Llega la Navidad. Es momento de echar la vista atrás y reflexionar sobre lo realizado.
Finaliza un año muy especial en el que hemos trabajado muy duro, en el que muchas ilusiones se han cumplido, en el que otras quedaron por cumplir. Es tiempo de estar con la familia y con los amigos, de recordar a los seres queridos que no están con nosotros y de animarse a encarar nuevos proyectos. Muchas veces la esperanza y la melancolía se unen en estas fiestas. Desde aquí os deseamos la mayor felicidad y que nuestras ilusiones, en forma de crecimiento personal, trabajo, plazas y libertad, se cumplan.
Pero hoy también es viernes y eso quiere decir que tenemos nuestra cita con el ¡Ponte a prueba!, el simpático acertijo con el que acompañamos a las abnegadas y valientes personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su prueba más compleja, la del comentario de texto. Como siempre, nuestro reto está abierto a todos los que aman la lengua común y su literatura inmortal.
La propuesta de la semana: un autor más que posible
Hoy hemos elegido un texto que tiene espíritu navideño y que, de hecho, se publicó en Navidad. Se trata de un texto, además, cuya autoría ha aparecido con frecuencia en las oposiciones, sobre todo en las últimas. Como siempre, se trata de reconocer texto y autoría y, si ello no es posible (y aquí no será fácil), hay que recordar que se puede hacer un magnífico comentario señalando razonadamente la época, el movimiento literario y el género del texto.
¿Por qué y cómo participar en el Ponte a prueba?
Participar es bueno porque nos permite anticipar las sensaciones que viviremos el día D cuando nos enfrentemos a la prueba real. Al hacerlo mediante un comentario en la página de Facebook de opolengua.com nos acercaremos más a esta sensación al implicarnos más emocionalmente. Como siempre, podemos participar hasta el domingo por la noche, siguiendo una sola norma; no usar internet ni leer los comentarios previos, sino simplemente usar nuestra competencia literaria. Nosotros publicaremos el lunes la solución del acertijo y la lista de acertantes.
Y nada más por hoy. Nuestro recuerdo a las víctimas de Valencia y sus familiares. Feliz Navidad. Saludos y ánimo.
Llegó la Nochebuena, el cumpleaños de Jesusa. En tal día, sus padres la abrumaban a regalos, inventaban caprichos para darse el gusto de satisfacerlos. Se armaba el «belén», renovado siempre, siempre más lujoso, de más finas figuras, de más complicada topografía; pero aquel año, suponiendo que la enferma estaba cansada ya de tanto pastorcito, y tanta oveja, y tanto camello, discurrió la madre colocar un precioso Niño Jesús, de tamaño natural, joya de escultura, en un pesebre sobre un haz de paja. La sencilla imagen atrajo a la abatida enferma. Parecía una criatura humana, allí echada, desnudita. Y al mirarla, al pensar que tendría mucho frío, Jesusa creyó adivinar por qué no la sanaba a ella Dios… No bastaba dar a otros niños limosna y socorro: era preciso «ser como ellos», aceptar su estado, abrazarse a la humildad, a la necesidad, imitando al Jesús que reposaba entre paja, sobre unas tablas toscas… Afanosamente, la niña llamó a su madre y suplicó, trémula de ilusión y de deseo:
-Mamá, por Dios… Haz lo que te pido y verás si sano… Ponme como están los niñitos pobres… Echa paja en el suelo, acuéstame ahí… No me tapes con nada, déjame tiritar…
Resistíase la madre, temblando de miedo a la idea de su hija con frío y sobre unas tablas; pero, a pesar suyo, el loco ensueño también se apoderaba de su espíritu. ¿Quién sabe? ¿Quién sabe?… Las alas de la quimera batían misteriosamente el aire en derredor… Alejó a los criados, miró si nadie venía…, y cargando el leve peso de la enferma, la tendió sobre la paja esparcida, en el mismo pesebre donde sonreía y bendecía el Niño; Jesusa abrió los ojos, miró ansiosamente a la imagen, y después los cerró con lentitud. Su carita demacrada, crispada, expresó de pronto mayor serenidad: una especie de beatitud bañó las facciones, iluminó su frente; un ligero suspiro salió de la cárdena boca… La madre, aterrada, se inclinó, la llamó por su nombre, la palpó… No respondía; el sueño se realizaba; los dolores de Jesusa habían cesado; no volvería a sufrir.