Viernes, 30 de mayo de 2025. En Opolengua ya hemos finalizado las treinta y cuatro sesiones de todos nuestros cursos. Ahora ya solo nos queda corregir programaciones, exposiciones orales, exámenes y comentarios, pero las sesiones han tocado a su fin. Afortunadamente, ya somos un equipo tan amplio como riguroso y creo que estamos haciendo un trabajo excelente en todas las comunidades que espero dé sus frutos en forma de plazas. Por otro lado, mañana es la prueba comentario de las oposiciones de Lengua en la Comunidad Valenciana. Afortunadamente, la Administración va a pagar a los miembros de los tribunales como siempre y nosotros celebramos su cambio de criterio. Desde aquí mandamos los mejores augurios a las personas que se han preparado para esta prueba. Esperemos que nuestros buenos deseos se cumplan. En todo caso, es viernes de nuevo y eso quiere decir que volvemos a la carga con nuestro ¡Ponte a prueba!, el amable acertijo con el que acompañamos a las tesoneras y valerosas personas que preparan la prueba más exigente de las oposiciones de Lengua, la del comentario de texto.
La propuesta de la semana: un texto posible en las oposiciones de Lengua
Como en la entrega anterior, hemos elegido nuestro texto pensando en un fragmento que bien pudiera aparecer mañana en las oposiciones de Lengua de la Comunidad Valenciana. Hay diferentes razones que nos permiten suponer esto y que explicaremos el lunes, pero que quizá algunas de nuestras seguidoras destacadas sean capaces de captar. En todo caso, si no reconocemos el texto ni su autoría, jamás hay que hundirse, pues es muy posible que nadie del tribunal lo reconozca tampoco y estaremos en pie de igualdad. Además, siempre vale más un comentario que explica correctamente la forma y el fondo de un texto que uno que simplemente haya reconocido la obra. Nunca hay que olvidar que se puede armar un gran comentario si se es capaz de adscribirlo a su época, movimiento y género de forma razonada.
¿Por qué y cómo participar en el Ponte a prueba?
Siguiendo el lema clásico de “docere et delectare”, en, www.opolengua.com albergamos este reto desde 2015 y, de hecho, hay una sección del mismo que recopila los centenares de textos compartidos. Desde la primera entrega lo subimos a la página de Facebook de opolengua.com, con la idea de que el reto fuera dinámico a partir de los comentarios y soluciones del mismo, por lo que es mejor seguir el reto desde ella. Lo mejor es aportar comentarios para participar ya que eso nos lleva a unas sensaciones parecidas a las que experimentaremos el día D. Las normas son las mismas desde 2015. Primero: puede participar cualquier persona de ambos hemisferios que ame nuestra lengua común y su literatura inmortal. Segundo: se puede participar hasta el domingo por la noche en la página de Facebook de opolengua.com, Y tercero: solo podemos usar nuestra competencia literaria; no vale emplear internet o guiarse por los comentarios de los otros participantes. Nosotros siempre publicamos el lunes la solución del acertijo y la lista de acertantes.
Y nada más por hoy. Nuestro recuerdo a las víctimas de Valencia y sus familiares. Saludos y ánimo.
Pasaba ya el tren por la llanada de la huerta de Orihuela. Se iban deslizando, desplegándose hacia atrás, los cáñamos, altos, apretados, obscuros; los naranjos tupidos; las sendas entre ribazos verdes; las barracas de escombro encalado y techos de «mantos» apoyándose en leños sin dolar, todavía con la hermosa rudeza de árboles vivos; los caminos angostos, y a lo lejos la carreta con su carga de verdura olorosa; a la sombra de un olmo, dos vacas cortezosas de estiércol, echadas en la tierra, roznando cañas tiernas de maíz; las sierras rapadas, que entran su costillaje de roca viva, yerma, hasta la húmeda blandura de los bancales, y luego se apartan con las faldas ensangrentadas por los sequeros de ñoras; un trozo de rio con un viejo molino rodeado de patos; una espesura de chopos, de moreras; una palma solitaria; una ermita con su cruz votiva, grande y negra, clavada en el hastial; humo azul de márgenes quemadas; una acequia ancha; dos hortelanos en zaragüelles, espadando el cánamo con la agramadera; naranjales, panizos; otra vez el rio, y en el fondo, sobre el lomo de un monte, el Seminario, largo, tendido, blanco, coronado de espadañas; y bajo, en la ladera, comienza la ciudad, de la que suben torres y cúpulas rojas, claras, azules, morenas, de las parroquias, de la catedral, de los monasterios; y, a la derecha, apartado y reposando en la sierra, obscuro, macizo, enorme, con su campanario cuadrado como un torreón, cuya cornisa descansa en las espaldas de unos hombrecitos monstruosos, sus gárgolas, sus buhardas y luceras, aparece el Colegio de Santo Domingo de los Padres Jesuítas. Sobre la huerta, sobre el río y el poblado se tendía una niebla delgada y azul. Y el paisaje daba un olor pesado y caliente de estiércol y de establos, un olor fresco de riego, un olor agudo, hediondo, de las pozas de cáñamo, un olor áspero de cáñamo seco en almiares cónicos. Sigüenza contemplaba la tarde, angustiado, enfermo de tristeza, una tristeza tan acerba, tan densa, que le parecía que no era sólo un sentimiento suyo, sino que tenía una realidad propia, separada, grande, más fuerte que nuestra alma; la tristeza se le incorporaba de todo lo que veía, porque la vega, sus humos, sus árboles, los montes y el cielo, todo estaba hecho, cuajado de tristeza; la misma que le oprimía siendo chiquito, cuando, vestido de uniforme de colegial; salía con su brigada, la de los pequeños, por aquellas sendas, aguardando el paso del tren, un tren que le traía tantas memorias alegres, que aun le entristecía más que el paisaje y el regreso al Colegio de Santo Domingo.