Hoy tratamos un tema interesante y que tiene muchas aristas. ¿Qué tipo de terminología debemos emplear en la redacción de nuestra programación y en nuestra exposición oral en las oposiciones de Lengua? ¿La que recomienda y defiende la Real Academia Española o la que postulan los gobernantes, los pedagogos de turno, los periodistas y los grupos de presión social? Esta es la cuestión que tratamos hoy.
Lo más importante en las oposiciones de Lengua es nuestra propuesta pedagógica
Antes de exponer el tema de hoy es imprescindible señalar que lo fundamental de nuestra programación, lo que nos va a dar la plaza, no es, desde luego, el uso del lenguaje políticamente correcto, sino la eficacia y el atractivo para el profesorado de nuestra propuesta. Si nuestra programación es buena, todo va a ir bien. Ahí es donde nos jugamos los puntos decisivos de la plaza. En este tema nos estamos jugando décimas tan solo, aunque, eso sí, en ocasiones también pueden ser decisivas.
Nosotros somos profesores de Lengua española
Nosotros somos profesores de Lengua en potencia o en acto; es decir, o ya somos docentes o lo queremos ser. En todo caso, sobre nosotros recae una importante responsabilidad social. Somos los guardianes de la lengua española. Somos nosotros quienes estamos dentro del cuerpo social para explicar a nuestros alumnos y a nuestros propios compañeros cómo se debe hablar nuestra idioma. Y es que si nadie defiende la integridad común del idioma, como explicaba Unamuno, la lengua se acaba fragmentando y perdiendo, como le ocurrió al latín. Pues bien, nosotros somos los elegidos para defender a nuestro idioma.
El español es la gran lengua común
Nosotros tenemos la enorme fortuna de ser hablantes de español. Se trata de una lengua increíble, la más sencilla de aprender y pronunciar de todas las descendientes del latín y, por ello, la que más fácilmente aprenden los italianos, los portugueses, los rumanos o los franceses. Esto se debe, justamente, a que el español nació como una lengua de koiné.
El español como lengua de koiné
Como explican Lopez García en El rumor de los desarraigados o mi antiguo y malogrado profesor José Ramón Lodares en El paraíso políglota, el español no nació como una lengua de imposición (algo imposible en la Edad Media), sino como una lengua que permitía que todos los habitantes de la península Ibérica se pudieran entender aunque tuvieran otra lengua (exactamente igual que ahora) y para ello, el castellano medieval perdió sus rasgos fonéticos más difíciles y separó sus puntos de articulación convirtiéndose en otra lengua diferente en ese proceso que todos conocemos del tema 7 de las oposiciones de Lengua denominada como crisis de las sibilantes. La claridad articulatoria del español (solo cinco vocales como el vascuence y fonemas muy diferenciados) y sus soluciones sencillas y modernas en lo morfológico y sintáctico es lo que explica su enorme éxito entre todas las lenguas latinas.
Por esta razón, los hablantes de portugués, italiano, francés, rumano, catalán o gallego aprenden y se expresan en español con más facilidad que en ninguna otra lengua romance, siendo, de hecho e indiscutiblemente, la gran lengua heredera del latín.
El español es una lengua internacional que nos conviene preservar
Hay lenguas minoritarias que se defienden desde posiciones identitarias o sentimentales. El español se defiende por sentido práctico, por pura utilidad y sentido común. Tenemos una lengua común con seiscientos millones de hablantes y con mil años de antigüedad que ha dado prodigios de la literatura como el Quijote o las Soledades y nos permite viajar por todo el mundo hablando y conociendo a otros hispanohablantes desde América hasta Israel. Es un caso único en el mundo, pues tras el chino es la lengua con más hablantes nativos y los nuestros se reparten por todo el mundo. No existe otra lengua como el español. ¿Y vamos a renunciar a este pasaporte mundial? No tenemos por qué renunciar a esto ni debilitar nuestra propia lengua. No necesitamos difundir entre nuestros alumnos el inglés ni tampoco supeditarnos culturalmente a los anglosajones. Los profesores de Lengua somos los vigilantes reales del idioma. Si no defendemos nosotros el idioma, ¿quién lo hará? Esa es una de nuestras funciones sociales.
