Ya ha comenzado diciembre. Se acercan las semanas previas a la Navidad con sus exámenes, su puente y sus evaluaciones. Semanas que suelen ser de intenso trabajo. Pero como siempre, al ser viernes, sacamos tiempo para plantear nuestro ¡Ponte a prueba!, el sencillo y amable acertijo que planteamos desde 2015 para acompañar a las valientes y esforzadas personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su prueba más temida, la del comentario de texto.
La propuesta de la semana: una vieja conocida
Hoy traemos una obra que ha tenido una difusión relativamente importante en los últimos años. No es Quijote, pero tampoco una obra totalmente desconocida. Como siempre, se trata de señalar obra y autoría, lo que en este caso puede resultar complicado. Si ello no es posible, intentaremos adscribirla a un género, una época y un movimiento literario de forma razonada.
¿Por qué y cómo participar en el Ponte a prueba?
Nuestro reto está asociado desde el primer día a la página de Facebook de opolengua.com, y es en ella donde muchos seguidores en estos once años han ido poniendo sus comentarios aportando interesantes informaciones. Así que puedes participar si lo deseas escribiendo un comentario en ella siempre que sigas las normas del acertijo (no usar nada más que tu competencia literaria para resolver el enigma). Esto es mejor que limitarse a leer los comentarios, porque la toma de una decisión y su exposición pública nos aporta un plus de implicación emocional más parecida a la del examen real. Puedes escribir tu comentario hasta el domingo por la noche en la página de Facebook de opolengua.com, y nosotros publicaremos el lunes la solución del acertijo y la lista de acertantes.
Y nada más por hoy.
Saludos y ánimo.
Cuando Antonia volvió de la consulta, más pálida que de costumbre, de cada tenducho y de cada cuarto bajo salían mujeres en pelo a preguntarle noticias, y se oían exclamaciones de horror. ¡La ley, en vez de protegerla, obligaba a la hija de la víctima a vivir bajo el mismo techo, maritalmente con el asesino!
-¡Qué leyes, divino Señor de los cielos! ¡Así los bribones que las hacen las aguantaran! -clamaba indignado el coro-. ¿Y no habrá algún remedio, mujer, no habrá algún remedio?
-Dice que nos podemos separar… después de una cosa que le llaman divorcio.
-¿Y qué es divorcio, mujer?
-Un pleito muy largo.
Todas dejaron caer los brazos con desaliento: los pleitos no se acaban nunca, y peor aún si se acaban, porque los pierde siempre el inocente y el pobre.
-Y para eso -añadió la asistenta- tenía yo que probar antes que mi marido me daba mal trato.
-¡Aquí de Dios! ¿Pues aquel tigre no le había matado a la madre? ¿Eso no era mal trato? ¿Eh? ¿Y no sabían hasta los gatos que la tenía amenazada con matarla también?
-Pero como nadie lo oyó… Dice el abogado que se quieren pruebas claras…
Se armó una especie de motín. Había mujeres determinadas a hacer, decían ellas, una exposición al mismísimo rey, pidiendo contraindulto. Y, por turno, dormían en casa de la asistenta, para que la pobre mujer pudiese conciliar el sueño. Afortunadamente, el tercer día llegó la noticia de que el indulto era temporal, y al presidiario aún le quedaban algunos años de arrastrar el grillete. La noche que lo supo Antonia fue la primera en que no se enderezó en la cama, con los ojos desmesuradamente abiertos, pidiendo socorro.
Después de este susto, pasó más de un año y la tranquilidad renació para la asistenta, consagrada a sus humildes quehaceres. Un día, el criado de la casa donde estaba asistiendo creyó hacer un favor a aquella mujer pálida, que tenía su marido en presidio, participándole como la reina iba a parir, y habría indulto, de fijo.




