Como cada año, hoy es veintiuno de junio y comienza el verano. Muchos opositores se preguntan qué hacer en estas fechas. ¿Seguir estudiando aprovechando que tenemos algo más de tiempo libre? ¿Hacer un parón para retomar fuerzas y encarar el siguiente curso con más energía? ¿Qué es lo más recomendable en estas circunstancias?
Relajarse como necesidad vital para un opositor
Hay opositores que deciden comenzar su preparación justo en junio. Esto tiene como elemento positivo que, al salir antes de puerto, podemos ganar a los contendientes unos temas, unas jornadas de estudio que puedan resultar decisivas al final. Me parece buena idea y de hecho yo inicio los cursos de preparación en abril del año anterior a las oposiciones. Pero siempre y cuando se haga con prudencia y sentido común. Yo no recomendaría a nadie que se lanzase a estudiar en el verano como si la oposición fuera en septiembre. Queda todavía mucho y la mejor preparación es aquella que realiza el sprint final justo cuando llega la meta y no al inicio de la carrera. Nos esperan meses difíciles y largos, duras pruebas a superar. Es bueno ir tomando contacto con el estudio sin forzar la máquina, no sea que nos desfondemos en octubre. Así que, estudiar sí, pero con mucho tiento.
Repasar no es una elección
Este sería mi primer consejo. Aprendernos bien cada tema nos cuesta en gran esfuerzo que se puede cuantificar en horas. ¿Diez, quince, veinte, treinta, cincuenta horas? Pueden ser dos semanas de estudio muy fácilmente. Pueden ser diez o quince tardes restadas al ocio, a los amigos, la pareja o la familia. ¿Vamos a arriesgarnos a que ese tiempo precioso pueda irse a la basura y llegar a septiembre teniendo que volvernos a estudiar ese tema? Yo siempre digo que el repaso es lo último que se debe dejar de hacer. ¿Por qué? Porque repasar es siempre menos costoso que estudiar. Repasar un tema a un opositor normal le cuesta una hora. Una hora tiene sesenta minutos. Estudiar un tema pueden ser quince horas. Quince horas son novecientos minutos. ¿Vamos a tirar a la basura novecientos minutos por sesenta? Creo que es de una lógica aplastante. Esta obsesión mía por el repaso fue lo que me llevó a inventarme un método de estudio (el Método Opohispania) que me permitiera repasar cada tema en quince minutos.
Las lecturas, un placer
El verano es además una ocasión magnífica para leer. La semana que viene profundizaremos sobre este tema haciendo una serie de recomendaciones sobre obras a leer en este verano. Pero baste por ahora señalar que realizar lecturas complementarias de cada tema es una inversión impagable. Por un lado, estamos preparando el comentario y por la otra, estamos ganando un bagaje que nos acompañará toda nuestra vida de docentes y nos servirá para comprender mucho mejor lo que explicamos y seleccionar de forma más adecuada las lecturas para nuestros pupilos. Por tanto, a leer, un rotundo sí.
¿Y la programación?
Yo dedicaría tiempo, más que a diseñar actividades didácticas concretas o a redactar la programación, a meditar y a recibir influencias, a dejar volar la imaginación. El verano conlleva la quietud y, en muchas ocasiones, el viaje. Ambas situaciones pueden resultar muy productivas para que se nos ocurran ideas a aplicar en nuestras clases. Estamos en la playa, o de compras por un barrio extranjero, o viendo un concierto y algo nos hace “clic” en la imaginación. Es el momento de tomar una nota, una simple nota que haga que esa idea no se nos olvide. La apuntamos en el teléfono y listo: en septiembre la podremos desarrollar.
Y nada más por hoy. Espero que tengáis un feliz verano. La semana que viene concluiremos nuestro curso 2016/2017 con las recomendaciones lectoras para este verano. Saludos y ánimo.