La función de la RAE como institución defensora del idioma
La RAE se funda en 1713 bajo el reinado de Felipe V con la finalidad de preservar el buen uso y la unidad de la lengua. Desde 1715 tiene el lema «limpia, fija y da esplendor». Es por tanto, desde hace ya trescientos diez años, la institución que se encarga de defender la unidad y la esencia del español. Y la RAE en estos tres siglos de existencia ha dotado a los hispanohablantes de una serie de herramientas para preservar el buen uso del idioma (las gramáticas, los diccionarios y otras publicaciones). Como profesores de Lengua española, nos debemos a ellas. De alguna manera, la RAE es nuestro Ejército y nosotros somos sus soldados.
El lenguaje políticamente correcto
Ante esta realidad secular se ha alzado en las últimas décadas el denominado lenguaje políticamente correcto. Englobamos aquí a una serie de propuestas impulsadas por diferentes tendencias políticas que pretenden siguiendo, entre otros, los postulados de los filósofos marxistas Gramsci y Laclau, según los cuales el discurso y el uso y significado de las palabras son un arma política decisiva a la hora de extender la ideología. La idea consiste en generar nuevas palabras cargadas de significado político que desplacen a las que se usaban anteriormente de forma que los conceptos que se empleen en la conversación pública sean los que esa tendencia política defiende hasta conseguir que se hagan hegemónicos. Como dice el axioma: «Quien nomina, domina».
Alentar la polarización social a través del lenguaje
Entendido el lenguaje desde este punto de vista, la idea es presionar al hablante (o a la hablante) para que use un término en detrimento de otro y de esta forma manifieste públicamente su adhesión (o su sumisión) a una opción política. De esta manera, cuando decimos «género» en vez de «sexo» estamos adoptando una posición política, aunque sea de forma inconsciente, ya que el «sexo» alude a la naturaleza biológica del hombre y de la mujer, mientras que el «género» es el estereotipo o construcción que la sociedad ha creado en torno a lo que es femenino o masculino. De esta forma, un hombre puede ser de género femenino si se identifica con ese estereotipo. Esta concepción no aceptada por todo el mundo, ni siquiera por todas las feministas como se puede ver en este artículo.
Por tanto, el objetivo del lenguaje es mostrar los posicionamientos políticos y, por tanto, hacer que al hablar nos signifiquemos políticamente. De esta forma se consigue llevar el combate político a las conversaciones entre amigos, familiares y conocidos, politizando así la cotidianidad. Esto se puede apreciar también en el uso de la toponimia en algunas zonas de España, cuando observamos que una ciudad o una comunidad autónoma puede ser designada de varias formas y cada una de ellas está asociada a una opción política diferente.
A partir de ahí nos encontramos con diferentes cuestiones que afectan a las oposiciones de Lengua. Vamos a verlas de forma separada.
El llamado lenguaje inclusivo
Quizá la estrella de este lenguaje político de las últimas décadas sea el denominado «lenguaje inclusivo«, que entre otras cosas, trata de extender el uso del lenguaje desde presupuestos feministas. Todos sabemos en qué consiste porque hay una fuerte presión institucional y política para que se use. Dentro de sus postulados (que han sido aceptados por casi todas las universidades en sus manuales de lenguaje inclusivo) están el desdoblamiento del género (los alumnos y las alumnas; las y los estudiantes o incluso los, las y les discentes) en vez del uso del masculino como género no marcado; la sustitución de la palabra «genero» por «sexo» o el uso de «las personas aspirantes» en vez de «los opositores», tal y como podemos ver en nuestras convocatorias. La RAE ya ha hecho diferentes documentos referidos a esta cuestión (quizá el más importante sea el de Ignacio Bosque) señalando que el desdoblamiento está en contra de la economía del lenguaje, pero incluyendo en el diccionario otras propuestas como los nombres de profesiones con morfemas de género femenino (abogada, jueza, científica, etc.). Pero la pregunta es clara: ¿qué hacemos en nuestra programación? La respuesta es nítida: lo que le guste al tribunal.
