Esta ya es la tercera entrada de la serie. En la primera explicamos cómo me hice preparador de Lengua y en la segunda cómo discurrió mi primer año en esta maravillosa tarea. Y así llegamos al curso 2000-2001, que fue quizá el más difícil de mi carrera como preparador de Lengua. Se juntaron aquel año muchas cosas que podrían haberme hecho descarrilar de mi empeño. Creo que solo mi pasión por lo que hacía me decidió a proseguir.
¿Quién necesita un preparador de Lengua al que casi nadie conoce?
En aquellos tiempos Internet estaba en mantillas. Muchas personas que lean este artículo se acordarán de aquellos módems de 56 kbs.que hacían ruido al conectarse, de las conexiones que fallaban más que una escopeta de feria, del exitoso (por entonces) buscador Yahoo o del portal Terra (que acabó con la pérdida de grandes sumas de dinero por parte de los pequeños accionistas, entre ellos mi padre). Eran tiempos analógicos. Y yo llevaba solo un año en Cádiz y no me conocía nadie.
¿Quién necesita un preparador de Lengua cuando no hay oposiciones de Lengua?
Este fue otro grave escollo de aquel año. Las oposiciones de Lengua estaban preparadas para 2002 y además se esperaban pocas plazas, por lo que nadie estaba buscando desesperadamente un preparador de Lengua.
¿Qué le ocurre a un preparador de Lengua cuando se queda sin lugar para dar sus clases?
A todo esto se unió un hecho que puso las cosas más difíciles. La madre de mis hijas estaba destinada en el Coto de Bornos (y yo en Bornos) y no quería comerse diariamente los ochenta kilómetros que había desde nuestra casa de El Puerto de Santa María hasta allí. Eran ciento sesenta kilómetros diarios de carretera convencional en la que había que realizar muchos adelantamientos. A mí me encanta conducir tanto como navegar o volar. El hecho de desplazarme sobre el globo terráqueo me hace sentirme vivo y partícipe de la Creación, por lo que esos kilómetros no me pesaban.
Pero comprendía también su postura. De hecho, muchos compañeros destinados en el IES El Convento vivían en Bornos o en Arcos de la Frontera hasta que les daban traslado más cerca de sus domicilios. Era un entorno natural, con muchos atractivos histórico-culturales y toda la sierra de Cádiz para conocer: Ubrique, Grazalema, Prado del Rey, El Bosque, Benamahoma y un largo etcétera. Decidimos probar un año o dos.
Lo malo es que yo me quedé sin sótano en mi propia casa y sin lugar donde dar las clases como preparador de Lengua, ya que el adosado en Arcos de la Frontera que alquilamos era muy pequeño y no tenía espacio físico donde poner una pizarra. Además, ¿quién iba a ir hasta allí para recibir clase? Todo parecía torcerse.
Las cosas buenas de aquel año: el IES El Convento
Pero no todo iba a ser un obstáculo para mi actividad como profesor y preparador de Lengua. Tenía el privilegio de dar clase en un monumento histórico edificado en 1597, el convento del Corpus Christi y en el Colegio de la Sangre, del que ya hablaremos en la siguiente entrada. En este curso ya me adapté completamente a mi nuevo centro y tuve la enorme satisfacción al ser elegido por mis compañeros como Jefe de Departamento, cargo en el que sería ratificado democráticamente por ellos durante el resto de años en que estuve en el instituto. Diez cursos. Esto me permitió, sobre todo junto a Santiago Calvo Rojo (un maestro de segunda etapa de EGB de los de antaño, con una enorme sabiduría y personalidad), poner las bases de un verdadero trabajo de departamento. Ni antes ni después en mi larga trayectoria como profesor de Lengua he vivido un verdadero trabajo en equipo y una hermandad como la que nos unió entonces a quienes fuimos formando parte del departamento.
Las programaciones del departamento y mi función como preparador de Lengua
En esos años aprendí muchas cosas sobre programación. A la lectura del libro de Cassany, Enseñar Lengua, uní la de muchos otros artículos de la editorial Graó, a la que nos suscribimos en el departamento y, sobre todo ello, la práctica de la realización de programaciones reales y consensuadas en nuestro departamento, que funcionaba como un armónico reloj. Nos llevábamos muy bien y eso se traducía en un trabajo eficaz y abierto a la experimentación.
