Esta semana el texto ha sido acertado nuevamente por varias personas. Como siempre decimos en nuestros cursos de comentario, es importante en las oposiciones de Lengua y literatura acertar la obra y el autor de un texto porque nos va a dar la posibilidad de analizarlo mejor. Es importante así mismo situar el fragmento en la obra.
Así que hay que dar la enhorabuena a Erika Marrero Miranda, Rosa Romero, Ale Gala, Conchi Rodríguez Viciana y Sandra P. Glez. porque han indicado muy bien que la obra era Fortunata y Jacinta (1887) de Benito Pérez Galdós (1843–1920), el novelista español más importante del siglo XIX. Son numerosísimas las anécdotas que protagonizó este hombre políticamente comprometido con su tiempo y muy querido por los españoles y especialmente por los canarios y los madrileños. Citaremos solo una: el entierro de Galdós fue la mayor manifestación de duelo acaecida en la ciudad de Madrid hasta 1931.
Por otro lado, hay que indicar que el fragmento pertenece al inicio de la inmortal novela y como podemos ver, siguiendo a su admirado Balzac, introduce personajes de otras novelas, tejiendo de este modo su particular universo novelesco.
Don Baldomero Santa Cruz era hijo de otro D. Baldomero Santa Cruz que en el siglo pasado tuvo ya tienda de paños del Reino en la calle de la Sal, en el mismo local que después ocupó D. Mauro Requejo. Había empezado el padre por la más humilde jerarquía comercial, y a fuerza de trabajo, constancia y orden, el hortera de 1796 tenía, por los años del 10 al 15, uno de los más reputados establecimientos de la Corte en pañería nacional y extranjera. Don Baldomero II, que así es forzoso llamarle para distinguirle del fundador de la dinastía, heredó en 1848 el copioso almacén, el sólido crédito y la respetabilísima firma de D. Baldomero I, y continuando las tradiciones de la casa por espacio de veinte años más, retirose de los negocios con un capital sano y limpio de quince millones de reales, después de traspasar la casa a dos muchachos que servían en ella, el uno pariente suyo y el otro de su mujer. La casa se denominó desde entonces Sobrinos de Santa Cruz, y a estos sobrinos, D. Baldomero y Barbarita les llamaban familiarmente los Chicos.
En el reinado de D. Baldomero I, o sea desde los orígenes hasta 1848, la casa trabajó más en géneros del país que en los extranjeros. Escaray y Pradoluengo la surtían de paños, Brihuega de bayetas, Antequera de pañuelos de lana. En las postrimerías de aquel reinado fue cuando la casa empezó a trabajar en géneros de fuera, y la reforma arancelaria de 1849 lanzó a D. Baldomero II a mayores empresas. No sólo realizó contratos con las fábricas de Béjar y Alcoy para dar mejor salida a los productos nacionales, sino que introdujo los famosos Sedanes para levitas, y las telas que tanto se usaron del 45 al 55, aquellos patencures, anascotes, cúbicas y chinchillas que ilustran la gloriosa historia de la sastrería moderna. Pero de lo que más provecho sacó la casa fue del ramo de capotes y uniformes para el Ejército y la Milicia Nacional, no siendo tampoco despreciable el beneficio que obtuvo del artículo para capas, el abrigo propiamente español que resiste a todas las modas de vestir, como el garbanzo resiste a todas las modas de comer. Santa Cruz, Bringas y Arnaiz el gordo, monopolizaban toda la pañería de Madrid y surtían a los tenderos de la calle de Atocha, de la Cruz y Toledo.