La jerga político-periodística
Dentro de esta jerga hay que incluir tanto palabras de nuevo cuño como «migrante», «sostenible», «negacionismo climático» como otras que provienen directamente del periodismo como «fake» y todo lo relativo al lenguaje inclusivo que llena las convocatorias de oposiciones como bien sabe todo opositor. Incluso la Mesa del Congreso lanzó una guía que fue contestada por la RAE en 2024. También hay que incluir aquí la sustitución de la palabra «España», «currículo nacional» «español» por «Estado», «estatal» o «castellano». Nuestro conocimiento de la realidad de la comunidad en la que nos presentamos nos ayudará a elegir la mejor opción. No podemos olvidar que el periodismo es el mayor introductor de anglicismos en el idioma y que muchos de ellos podrían haber sido traducidos con extrema sencillez, pero el papanatas que los escribió consideró en su ignorancia de mayor lucimiento personal hacerlo en inglés (feedback, youtuber, influencer, boomer, milenial, briefing, spoiler, trailer, crowdfunding, etc.).
La jerga pedagógica
Los pedagogos más influyentes proceden en su mayoría de Estados Unidos (ese paraíso de la enseñanza pública) u otros países anglosajones y son responsables de sus brillantes teorías que aderezan, lógicamente, con palabras creadas por ellos mismos en inglés. A partir de ahí viene la introducción en España por los papanatas pedagogos españoles, que están ansiosos por ser los introductores de ideas y conceptos en nuestro país y que, en vez de tomarse el trabajo de traducirlos, los copian y pegan como buenos eruditos a la violeta, para mostrar que están en contacto con las teorías más avanzadas del mundillo. El triste orgullo del introductor. Y de ahí nos vienen términos como flipped classroom, booktrailer, gamification, brainstorming, etc. Es curioso como muchos de ellos tienen una traducción sencilla como clase invertida, video-reseña, ludificación, lluvia de ideas, etc.
La toponimia en las oposiciones de Lengua
La toponimia también se ha modificado por razones políticas debido a la presión que se ha establecido sobre el Gobierno de España para que se denominaran oficialmente las localidades y las diferentes comunidades autónomas según las lenguas vernáculas de cada una de ellas. Así, designaciones como A Coruña, Sanxenxo, Euskadi, Girona, Hondarribia, Lleida o Catalunya pueden aparecer en documentos oficiales como las convocatorias de oposiciones. Obviamente, sabemos que en español se dice La Coruña, Gerona, Lérida o Cataluña, pero ¿qué debemos hacer en nuestra programación? La respuesta es nítida: Lo que vaya a gustar al tribunal.
Lo que queremos en Opolengua es que las personas que preparamos aprueben las oposiciones de Lengua
Nuestra posición en este sentido es clara y la vamos a ejemplificar con este párrafo que lleva hasta las últimas consecuencias el lenguaje políticamente correcto. Lo que queremos los y las opositoras es convencer a los miembros y a las miembras de los tribunales de Euskadi, Catalunya o la Comunitat Valenciana (o les Illes Balears) de que somos los y las candidatas idóneos e idóneas para formar parte del departamento de Lengua junto a nuestras compañeros y compañeras e impartir clase de Lengua Castellana y Literatura a los alumnos y a las alumnas de nuestro territorio desarrollando una educación comprehensiva y comprometida con el medio ambiente y la cultura de la paz de acuerdo con la Agenda 2030 y en consonancia con la comunidad educativa formada por las madres y padres de los alumnos y alumnas.
