¡Mañana es Navidad! Tiempo de descanso y celebración, sí. Pero también de estudio y trabajo, quizá para hacer la unidad didáctica. Hoy es el último lunes del año en el que publicamos la solución de nuestro reto, como hacemos desde 2015 para acompañar a las valientes y tesoneras personas que preparan la prueba de comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Como siempre en estas fechas, optamos por plantear un texto relacionado con la Navidad. Y, como siempre, nuestros participantes han vuelto a mostrar su olfato literario.
Y así San BG y Eva López Santuy han indicado razonada y acertadamente su época y género. Y Lidia Parra González y Lydia P García además han señalado con acierto su autoría. En todos los casos se han dado pautas acertadísimas para el análisis del texto. El empleo simbólico del nombre de la protagonista, la descripción del ambiente social, su muerte, etc. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Y es que, efectivamente, se trataba del cuento “Jesusa”, de doña Emilia Pardo Bazán (1851-1921) que la autora publicó en El Liberal el 25 de diciembre de 1897 y luego se recopiló en Cuentos de Navidad y Reyes.
Llegó la Nochebuena, el cumpleaños de Jesusa. En tal día, sus padres la abrumaban a regalos, inventaban caprichos para darse el gusto de satisfacerlos. Se armaba el «belén», renovado siempre, siempre más lujoso, de más finas figuras, de más complicada topografía; pero aquel año, suponiendo que la enferma estaba cansada ya de tanto pastorcito, y tanta oveja, y tanto camello, discurrió la madre colocar un precioso Niño Jesús, de tamaño natural, joya de escultura, en un pesebre sobre un haz de paja. La sencilla imagen atrajo a la abatida enferma. Parecía una criatura humana, allí echada, desnudita. Y al mirarla, al pensar que tendría mucho frío, Jesusa creyó adivinar por qué no la sanaba a ella Dios… No bastaba dar a otros niños limosna y socorro: era preciso «ser como ellos», aceptar su estado, abrazarse a la humildad, a la necesidad, imitando al Jesús que reposaba entre paja, sobre unas tablas toscas… Afanosamente, la niña llamó a su madre y suplicó, trémula de ilusión y de deseo:
-Mamá, por Dios… Haz lo que te pido y verás si sano… Ponme como están los niñitos pobres… Echa paja en el suelo, acuéstame ahí… No me tapes con nada, déjame tiritar…
Resistíase la madre, temblando de miedo a la idea de su hija con frío y sobre unas tablas; pero, a pesar suyo, el loco ensueño también se apoderaba de su espíritu. ¿Quién sabe? ¿Quién sabe?… Las alas de la quimera batían misteriosamente el aire en derredor… Alejó a los criados, miró si nadie venía…, y cargando el leve peso de la enferma, la tendió sobre la paja esparcida, en el mismo pesebre donde sonreía y bendecía el Niño; Jesusa abrió los ojos, miró ansiosamente a la imagen, y después los cerró con lentitud. Su carita demacrada, crispada, expresó de pronto mayor serenidad: una especie de beatitud bañó las facciones, iluminó su frente; un ligero suspiro salió de la cárdena boca… La madre, aterrada, se inclinó, la llamó por su nombre, la palpó… No respondía; el sueño se realizaba; los dolores de Jesusa habían cesado; no volvería a sufrir.
Y nada más por hoy. Nuestro recuerdo a las víctimas de la tragedia valenciana. Feliz Navidad. ¡A por la plaza!