Volvemos como cada viernes con nuestro acertijo en el que proponemos un texto para que las personas que preparan las oposiciones de Lengua castellana y literatura puedan poner a prueba sus lecturas reconociendo el texto o bien sean capaces de situarlo en su época, movimiento, género y autor. Nuestra intención, como siempre decimos, es ayudar a que los opositores puedan preparar de forma amena la prueba del comentario.
El texto que traemos hoy sirve perfectamente para este cometido, porque fue utilizado ya en unas oposiciones anteriores a principios del siglo XX (creo recordar que en la comunidad de Madrid). Lo ideal es ser capaz de reconocer obra y autor, pero si ello no fuera posible sería bueno señalar su época y género.
Como siempre, se pueden enviar las respuestas hasta el domingo por la noche en el enlace que aparece en la página de Opolengua en Facebook. Como siempre, el lunes por la tarde publicaremos la solución y los nombres de las personas que hayan acertado.
«Yo, señor hidalgo, soy natural de la Fuenfrida, lugar conocido y famoso por los ilustres pasajeros que por él de contino pasan; mi nombre es Pedro del Rincón; mi padre es persona de calidad, porque es ministro de la Santa Cruzada: quiero decir que es bulero, o buldero, como los llama el vulgo. Algunos días le acompañé en el oficio, y le aprendí de manera, que no daría ventaja en echar las bulas al que más presumiese en ello. Pero, habiéndome un día aficionado más al dinero de las bulas que a las mismas bulas, me abracé con un talego y di conmigo y con él en Madrid, donde con las comodidades que allí de ordinario se ofrecen, en pocos días saqué las entrañas al talego y le dejé con más dobleces que pañizuelo de desposado. Vino el que tenía a cargo el dinero tras mí, prendiéronme, tuve poco favor, aunque, viendo aquellos señores mi poca edad, se contentaron con que me arrimasen al aldabilla y me mosqueasen las espaldas por un rato, y con que saliese desterrado por cuatro años de la Corte. Tuve paciencia, encogí los hombros, sufrí la tanda y mosqueo, y salí a cumplir mi destierro, con tanta priesa, que no tuve lugar de buscar cabalgaduras. Tomé de mis alhajas las que pude y las que me parecieron más necesarias, y entre ellas saqué estos naipes -y a este tiempo descubrió los que se han dicho, que en el cuello traía-, con los cuales he ganado mi vida por los mesones y ventas que hay desde Madrid aquí, jugando a la veintiuna;»