Ya estamos en la recta final de la preparación, poniendo el motor a las máximas revoluciones tal y como indicábamos en la entrada del pasado martes. Pero hoy es viernes y como cada viernes desde 2015, nosotros traemos de nuevo nuestro acertijo, el ¡Ponte a prueba!, el reto amable y divertido que acompaña a las abnegadas y valientes personas que preparan la prueba del comentario de texto (la más temida) de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura. Nuestro acertijo, como siempre, no es solo para opositores, sino que está abierto a quienes aman nuestra lengua común y su literatura inmortal.
La propuesta de la semana: un texto difícil
Tras el último reto, en el que propusimos un texto de esos que aparece con frecuencia en los libros de texto, hoy traemos otro que puede resultar más complicado. Es posible que reconozcamos obra y autoría, pero si no es así, el texto ofrece pistas para situarlo en su época, género y movimiento literario. Con esas ideas claras y un razonamiento correcto se puede armar un gran comentario de texto. Confiamos en la competencia literaria de nuestros seguidores para dar con las claves del mismo.
¿Por qué y cómo participar en el Ponte a prueba?
Como siempre se puede participar en el reto poniendo un comentario en la página de Facebook de opolengua.com, de forma que anticipemos las sensaciones que experimentaremos el día de la prueba real. También es útil leer los comentarios ya que nuestros seguidores aportan siempre ideas y razonamientos muy interesantes. Para participar, la única norma es emplear solo nuestro bagaje sin usar la Red y sin leer los comentarios anteriores. Nosotros publicaremos el lunes la solución y la lista de acertantes.
Y nada más por hoy. Nuestro recuerdo a las víctimas de Valencia y sus familiares. Saludos y ánimo.
Podría ir y decirle dame veinte soles y ya veo, se le llenarían los ojos de lágrimas y me daría cuarenta o cincuenta, pero sería lo mismo que decirle te perdono lo que hiciste a mi mamá y puedes dedicarte al puterío con tal que me des buenas propinas.» Bajo la bufanda de lana que le regaló su madre hace meses, los labios de Alberto se mueven sin ruido. El sacón y la cristina que lleva hundida hasta las orejas, lo defienden contra el frío. Su cuerpo se ha acostumbrado a la presión del fusil, que ahora casi no siente. » Ir
y decirle qué ganamos con no aceptar un medio, deja que nos mande un cheque cada mes hasta que se arrepienta de sus pecados y vuelva a casa, pero ya veo, se pondrá a llorar y dirá que hay que llevar la cruz con resignación como Nuestro Señor y aunque acepte cuánto tiempo pasará hasta que se pongan de acuerdo y no tendré mañana los veinte soles- Según el reglamento, los imaginarias deben recorrer elpatio del año respectivo y la pista de desfile, pero él ocupa su turno en caminar a la espalda de las
cuadras, junto a la alta baranda descolorida que protege la fachada principal del colegio. Desde allí ve entre los barrotes, como el lomo de una cebra, la carretera asfaltada que serpentea al pie de la baranda y el borde de los acantilados, escucha el rumor del mar y, si la neblina no es espesa, distingue a lo lejos, igual a una lanza iluminada, el malecón del balneario de La Punta penetrando en el mar como un rompeolas y, al otro extremo, cerrando la bahía invisible, el resplandor en abanico de Miraflores, su barrio. El oficial de guardia pasa revista a los imaginarias cada dos horas: a la una, lo hallará en su puesto. Mientras, Alberto planea la salida del sábado. «Podría que unos diez tipos se soñaran con la película ésa, y viendo tantas mujeres en calzones, tantas piernas, tantas barrigas, tantas, me encarguen novelitas, pero acaso pagan adelantado y cuándo las haría si mañana es el examen de Química y tendré que pagarle al Jaguar por las preguntas salvo que Vallano me sople a cambio de cartas pero quién se fía de un negro. Podría que me pidan cartas, pero quién paga al contado a estas alturas de la semana si ya el miércoles todo el mundo ha quemado sus últimos cartuchos en ‘La Perlita’ y en las timbas. Podría gastarme veinte soles si los consignados me encargan cigarrillos y se los pagaría en cartas o novelitas, y la que se armaría, encontrarme veinte soles en una cartera perdida en el comedor o en las aulas o en los excusados, meterme ahora mismo en una cuadra de los perros y abrir roperos hasta encontrar veinte soles o mejor sacar cincuenta centavos a cada uno para que se note menos y sólo tendría que abrir
cuarenta roperos sin despertar a nadie contando que en todos encuentre cincuenta centavos, podría ir donde un suboficial o un teniente, présteme veinte soles que yo también quiero ir donde la Pies Dorados, ya soy un hombre y quién mierda grita ahí…»