Hoy, en este día festivo de la Inmaculada Concepción, me ha parecido interesante y ligero hacer una breve entrada de cómo fueron mis primeras oposiciones, allá por 1992. Puede resultar útil en esta época para que veamos en qué circunstancias se dan los procesos de regularización y cuáles son las consecuencias que tienen en las oposiciones y en el propio sistema educativo.
1992: la regularización de interinos por la implantación de la ESO
1992 fue el año olímpico y del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, el año triunfal del reinado de Juan Carlos I y del propio PSOE, que celebrara su décimo año de estancia en el poder. Esa larga estancia en el poder, con cómodas mayorías parlamentarias apoyadas en los nacionalistas del PNV y de la antigua Convergencia i Unió (hoy PdCat), les había permitido aprobar una nueva ley educativa, la LOGSE que marcaría el destino de nuestro sistema educativo y por tanto de nuestro país. Tras ella, nada volvió a ser como era. La educación secundaria apostaba por reunir a todos los alumnos, independientemente de sus gustos y capacidades, en la misma aula. Baste recordar que hasta su implantación, la primaria, la antigua EGB era muy restrictiva y un porcentaje muy elevado de alumnos (más de un 20%) no la aprobaban y se veían obligados a hacer FP, pues para iniciar el BUP se necesitaba tener el título, lo que suponía que solo el 25% de los alumnos de primaria hacían bachillerato. Para hacernos una idea de lo que eso suponía, imaginemos que en una clase de 3º ESO quitamos el 75% de los que ahora asisten. Pues eso era un 1º de BUP de 1980. Imaginemos el clima en la clase, el nivel de las clases y el nivel de las oposiciones, con muchísimas menos plazas.
La implantación de la LOGSE y las oposiciones
Pero el PSOE pactó una ley con los nacionalistas y promulgaron la LOGSE (ley que en realidad ha estado en vigor desde entonces). Desde 1990 se estaba implantando la LOGSE en España, con las tensiones docentes que en otras ocasiones explicaré, pues las viví en cuanto comencé a trabajar como interino. Yo entonces era militante de FETE-UGT y, por tanto, estaba a favor de la nueva ley, que a todos los izquierdistas nos parecía fenomenal. Como sucede cada vez que se aprueba una nueva ley orgánica (LO) se realizó un nuevo método de acceso transitorio que marcaría el nuevo sistema educativo de forma indeleble. Este sistema estaba, como desarrollaremos más abajo, totalmente relacionado con la aprobación de la nueva ley.
¿Cómo se consiguió el apoyo del profesorado a la ESO?
El PSOE promulgó la LOGSE y esta suponía la creación de un cuerpo único de docentes de secundaria. Hasta entonces había tres con tres oposiciones diferentes. Estaba la de catedráticos (100 temas y una bola), profesores de bachillerato (86 temas y dos bolas) y profesores de FP (50 temas y cuatro bolas). Obviamente, para quien ha estudiado oposiciones, no hay que explicar nada más. Las diferencias de conocimientos entre unos profesores y otros eran evidentes. Yo conocí a algunos catedráticos de los antiguos y he de decir que eran todos verdaderos sabios, personas muy preparadas y siempre atentos a las novedades bibliográficas. Podían dar clase, todos, en la universidad de entonces, tranquilamente.
Esta unificación tuvo su influencia en el hecho de que los profesores de FP podrían hacer valer su antigüedad en el concurso de traslados y así un profesor de FP que obtuvo su plaza fácilmente en 1972, acostumbrado a bregar con los suspensos de la EGB (que eran sus alumnos de FP) se encontró con que a partir de 1990 podría trasladarse a un centro buenísimo de BUP adelantando a un profesor de bachillerato que hubiera sacado su plaza en 1986 en una oposición mucho más difícil. ¿Cómo iba a estar en contra de la ley el profesorado de FP o los maestros que pasaron a dar clase en los institutos multiplicando su sueldo y sin sacar la oposición?
¿En que consistía la oposición de 1992?
El tercer apoyo de la nueva ley fueron las oposiciones. La idea era desmontar los dos cuerpos anteriores por el sistema de la inflación de profesores, llenándolos de profesores de menor cualificación, pero que acabaran siendo mayoritarios. Y lo consiguieron. ¿Cómo? Sacando miles y miles de plazas al mercado de las oposiciones para tres años. El resultado posterior es que después vinieron casi diez años casi sin plazas.
La guinda de la ESO trajo un sistema de acceso a las oposiciones según el cual los interinos tenían un punto por cada año de antigüedad (todavía no se había inventado el sistema de los cursos) que se sumaban a la nota del examen a partir de sacar un cuatro. Esos puntos por antigüedad se concedían también a los profesores que provenían de los llamados “centros en crisis” de la concertada (todos los que incluyeron los sindicatos, que eran todos). Es decir, mi propia profesora de Literatura del colegio Montserrat se pudo presentar a las oposiciones con diez puntos de mérito aunque provenía de la enseñanza concertada. Cito a esta buena señora porque será protagonista de nuestra historia en el capítulo próximo.
Entre 1990 y 1993 solo había que superar la encerrona
El sistema de acceso se reducía a una encerrona de dos horas en las que podías preparar un tema para exponerlo en una hora. Había que exponer el contenido del tema y en los últimos diez minutos hacer una breve aplicación didáctica del mismo. Como había dos horas para encerrarte, un interino que supiera un poquito, con diez años de puntos de antigüedad, le ponían un 4 y sumaba 10 puntos de méritos con lo que el 14 era su meta a batir. Los no interinos podíamos aducir los méritos de las notas de carrera. Yo tenía un notable y eso suponía 1,5 puntos. También los podían incorporar los interinos, por supuesto.
¿Cómo fue mi oposición de 1992?
Pues fue un desastre. Yo me había encontrado con mi amigo y maestro Jesús Felipe Martínez Sánchez en el inicio de la primavera, justo cuando iba a salir la convocatoria, y me animó a presentarme. Yo le hice las objeciones correspondientes: no sabía nada, había sido un mediocre estudiante de universidad, más bien un político, quedaban dos meses para el examen y no sabía ni cuál era el temario. Pero él me prometió ayuda, me animó, me dijo que tenía buenas capacidades, que iban a salir muchas plazas en los próximos años y me aseguró que, al final, la sacaría. Bendita aquella tarde que cambió mi vida y, como siempre, mi agradecimiento a su ayuda y su orientación. Eché los papeles.
Junio de 1992: la hora definitiva.
Llego al tribunal. Mañana muy soleada. Creo que fue en el INB Santamarca de Madrid. Solo me he estudiado un tema. Tema 37: La Celestina. No tengo ninguna fe en que me salga. Llevo una maleta con el temario y unos cuantos libros. Hace un calor horroroso. Me llevan a una habitación oscura. Sacan cinco bolas. No sale el 37. Me llevan a una habitación y me dejan. Pienso, un mar de nervios… ¿qué hacer? Y me da una vergüenza terrible hacer el ridículo. ¿Salgo a hacer mi exposición? ¿O no? Al final, me desarmo. Me da vergüenza salir a decir tonterías. Me planto delante del tribunal y les digo que me voy. Me intentan convencer de que diga algo, de que hay muchas plazas. Yo no sabía ni cuantas plazas había y ni si eran muchas o pocas. Les digo que no, que me voy. Me miran con lástima. Cojo mi maleta y salgo a la calle. Liberación. ¡Qué mal trago! A las semanas, ni me preocupo por mirar las listas de aprobados. Mal hecho. Nadie ha bajado de 14 puntos. Todos, absolutamente todos los aprobados son interinos.