Hoy es 7 de diciembre de 2025. Día de la Inmaculada, elevado a fiesta nacional para conmemorar el milagro de Empel durante la guerra de los Ochenta Años. Pero siendo festivo, es lunes y por ello, es el día en el que publicamos nuestro ¡Ponte a prueba!, el reto con el que acompañamos desde 2015 el esfuerzo ímprobo que decenas de opositores realizan para preparar la siempre temida prueba de comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
La obra elegida esta semana no ha aparecido nunca en las oposiciones. Sin embargo, su autora y este género de relatos, que podríamos llamar “cuentos feministas” sí lo han hecho y dadas las circunstancias político-sociales que vivimos, es muy posible que vuelva a ser así. De hecho, ya hay una antología de sus relatos que se llama precisamente “Cuentos feministas”. Por tanto, prestar atención a los mismos era una necesidad en nuestro reto.
Esta es la semana menos activa en las oposiciones del año. Nosotros, que llevamos en esto casi treinta años, lo tenemos bien aquilatado. Son los exámenes, las evaluaciones, las compras navideñas y el puente… Por ello, la secretaria de Opolengua retrasa sus vacaciones a estos días y es también normal, por tanto, que la participación haya sido menor. Aun así, nuestras fieles seguidoras han dado muestra de su fina competencia literaria. Y así, nuestra amiga María Pilar Carbonero Muñoz ha señalado género y autoría y nuestras seguidoras destacada Cris AlRío, Lidia Parra González y Eva López Santuy han hecho pleno indicando acertadamente obra y autoría Así que ¡enhorabuena a todos ellas y ojalá que en la prueba de las oposiciones de Lengua tengan la misma suerte!

Y es que efectivamente se trataba de«El indulto» (1883) un relato estremecedor de Emilia Pardo Bazán ((1851-1921), basado en un acontecimiento real, que se publicó en 1883, en la Revista Ibérica, y luego se integró en el libro de cuentos La dama joven, de 1885. Y nada más por hoy.
Saludos y ánimo. ¡A por la plaza!
Cuando Antonia volvió de la consulta, más pálida que de costumbre, de cada tenducho y de cada cuarto bajo salían mujeres en pelo a preguntarle noticias, y se oían exclamaciones de horror. ¡La ley, en vez de protegerla, obligaba a la hija de la víctima a vivir bajo el mismo techo, maritalmente con el asesino!
-¡Qué leyes, divino Señor de los cielos! ¡Así los bribones que las hacen las aguantaran! -clamaba indignado el coro-. ¿Y no habrá algún remedio, mujer, no habrá algún remedio?
-Dice que nos podemos separar… después de una cosa que le llaman divorcio.
-¿Y qué es divorcio, mujer?
-Un pleito muy largo.
Todas dejaron caer los brazos con desaliento: los pleitos no se acaban nunca, y peor aún si se acaban, porque los pierde siempre el inocente y el pobre.
-Y para eso -añadió la asistenta- tenía yo que probar antes que mi marido me daba mal trato.
-¡Aquí de Dios! ¿Pues aquel tigre no le había matado a la madre? ¿Eso no era mal trato? ¿Eh? ¿Y no sabían hasta los gatos que la tenía amenazada con matarla también?
-Pero como nadie lo oyó… Dice el abogado que se quieren pruebas claras…
Se armó una especie de motín. Había mujeres determinadas a hacer, decían ellas, una exposición al mismísimo rey, pidiendo contraindulto. Y, por turno, dormían en casa de la asistenta, para que la pobre mujer pudiese conciliar el sueño. Afortunadamente, el tercer día llegó la noticia de que el indulto era temporal, y al presidiario aún le quedaban algunos años de arrastrar el grillete. La noche que lo supo Antonia fue la primera en que no se enderezó en la cama, con los ojos desmesuradamente abiertos, pidiendo socorro.
Después de este susto, pasó más de un año y la tranquilidad renació para la asistenta, consagrada a sus humildes quehaceres. Un día, el criado de la casa donde estaba asistiendo creyó hacer un favor a aquella mujer pálida, que tenía su marido en presidio, participándole como la reina iba a parir, y habría indulto, de fijo.




