Ya concluye mayo y esta semana terminamos nuestro Curso de preparación de oposiciones Opolengua. La semana que viene ya iremos publicaremos el nuevo curso de oposiciones que hemos diseñado para el curso que viene, en el que estoy muy ilusionado pues creo que no hay nadie en España que tenga planteado un curso así. Espero con este curso nuevo conectar con las necesidades de miles de opositores de Lengua y literatura, de forma que les pueda ser útil, lo que constituye el sentido final de mi trabajo.
Así pues esta es la última semana de nuestro concurso. Y hemos elegido para él un texto muy conocido que para mí es muy grato. Se trata como siempre de adivinar su autor, su obra, su situación dentro de la misma, su género y su época. Es decir, todos los datos que nos van a servir para comentar bien el texto. El texto es el siguiente.
Pero volvamos a la preeminencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar, según son las razones que cada una de su parte alega. Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe de estimar en más. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes, que en parte ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida. Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado que, hallándose cercado en alguna fuerza y estando de posta o guarda en algún revellín o caballero, siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza?