Hoy es 2 de mayo. Madrid celebra su fiesta, que es la de todos. El tiempo sigue su discurrir que ahora nos parece más rápido e inexorable. Tempus fugit. Se acercan las oposiciones. Ya las tenemos ahí. Pero es viernes y eso quiere decir que es el día en que nosotros, fieles a nuestra cita desde 2015, publicamos nuestro acertijo, el ¡Ponte a prueba!, el amable reto con el que pretendemos acompañar a las personas nobles y valerosas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su prueba más temida, la del comentario de texto. Como saben todos nuestros seguidores, el ¡Ponte a prueba! está abierto a todos aquellos que aman nuestra lengua transoceánica y su literatura inmortal.
La propuesta de la semana: un autor conocido
Hoy traemos un texto que es un homenaje como el que realizamos la semana pasada. Pero en esta ocasión sí se trata de un autor que ha aparecido en muchas ocasiones en las oposiciones, con lo que diríamos que es uno de esos textos que debería preocuparnos si no lo reconocemos. Ya sabemos que en la oposición es todo comparativo y si aparece un texto difícil y no lo reconocemos no va a haber mayor problema si lo adscribimos acertadamente en su época, movimiento y género. En un texto como el de hoy es importante el reconocimiento y si queremos destacar será necesario situar el fragmento en la obra mostrando al señalar personajes y sucesos que la dominamos. En tod caso, no olvidemos nunca una cosa y es que por mucho que una persona reconozca el texto, si lo explica mal, su comentario no valdrá mucho y, por el contrario, aunque una persona no lo reconozca, si es capaz de explicarlo y razonar de forma correcta su adscripción a a su época, movimiento literario y género podrá construir un gran comentario de texto.
¿Por qué y cómo participar en el Ponte a prueba?
El ¡Ponte a prueba! puede ser de gran utilidad porque nos da una idea de cuál es nuestra competencia literaria de cara a la prueba de comentario. Pero es mejor todavía si ponemos nuestro comentario o seguimos los de otras personas en la página de Facebook de opolengua.com, pues la exposición pública nos permite anticipar sensaciones parecidas a las que habremos de hacer frente el día de la prueba real. Las normas son sencillas. Podemos participar hasta el domingo por la noche en la página de Facebook de opolengua.com usando simplemente nuestra competencia literaria, sin emplear internet ni ver los comentarios de los otros participantes. Nosotros publicaremos el lunes la solución del acertijo y la lista de acertantes.
Y nada más por hoy. Nuestro recuerdo a las víctimas de Valencia y sus familiares. Saludos y ánimo.
El amolador se volvió hacia mí y me dijo:
-Gabrielillo, ¿qué haces con ese fusil? ¿Lo tienes en la mano para escarbarte los dientes?
En efecto, yo tenía en mis manos un fusil sin que hasta aquel instante me hubiese dado cuenta de ello. ¿Me lo habían dado? ¿Lo tomé yo? Lo más probable es que lo recogí maquinalmente, hallándose cercano al lugar de la lucha, y cuando caía sin duda de manos de algún combatiente herido; pero mi turbación y estupor eran tan grandes ante aquella escena, que ni aun acertaba a hacerme cargo de lo que tenía entre las manos.
-¿Pa qué está aquí esa lombriz? -dijo la Primorosa encarándose conmigo y dándome en el hombro una fuerte manotada-. Descosío: coge ese fusil con más garbo. ¿Tienes en la mano un cirio de procesión?
-Vamos: aquí no hay nada que hacer -afirmó Chinitas, encaminándose con sus compañeros hacia la Puerta del Sol.
Echeme el fusil al hombro y les seguí. La Primorosa seguía burlándose de mi poca aptitud para el manejo de las armas de fuego.
-¿Se acabaron los franceses? -dijo una maja mirando a todos lados-. ¿Se han acabado?
-No hemos dejado uno pa simiente de rábanos -contestó la Primorosa-. ¡Viva España y el Rey Fernando!
En efecto, no se veía ningún francés en toda la calle Mayor; pero no distábamos mucho de las gradas de San Felipe, cuando sentimos ruido de tambores, después ruido de cornetas, después pisadas de caballos, después estruendo de cureñas rodando con precipitación. El drama no había empezado todavía realmente. Nos detuvimos, y advertí que los paisanos se miraban unos a otros, consultándose mudamente sobre la importancia de las fuerzas ya cercanas. Aquellos infelices madrileños habían sostenido una lucha terrible con los soldados que encontraron al paso, y no contaban con las formidables divisiones y cuerpos de ejército que se acampaban en las cercanías de Madrid. No habían medido los alcances y las consecuencias de su calaverada, ni aunque los midieran, habrían retrocedido en aquel movimiento impremeditado y sublime que les impulsó a rechazar fuerzas tan superiores. Había llegado el momento de que los paisanos de la calle Mayor pudieran contar el número de armas que apuntaban a sus pechos, porque por la calle de la Montera apareció un cuerpo de ejército, por la de Carretas otro, y por la Carrera de San Jerónimo el tercero, que era el más formidable.
-¿Son muchos? -preguntó la Primorosa.
-Muchísimos, y también vienen por esta calle. Allá por Platerías se siente ruido de tambores.
Frente a nosotros y a nuestra espalda teníamos a los infantes, a los jinetes y a los artilleros de Austerlitz. Viéndoles, la Primorosa reía; pero yo… no puedo menos de confesarlo… yo temblaba.