¿Y qué tipo de lenguaje le gusta al tribunal de las oposiciones de Lengua? La pregunta del millón
Pues no lo sabemos. Como decimos siempre, la mayor suerte en las oposiciones es el tribunal que nos toca. Yo, primero como opositor (1992-1998) y luego como preparador de Lengua desde 1999, llevo treinta y tres años metido en las oposiciones de Lengua. He preparado a centenares de personas y muchas de ellas han estado en tribunales. He hablado con decenas de personas que han formado parte de los tribunales y la conclusión es clara: en un tribunal hay de todo. Y ese de todo incluye también personas con manías y fijaciones personales. Hay personas para las que el hecho de que las líneas estén torcidas o se pongan sobre las íes los puntos redondos son anatema y otras que no consienten que haya un solo anglicismo en una programación. No son la mayoría, por supuesto, pero hay de todo…
No confundir la ideología dominante con la realidad íntima de las personas
Lo que sí es importante es no confundir la ideología dominante (la que sale en los medios y en las convocatorias con la realidad íntima de los miembros del tribunal). Vivimos en un mundo polarizado en el que los poderes políticos establecen una fuerte presión para que se use su lenguaje políticamente correcto. Lo vemos hasta en los telediarios. El elemento que más condiciona la conducta social de los seres humanos es el miedo al ostracismo, al vacío social. Esto hace que una gran parte de la población no se atreva a manifestar en público su desacuerdo con el lenguaje políticamente correcto. No podemos cometer el error de pensar que todos los miembros del tribunal van a comulgar con él. Y no debemos olvidar nunca que la nota es al final un acto subjetivo y que unas décimas arriba o abajo pueden suponer la plaza. Y como diría el grandioso escudero Sancho Panza: «a buen entendedor…».
La moderación y el justo medio es siempre la mejor política en las oposiciones de Lengua
Como decía Aristóteles, en el justo medio está la virtud. Y eso quiere decir que podemos adoptar algunos de los postulados que plantea el lenguaje políticamente correcto desechando otros. En mi caso particular, si yo fuera a presentarme a las oposiciones de Lengua ahora mismo, haría lo siguiente intentando no herir la sensibilidad de nadie. Un documento que puede resultar interesante en este sentido es esta guía de la Asociación Colombiana de Escuelas de Ingeniería.
Remplazar sustantivos masculinos por nombres abstractos o colectivos cuando ello sea posible («el profesorado» en vez de «los profesores», la «Jefatura de Estudios» en vez del «jefe de estudios», «la humanidad» o «los seres humanos» en vez de «los hombres»).
Usar el masculino como género inclusivo o marcado evitando los desdoblamientos (los alumnos y las alumnas, etc.) por parecerme un uso artificial y antieconómico del lenguaje que nadie al final acaba empleando de forma continuada. Podemos alternar el desdoblamiento con el uso del masculino como género marcado también en el desarrollo de nuestra exposición. Lo que nos interesa, insisto, es no generar en el tribunal un sentimiento de animadversión o rechazo hacia nosotros.
Usar la toponimia oficial en español (Cataluña, Lérida, San Sebastián…) excepto si nos presentamos en comunidades donde el sentimiento nacionalista anti-español pueda estar presente en los miembros del tribunal. Resulta una cierta paradoja en un profesor de lengua española, pero es perfectamente posible.
Sustituir los anglicismos innecesarios (por existir una expresión equivalente en español) o que no estén completamente integrados en el habla común por términos españoles o extraídos del latín («ludificación» en vez de «gamificación»,»»bulo» en vez de «fake», etc.). Otra opción es emplear la palabra en español y poner justo después entre paréntesis y en cursiva el anglicismo; por ejemplo «una video reseña» (booktrailer).
No olvidar que lo esencial en las oposiciones de Lengua es la propuesta de actividades
En todo caso, como decíamos al principio, no hay que olvidar que en la programación de las oposiciones de Lengua lo fundamental es que nuestras actividades gusten y es ahí donde tenemos que poner el énfasis. Si estas son eficaces y atractivas, lo demás va a pasar a un segundo plano. Vamos a seguir trabajando con fuerza para llegar alcanzar la plaza. ¡Vamos a por ella!