Hemos comenzado el año con fuerza, terminando un interesante Curso de Situaciones de Aprendizaje basado en los documentos y las actividades marcadas por diferentes consejerías de educación. Creemos que es un curso útil y claro sobre cómo hacer una situación de aprendizaje y ya está disponible en Opolengua. Pero eso fue ayer. Hoy es viernes y como siempre, en www.opolengua.com planteamos nuestro acertijo, el ¡Ponte a prueba!, que quiere ser un reto ameno y relajante que sirva para ayudar a las valerosas y sacrificadas personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su temida prueba de comentario de texto. Se trata de servir como piedra de toque para el día D, por lo que para participar debemos emplear los mismos medios que usaremos ese día; es decir, solo nuestro talento y competencia literaria sin ayudas de ningún tipo. Como siempre, nuestro acertijo no es solo para opositores, sino que está abierto, a aquellas personas que, en ambos hemisferios, aman la lengua española y su literatura.
En el último mes de diciembre renovamos nuestro tema 50 con las últimas obras publicadas sobre el Quijote y hoy, precisamente, traemos un importante texto que enlaza con este tema. Se trata, como siempre, de reconocer la obra y su autoría. Pero cuando esto no es posible, con explicar razonadamente la adscripción del texto a un género, una época y un movimiento podemos armar un comentario muy sólido. Creemos que este texto podría dar pie a un comentario en estas líneas.
Como siempre, puedes participar escribiendo comentarios en la página de Facebook de opolengua.com (no en la mía personal) hasta el domingo por la noche. Nosotros daremos el lunes la solución del reto y la lista de acertantes.
Y nada más por hoy. Feliz fin de semana. Saludos y ánimo.
No comprendo que se pueda leer el Quijote sin saturarse de la melancolía que un hombre y un pueblo sienten al desengañarse de su ideal; y si se añade que Cervantes la padecía al tiempo de escribirlo y que también España, lo mismo que su poeta, necesitaba reírse de sí misma para no echarse a llorar, ¿qué ceguera ha sido ésta, por la que nos hemos negado a ver en la obra cervantina la voz de una raza fatigada, que se recoge a descansar después de haber realizado su obra en el mundo? Una obra de “frívolo y ameno entretenimiento” no apresaría el ánimo en la misma medida que el Quijote. Tampoco basta a explicar su grandeza el hecho de que tantos escritores hubiesen combatido los libros de caballería y sólo Cervantes “se hiciera obedecer” según frase de un crítico. No diré que cuando Cervantes compuso su obra fueran los libros de caballería esas obras de mero pasatiempo que apenas dejan huellas en el espíritu porque su influencia había sido mucha, aunque ya declinaba cuando se publicó el Quijote. Algo más ha de haber en esta novela cuando no falta quien ha creído encontrar en sus páginas un sistema filosófico, un programa de gobierno, una síntesis de teología y hasta un tratado de medicina o estrategia. ¿Qué hay en el Quijote?
No busquemos interpretaciones esotéricas; leámoslo con humildad y sencillez.