Discutíamos en las reuniones qué hacer en cada nivel y pusimos en práctica un plan común que incluía múltiples iniciativas como un concurso de creación literaria obligatorio en todo el centro cuyos relatos ganadores se publicaban en una revista, grupos homogéneos, desdobles, ciclos de cine, certámenes de poesía, elaboración de películas, excusiones y viajes de fin de curso relacionados con nuestra área. Uno de nuestros deseos era conseguir que el centro nos concediese aulas específicas en las que se diese solamente nuestra asignatura.
Alguien dirá: ¿y esto qué tiene que ver con ser preparador de Lengua? Y la respuesta es mucho, porque de ese trabajo real en el centro se derivó una gran experiencia en programar que luego podría brindar a las personas que prepararía, una vez que cambió la oposición y la programación pasó a ser una prueba fundamental de ella sustituyendo a la exposición oral de un tema.
Empezó septiembre y parecía que no iba a seguir como preparador de Lengua
Sin lugar para dar clases, sin opositores, viviendo en un sitio menos comunicado que El Puerto de Santa María y estrenando mi condición como jefe de departamento del IES El Convento de Bornos, parecía que aquel año no iba a proseguir mi actividad como preparador de Lengua. Sin embargo, Dios quiso que apareciera como interina en mi departamento Patro, una antigua compañera interina en el IES Mar de Alborán de Estepona. Patro, cuya bondad era infinita, como bien sabe cualquier persona que la haya conocido, me planteó si quería prepararla. Había otro compañero interino en el departamento, Luis, que se sumó a la idea y ofreció su casa para dar las clases. Hoy los dos son funcionarios, por supuesto. A ellos se sumó otra tercera persona cuyo nombre, desgraciadamente, no recuerdo al no ser compañero del departamento.
A principios de octubre volví a mi tarea como preparador de Lengua
Y así fue como volví a ser preparador de Lengua. Ganando muy poco dinero y dando las clases en casa de Luis. Trabajábamos mi temario y también los comentarios de texto filológico-literarios y lingüísticos, porque en aquellos tiempos la oposición de Lengua era igual que la que yo había aprobado en 1998.
Primera prueba: dos bolas sobre las 72 del temario para un tema escrito y una bola sobre los catorce temas de legislación LOGSE
Segunda prueba:
Comentario filológico literario y comentario y comentario lingüístico.
Tercera prueba:
Encerrona de dos horas y exposición oral de un tema del temario (sorteo de dos bolas sobre el temario de 72 temas) durante una hora (con diez minutos finales para hacer una aplicación didáctica del mismo). Debate de 15 minutos.
Cada semana repartía y explicaba algunos temas y realizábamos una práctica de comentario. Cada mes hacíamos un examen igual que el de la oposición. Cobraba por meses y así funcionamos todo el año.
¿Por qué seguí siendo preparador de Lengua?
Como ya hemos visto, tenía aquel año muchos motivos para no haber proseguido mi actividad como preparador de Lengua. Eso me obligaba a actualizar mi temario, estar al día de las novedades de la especialidad y a enfrentarme a retos intelectuales que la enseñanza de la LOGSE estaba destruyendo. Además, seguramente porque tras seis años opositando, me encantaba respirar la tensión de las oposiciones y el reto personal de ayudar a otros a conseguir la plaza.
Para mí (y así sigue siendo hoy día) como preparador de Lengua es una responsabilidad y una enorme ilusión ver cómo otras personas se preparan y se enfrentan a las pruebas con abnegación, ansiedad y esperanza. Ayudar a otros a obtener sus retos siempre ha sido una constante en mi vida y ser preparador de Lengua lo colma. Vivir eso me apasiona. Esa es la razón por la que no dejé mi pasión ni cuando surgieron las dificultades ni cuando la actividad no me producía apenas dinero. Si hubiera montado una academia de clases particulares para alumnos (como hacían otros compañeros) habría, sin duda, ganado más dinero aquellos años. Pero la pasión que sentía al ser preparador de Lengua valía y vale mucho más.