Hoy es lunes 2 de junio. Este sábado fue el examen de comentario de texto de las oposiciones de Lengua en la Comunidad Valenciana. Cayeron un texto de La lozana andaluza de Francisco Delicado y otro de Los pazos de Ulloa de doña Emilia Pardo Bazán. Reconocer La lozana andaluza no es fácil, pues no es una obra de primerísima línea. Algo más sencillo era reconocer Los pazos de Ulloa, pues se citaba el lugar dos veces en el texto. Ya habrá que esperar con el corazón contenido a los últimos días de junio para conocer las calificaciones. No hay que olvidar nunca que las oposiciones son un ejercicio comparativo y, por lo que sabemos, el nivel está siendo muy bajo. Eso quiere decir que no creemos que vaya a ser imprescindible, ni mucho menos, acertar las obras.
Y ese reconocimiento de las obras es precisamente la función que desempeña desde 2015, nuestro ¡Ponte a prueba!, el reto que pretende dar pistas y ayudar a las abnegadas y valientes personas que preparan la prueba más temida de las oposiciones de Lengua: el comentario de texto.
Nuevamente afirmábamos el viernes que el texto elegido era un homenaje a las oposiciones de Lengua en la Comunidad Valenciana y por ello elegimos un autor de esta tierra que, además, ha aparecido alguna vez en las convocatorias. Como en otras ocasiones, nuestras seguidoras han dado en el centro de la diana.
Y así, en los comentarios de nuestra página de Facebook, tanto nuestra querida María Pilar Carbonero Muñoz como nuestras destacadas seguidoras Lidia Parra González, Laura Alacid Aranda, Sandra BG y Eva López Santuy han citado con acierto obra y autoría. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que tengan el día D esa misma fortuna!
Y es que, efectivamente, tal y como han señalado, se trataba de un fragmento del Libro de Sigüenza (1919), alter ego de Gabriel Miró (1879-1630). La lección que nos da este texto es que saberse los nombres de personajes, obras y lugares de la acción narrativa es una pista muy importante para reconocer la obra, tal y como ha pasado este fin de semana, en el que si sabemos quién es Lozana y que son los pazos de Ulloa tenemos una gran distancia recorrida en el comentario.
Y nada más por hoy. Nuestro recuerdo a las víctimas de Valencia y sus familiares. Saludos y ánimo.
Pasaba ya el tren por la llanada de la huerta de Orihuela. Se iban deslizando, desplegándose hacia atrás, los cáñamos, altos, apretados, obscuros; los naranjos tupidos; las sendas entre ribazos verdes; las barracas de escombro encalado y techos de «mantos» apoyándose en leños sin dolar, todavía con la hermosa rudeza de árboles vivos; los caminos angostos, y a lo lejos la carreta con su carga de verdura olorosa; a la sombra de un olmo, dos vacas cortezosas de estiércol, echadas en la tierra, roznando cañas tiernas de maíz; las sierras rapadas, que entran su costillaje de roca viva, yerma, hasta la húmeda blandura de los bancales, y luego se apartan con las faldas ensangrentadas por los sequeros de ñoras; un trozo de rio con un viejo molino rodeado de patos; una espesura de chopos, de moreras; una palma solitaria; una ermita con su cruz votiva, grande y negra, clavada en el hastial; humo azul de márgenes quemadas; una acequia ancha; dos hortelanos en zaragüelles, espadando el cánamo con la agramadera; naranjales, panizos; otra vez el rio, y en el fondo, sobre el lomo de un monte, el Seminario, largo, tendido, blanco, coronado de espadañas; y bajo, en la ladera, comienza la ciudad, de la que suben torres y cúpulas rojas, claras, azules, morenas, de las parroquias, de la catedral, de los monasterios; y, a la derecha, apartado y reposando en la sierra, obscuro, macizo, enorme, con su campanario cuadrado como un torreón, cuya cornisa descansa en las espaldas de unos hombrecitos monstruosos, sus gárgolas, sus buhardas y luceras, aparece el Colegio de Santo Domingo de los Padres Jesuítas. Sobre la huerta, sobre el río y el poblado se tendía una niebla delgada y azul. Y el paisaje daba un olor pesado y caliente de estiércol y de establos, un olor fresco de riego, un olor agudo, hediondo, de las pozas de cáñamo, un olor áspero de cáñamo seco en almiares cónicos. Sigüenza contemplaba la tarde, angustiado, enfermo de tristeza, una tristeza tan acerba, tan densa, que le parecía que no era sólo un sentimiento suyo, sino que tenía una realidad propia, separada, grande, más fuerte que nuestra alma; la tristeza se le incorporaba de todo lo que veía, porque la vega, sus humos, sus árboles, los montes y el cielo, todo estaba hecho, cuajado de tristeza; la misma que le oprimía siendo chiquito, cuando, vestido de uniforme de colegial; salía con su brigada, la de los pequeños, por aquellas sendas, aguardando el paso del tren, un tren que le traía tantas memorias alegres, que aun le entristecía más que el paisaje y el regreso al Colegio de Santo Domingo.