Ya va terminando noviembre. Esta semana hemos impulsado dos importantes novedades a nuestros cursos. Una de ellas es un nuevo mecanismo de comunicación con nuestros opositores que se llama “Cuaderno de bitácora” y la otra es nuestro Curso de Programación, que hemos actualizado y colgado para 2026 ayer mismo. Ambos elementos aparecerán en todos nuestros cursos: Total, Prémium y Oro. Pero hoy es viernes y por ello comienza el fin de semana en el que hay que repasar y descansar. Y también encontrar un hueco para seguir y participar en el ¡Ponte a prueba!, el acertijo que desde 2015 ofrecemos a todas las nobles personas que preparan las oposiciones de Lengua en su prueba más difícil, la del comentario de texto, para que tengan una piedra de toque que les guíe en su preparación.
La propuesta de la semana: una vieja conocida en las oposiciones de Lengua
Como en algunas ocasiones en los últimos años, hoy traemos un género y una autoría ya conocidos de nuestras convocatorias de oposiciones de Lengua y que, por ello, merece la pena tener muy en cuenta. Como siempre trata de señalar obra y autoría. Si ello no es posible bastará con explicar su contenido, adscribirla a un género, una época y un movimiento literario.
¿Por qué y cómo participar en el Ponte a prueba?
La página de Facebook de opolengua.com, es la mejor forma de seguir el reto, leyendo los comentarios de nuestros seguidores, lo que nos permitirá seguramente incrementas nuestra competencia literaria. Pero si participamos, será todavía mejor pues nos enfrentaremos con mayor implicación emocional a la prueba y eso nos preparará para el examen real. importante información. Pueden participar los españoles de ambos hemisferios escribiendo sus comentarios hasta el domingo por la noche en la página de Facebook de opolengua.com sin emplear la Red ni leer los comentarios de los otros participantes. Nosotros publicaremos el lunes la solución del acertijo y la lista de acertantes. Y nada más por hoy.
Saludos y ánimo.
Sobre la famosa crueldad de los cuentos de hadas —que, por cierto, no fueron escritos para niños, sino que obedecen a una tradición oral, afortunadamente recogida por los hermanos Grimm, Perrault y Andersen, y en España, donde tanta falta hacía, por el gran Antonio Almodóvar, llamado «el tercer hermano Grimm»—, me estremece pensar y saber que se mutilan, bajo pretextos inanes de corrección política más o menos oportunos, y que unas manos depredadoras, imaginando tal vez que ser niño significa ser idiota, convierten verdaderas joyas literarias en relatos no sólo mortalmente aburridos, sino, además, necios. ¿Y aún nos preguntamos por qué los niños leen poco? Yo recuerdo aquellos días en Sitges, hace años, cuando algunas tardes de otoño venía a mi casa un tropel de niños y, junto al fuego —como está mandado—, oían embelesados repetir por enésima vez las palabras mágicas: «Érase una vez…» y habían dejado la televisión para escucharlas.
Yo no había cumplido los once años cuando estalló la Guerra Civil española. Unos niños acostumbrados a no salir de casa si no era acompañados por sus padres o la niñera nos vimos haciendo interminables colas para conseguir pan o patatas. No es raro, pues, que yo me permitiera, años más tarde, definir esa generación a la que pertenezco como la de «los niños asombrados». Porque nadie nos había consultado en qué lado debíamos situarnos. Nadie nos había informado de nada y nos encontramos formando parte de un lado o de otro, tal y como me confesó un día Jaime Salinas. Yo, ahora, sólo recuerdo que el mundo se había vuelto del revés, que por primera vez vi la muerte, cara a cara, en toda su devastadora magnitud; no condensada, como hasta aquel momento, en unas palabras —«el abuelito se ha ido y no volverá…»—, sino a través de la visión, en un descampado, de un hombre asesinado. Y conocimos el terror más indefenso: el de los bombardeos. Y aquellos cuentos, aquellas historias «impropias para niños», añadieron en su ruta interna de niña asombrada un aprendizaje. Atroz. Mucho más atroz que los cuentos de hadas.




