Ayer fue el Día de la Hispanidad. Celebramos el día más importante para la lengua española, pues fue precisamente un 12 de octubre cuando las naves españolas llegaron a América. Asisto con perplejidad a algunos mensajes en las Redes que dicen que no hay nada que celebrar. ¿De verdad un profesor de Lengua puede pensar una barbaridad así? No es este el lugar para contestar esos mensajes (quien quiera profundizar puede leer este artículo y este otro nuestro blog para profesores y alumnos de Lengua Castellana y Literatura, La Hispaniola), pues nos desviaría de nuestro propósito; pero sí al menos señalar que quienes idearon estas teorías contra España son los mismos que allá donde llegaron mataron a todos los que pudieron o los metieron en reservas. Esos son los que nos dan lecciones de moral. Y lo peor es que una gran parte de la población hispana (España incluida) les ha comprado la mercancía desde hace muchos años. En www.opolengua.com amamos a España y amamos nuestra lengua. Y por eso la estudiamos. Esta es una página española y que defiende la cultura española. Y lo que es absolutamente contradictorio e incoherente es creer que nuestra lengua es una lengua opresora e imperialista y querer ganarse la vida enseñándola.
Pero hoy, además de todo esto, es lunes y eso quiere decir que es el día en que publicamos la solución de nuestro ¡Ponte a prueba!, el acertijo con el que acompañamos a las personas nobles y esforzadas en la preparación de la prueba del comentario de texto, la más exigente y temida de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Este texto tenía sus dificultades, como ya avisábamos el viernes y seguramente esto (y el puente) ha hecho que haya habido menos participación a través de nuestra página de Facebook, que es donde recomendamos siempre su seguimiento.
En todo caso, Cristina Olea García ha señalado acertadamente el género y la época y el movimiento del texto con sólidos argumentos. Y una de nuestras seguidoras destacadas, Eva López Santuy, ha hecho pleno absoluto al señalar la obra y su autoría. ¡Enhorabuena a ambas y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Y es que, efectivamente, se trataba de la “Salutación del optimista” de Cantos de vida y esperanza (1905) de Rubén Darío (1867-1916). Hay muchos autores que muestran ese mestizaje del que hablábamos más arriba y que no existe en otra lengua del mundo que no sea el español. Rubén Darío es uno de los grandes de nuestra literatura, poeta nicaragüense que ha sido comparado con Garcilaso como introductor de las influencias francesas a finales del siglo XIX y comienzos del XX generando un movimiento literario hispano al que se adhirieron y del que fueron herederos desde los hermanos Machado a Juan Ramón Jiménez pasando por Valle Inclán. Cantos de vida y esperanza es, además, una obra cívica que el propio autor escribió en sus propias palabras como “defensa de la hispanidad” frente a la acometida del mundo anglosajón que resulta ideal para releer en la actualidad y enseñar a nuestros alumnos. Así pues, ¡gloria al Vate!
Y nada más por hoy. Feliz semana de estudio.
Saludos y ánimo.
Abominad la boca que predice desgracias eternas,
abominad los ojos que ven sólo zodiacos funestos,
abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres,
o que la tea empuñan o la daga suicida.
Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la Tierra;
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas
no despierten entonces en el tronco del roble gigante
bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?
¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos
y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida?
No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo,
ni entre momias y piedras que habita el sepulcro,
la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,
que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,
ni la que tras los mares en que yace sepulta la Atlántida,
tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.
Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos;
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
de los egregios padres que abrieron el surco prístino,
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
y el rumor de espigas que inició la labor triptolémica.
Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
La latina estirpe verá la gran alba futura,
en un trueno de música gloriosa, millones de labios
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros,
¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!