Efectivamente, tal y como han señalado diferentes opositores (Ana Martínez Orozco, Maite de Cuartillo, Gala González, Luis Jesús del Castillo Montes, Tanaisú Medina y Raquel CM), el texto en cuestión es un fragmento de Pedro Páramo (1955) del escritor mejicano Juan Rulfo (1917-1986). Es importante al señalar la adscripción de un texto indicar la posición del fragmento en la obra y/o su funcionalidad en la misma de forma que le aclaremos al tribunal que no solo hemos acertado al obra (sencillo si captamos nombres de espacios o personajes; en concreto, aquí el de Comala) sino que la conocemos realmente. Hay una diferencia también entre ambas cosas por lo que se establecen tres categorías: las de quienes no la identifican, la de quienes la identifican y las de quienes la identifican y conocen (que son los que tienen mayor ventaja lógicamente). Ese es el caso de Gala González, que ha indicado que efectivamente era el inicio de la obra cuando Juan Preciado llega a Comala. Enhorabuena a todos.
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias.
El camino subía y bajaba: «Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja».
-¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
-Comala, señor.
-¿Está seguro de que ya es Comala?
-Seguro, señor.
-¿Y por qué se ve esto tan triste?
-Son los tiempos, señor.
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque
me dio sus ojos para ver:
«Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy
hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche». Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma… Mi madre.
-¿Y a qué va usted a Comala, si se puede saber? -oí que me preguntaban.
-Voy a ver a mi padre -contesté.
-¡Ah! -dijo él.
Y volvimos al silencio.