Nuestros cursos Total y Oro ya están lanzados y hay diferentes noticias de comunidades que ya anuncian sus convocatorias. Pero hoy llegamos al último viernes de septiembre y eso quiere decir que es el día de nuestro ¡Ponte a prueba! el acertijo con el que, como preparador de Lengua, acompañamos desde hace diez años a las nobles y esforzadas personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en la preparación de la temida prueba del comentario de texto. Y como es bien sabido, el divertido acertijo está abierto a quienes aman nuestra lengua y literatura inmortales.
La propuesta de la semana: un texto posible
Hoy traemos un texto que es absolutamente posible y al que, por ello, todo opositor debe prestar la máxima atención y dominar en sus aspectos de contenido y forma. De hecho, yo diría, como preparador de Lengua, que es el texto que más veces ha aparecido en las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura de toda España. Es decir, que si no lo reconoces a la primera, el lunes, cuando veas la solución, debes correr a una librería y comprar el libro. Como siempre trataremos de reconocer el texto y su autoría, situándolo dentro de su obra. Pero hay que tener muy claro que lo fundamental de un comentario es explicar su forma y contenido y que puede bastar adscribir razonadamente el texto a una época, movimiento y género literario.
¿Por qué y cómo participar en el Ponte a prueba?
Es bueno participar en el reto para acostumbrarse a las sensaciones que vivirás el propio Día D. Esto, obviamente, es un acertijo, pero es mejor enfrentarse a él que no hacerlo. Y para ello, tan solo debes escribir un comentario en la página de Facebook de opolengua.com hasta el domingo por la noche. El reto solo tiene una norma: no usar internet, para que te encuentres al hacerlo sin más recursos que tu propio bagaje literario, tal y como ocurrirá en la prueba real. Nosotros publicaremos el lunes la solución del acertijo y la lista de acertantes.
Y nada más por hoy. Feliz fin de semana. Saludos y ánimo
Sonaba el teléfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me he enterado bien. He dejado el teléfono. He dicho: «Amador». Ha venido con sus gruesos labios y ha cogido el teléfono. Yo miraba por el binocular y la preparación no parecía poder ser entendida. He mirado otra vez: «Claro, cancerosa». Pero, tras la mitosis, la mancha azul se iba extinguiendo. «También se funden estas bombillas, Amador.» No; es que ha pisado el cable. « ¡Enchufa!» Está hablando por teléfono. «¡Amador!» Tan gordo, tan sonriente. Habla despacio, mira, me ve. «No hay más.» «Ya no hay más.» ¡Se acabaron los ratones! El retrato del hombre de la barba, frente a mí, que lo vio todo y que libró al pueblo ibero de su inferioridad nativa ante la ciencia, escrutador e inmóvil, presidiendo la falta de cobayas. Su sonrisa comprensiva y liberadora de la inferioridad explica -comprende- la falta de créditos. Pueblo pobre, pueblo pobre. ¿Quién podrá nunca aspirar otra vez al galardón nórdico, a la sonrisa del rey alto, a la dignificación, al buen pasar del sabio que en la península seca espera que fructifiquen los cerebros y los ríos? Las mitosis anormales, coaguladas en su cristalito, inmóviles -ellas que son el sumo movimiento-. Amador, inmóvil primero, reponiendo el teléfono, sonriendo, mirándome a mí, diciendo: «¡Se acabó!». Pero con sonrisa de merienda, con sonrisa gruesa. «Qué belfos, Amador.» La cepa MNA tan prometedora. Suena otra vez el teléfono. Lo olvido. «¿Por qué se ríe, Amador? ~De qué se ríe usted?» Sí, ya sé, ya. Se acabaron los ratones. Nunca, nunca, a pesar del hombre del cuadro y de los ríos que se pierden en la mar. Hay posibilidad de construir unas presas que detengan la carrera de las aguas. ¿Pero, y el espíritu libre? El venero de la inventiva. El terebrante husmeador de la realidad viva con ceñido escalpelo que penetra en lo que se agita y descubre allí algo que nunca vieron ojos no ibéricos. Como si fuera una lidia. Como si de cobaya a toro nada hubiera, como si todavía nosotros a pesar de la desesperación, a pesar de los créditos. Esa cepa cancerosa comprada con divisas otorgadas por el Instituto de la Moneda. Traída desde el Illinois nativo. Y ahora, concluida. Amador sonríe porque alguien le habla por teléfono. ¿Cómo podremos nunca, si además de ser más torpes, con el ángulo facial estrecho del hombre peninsular, con el peso cerebral disminuido por la dieta monótona por las muelas, fabes, agarbanzadas leguminosas y carencia de prótidos? Sólo tocino, sólo tocino y gachas.