La preparación de oposiciones de Lengua es, en gran parte, nuestra preparación afectiva y emocional y por eso hay un apartado especial en nuestros cursos dedicado a esto. Y por eso este mensaje es el más importante que podemos leer a escasas horas de la prueba definitiva. Por su contenido, es válido para cualquier oposición que exija grandes esfuerzos. ¡A por la plaza!
A escasas horas del examen para el que nos hemos estado preparando intensamente durante los últimos meses, quiero enviarte un último mensaje de ánimo antes de afrontar la prueba final.
Y en este momento crucial, quiero devolverte por un instante a tu infancia, a tus años como alumno, cuando volvías a casa con el boletín de notas y esperabas, con ilusión, despertar más amor en tus padres y abuelos. El próximo día volverás a casa otra vez, tras el examen, para contar qué tal te ha ido, como cuando volvías del colegio. Y otra vez ellos te esperarán con los brazos abiertos, deseando saber de tu aventura personal. Es posible que algunas de estas personas ya no estén, pero allá donde se encuentren, te estarán mirando.
Yo sé muy bien el enorme esfuerzo que has realizado en este tiempo, porque yo lo hice. Yo sé de tus horas de estudio ante los temas, memorizando ideas, repitiendo palabras, forzando al cerebro una y otra vez para conseguir el resultado deseado.
Es una tarea en la que has hecho mil renuncias que también conozco bien. Tu tiempo, tu tiempo valiosísimo… Hijos, parejas, padres, familiares y amigos… Son los grandes damnificados de este esfuerzo. Muchas veces, un minuto dedicado al estudio era una espina clavada en el corazón por no dedicar ese tiempo a los que más te quieren, a quienes más te necesitan. Aparcar aficiones, gustos, amores, recluirse en una habitación y a solas, afrontar nuestro sueño.
Hemos subido una montaña suprema que se conquista paso a paso. Es la montaña del saber que, según la ascendemos, nos hace tomar conciencia de todo lo que nos queda por subir. Una montaña que, a veces, subimos sin darnos cuenta de que hemos crecido tanto en su ascensión que ya somos otra persona mucho mejor de lo que éramos. La oposición debe ser siempre un territorio de crecimiento personal. Ahora somos más constantes, más responsables, más estables…
En todo este tiempo de travesía nos hemos alejado de nuestros seres queridos, sí; pero para crecer como personas. Es tiempo de hacer el último esfuerzo y volver a ellos, para brindarles nuestro nuevo yo: nuestra serenidad, nuestra constancia, nuestro sentido del deber… Todo eso que hemos ganado estos meses debemos dárselo ahora como ofrenda divina.
Obtener la plaza no va a ser fácil. En las próximas horas nos vamos a enfrentar a personas que también han realizado una larga preparación y muchas de ellas cuentan con muchos puntos en su apartado de méritos.
Pero eso no es lo más importante. Nosotros lo vamos a conseguir, porque no nos rendiremos jamás. Y no nos rendiremos jamás, porque el viento que nos impulsa es el de esos primeros recuerdos de nuestra infancia y adolescencia, cuando en nuestra familia, nuestros padres, nuestros abuelos, se sentían orgullosos de nuestros esfuerzos y logros intelectuales. Nuestro viento volverá a ser una y otra vez la sonrisa de orgullo con que nos regalaban el alma cuando les entregábamos el boletín de notas, la profunda satisfacción cuando oíamos a nuestro padre o a nuestra madre hablar de nosotros a todo el mundo con orgullo. Ese es el origen del viento que te ha conducido a estar mañana delante de un tribunal de oposiciones. No lo olvides nunca. Y ese viento, que soplan nuestros antepasados, los que hicieron posible el milagro de la vida para que tú estés mañana defendiendo su legado, seguirá soplando siempre, eternamente, en tu corazón hasta que mueras. Por eso, te salga una bola más o menos favorable o un texto más o menos difícil, seguirás al pie del cañón y mantendrás el ánimo. No te rendirás jamás.
Mañana solo se decide si este año consigues o no la plaza, porque más tarde o más temprano, ese impulso que viene de lo más profundo y verdadero de tu ser, de tu propia sangre, te conducirá, sin lugar a dudas, a tu puerto, que es en realidad el de salida, el del orgullo de tu infancia.
Estoy seguro de que, tras el examen, volverás a casa con la satisfacción del deber cumplido, de haber dado lo mejor de ti en honor de esos padres y de esos abuelos que, cada uno desde su lugar, unos cerca de tu cuerpo y otros cerca de tu alma, también te alentarán siempre. Volverás del examen para decirles, con el alma cansada, pero con la cabeza bien alta y una sonrisa en los labios, que has hecho todo lo que has podido y que más tarde o más temprano, lo conseguirás.
Que Dios te acompañe en tu sueño personal y las estrellas iluminen tu camino.
¡A por la plaza!