquios de amor. La casa es ancha y rica; labrada escalera de piedra arranca de lo hondo del zaguán. Luego, arriba, hay solares vastos, apartadas y silenciosas camarillas, corredores penumbrosos, con una puertecilla de cuarterones en el fondo, que -como en Las meninas de Velázquez- deja ver un pedazo de luminoso patio. Un tapiz de verdes ramas y piñas gualdas sobre fondo bermejo cubre el piso del salón principal; el el salón, donde en cojines de seda, puestos en tierra, se sientan las damas. Acá y allá destacan silloncitos de cadera, guarnecidos de cuero rojo, o sillas de tijera con embutidos mudéjares, un contador con cajonería de pintada y estofada talla, guarda papeles y joyas; en el centro de la estancia, sobre la mesa de nogal con las patas y las chambranas talladas, con fiadores de forjado hierro, reposa un lindo juego de ajedrez con embutidos de marfil, nácar y plata; en el alinde de un ancho espejo, reflejándose las figuras aguileñas, sobre fondo de oro, de una tabla colgada en la pared frontera.
Todo es paz y silencio en la casa. Melibea anda pasito por cámaras y corredores. Lo observa todo; ocurre a todo. Los armarios están llenos de nítida y bien oliente ropa.