Tras los resultados de las oposiciones de este año, toca la reflexión. Cada persona debe hacer un balance lo más sereno posible sobre lo que le ha ocurrido y luego tomar decisiones sobre el futuro. Sobre este aspecto, que en realidad se concreta en un interrogante (seguir preparándose o no) trataremos un día venidero.
Muchas personas habrán pensado (y con mucha razón) que han hecho todo lo que han podido y que el tribunal o el propio modelo de oposiciones es injusto. Y esto es así.
Las oposiciones son injustas porque no son objetivas. No hay además derecho a que no se puedan ver los ejercicios corregidos y a que todo se reduzca a unas explicaciones del tribunal que suelen ser vagas e imprecisas, cuando no falsas totalmente.
¿Cómo evitar esto? ¿Cómo deberían ser las oposiciones? Comentaremos hoy solamente cómo debería ser el ejercicio teórico. Las oposiciones deben medir básicamente tres cosas: el dominio de los contenidos a explicar a los alumnos, el dominio de las habilidades prácticas a transmitir a los alumnos y la capacidad del profesor de transmitir esos conocimientos, Como estos tres elementos son de naturaleza muy diferente, será preciso realizar tres pruebas distintas que permitan a los opositores mostrar sus capacidades.
En nuestra opinión, en la prueba de conocimientos debe buscarse la máxima objetividad evitando que el azar o la aleatoriedad condicionen el futuro del opositor y por ello de todo el sistema. Creemos que debería llegarse a un temario oficial. Esto querría decir que cada uno de los temas debería ser desglosado minuciosamente en muchos subapartados o epígrafes incluyendo en este modelo oficial las teorías científicas sobre cada aspectos que se deben dominar. Por ejemplo, aplicado a la asignatura de Lengua, y en lo referente a la teoría de los géneros debería constar claramente a qué autores hay que referirse (Platón, Hegel Bajtín, etc) y al tratar sobre la oración habría que plantearse qué enfoques deben dominarse (Chomsky, Real Academia, etc). De esta forma, el opositor tendría bien claro que estudiar y el tribunal tendría bien claro qué debería corregir. Hoy, lamentablemente, muchos tribunales no saben el tema que tienen que evaluar y echan mano de temarios de academia. De esta forma, además, se acabaría con el negocio de las academias tal y como hoy se conciben, pues tendrían que fundamentar su preparación en otros aspectos. Por tanto, abogamos porque el temario se desglose en muchas preguntas concretas para evitar la subjetividad del tribunal. Si hoy cada temario tiene 72 temas, nuestro modelo dividiría cada uno de esos temas en unos siete, ocho y hasta diez epígrafes concretos por lo que abogamos por una batería de epígrafes posibles de entre 700 y 1000. Eso no quiere decir que habría que estudiar más sino que el mismo contenido en folios se dividiría en 700 epígrafes en vez de entre 72. Hay que decir que el borrador que presentó el último Gobierno PSOE no se alejaba mucho de este modelo pues planteaba que cada tema se dividiese en 5 epígrafes y de las 375 preguntas resultantes se preguntaran 7 al azar a los opositores.
Pero una vez constituido este temario concreto y objetivo, creemos que la prueba debería huir de la aleatoriedad y el azar. Bastante problema de enchufismo tenemos en España como para que los tribunales puedan emplear malas artes. Hay que reducir por tanto la subjetividad en la corrección y un tema amplio permite enormemente la subjetividad. Además hay que evitar el azar. Deben tener la plaza los que dominen un temario entero, no los que tengan más suerte. Hoy se contesta una sola bola, lo que en la práctica quiere decir que un opositor sabiéndose perfectamente un tema puede obtener la plaza si tiene la suerte de que le caiga esa bola. Nosotros abogamos por un sistema de un examen parecido al MIR en el que se preguntasen en cuatro horas el máximo de preguntas posibles de tipo test basadas en esos epígrafes concretos de forma que se le preguntase al opositor sobre todos los temas de la oposición. Si hay 72 temas, pues se podrían incluir 360 o incluso 720 preguntas.
Otra opción (aquí hay que tener en cuenta que no todas las especialidades tienen que tener un sistema idéntico) sería que de esas 720 preguntas del temario se sacasen 24 preguntas que saliesen de un bombo evitando así el problema de las filtraciones y que cada una fuera contestada en diez minutos. Si en vez de preguntas de diez minutos fueran preguntas de 5 minutos todavía estaría mejor pues se podrían preguntar 48 cuestiones, evitando así el azar (que seguiría existiendo). Incluso se podría llegar a un examen de tipo test con miles de preguntas (tal y como es el MIR, que tan buenos resultados ha dado).
La corrección sería absolutamente objetiva y los tribunales podrían publicar las soluciones de la prueba y explicar con sencillez a cada opositor por qué ha suspendido. Dejaría de pasar lo que tantas veces ha ocurrido y es que el opositor no sabe absolutamente nada del proceso que le ha dejado sin plaza y con una cara de idiota impresionante.
Honestamente, este sistema tendría sus fallos y obviamente podría ser mejorado, pero no me cabe la menor duda de que es mucho mejor que el actual. Eso seguro.
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