Ponte a prueba 2/2024 (Solución)

Ponte a prueba 2/2024 (Solución)

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Comenzamos hoy una nueva semana de estudio en la que comenzaremos oficialmente otro de nuestros cursos, el Curso Opolengua 2024, destinado a aquellas personas que van a preparar oposiciones light o de las llamadas de “estabilización”; es decir, aquellas que no tienen pruebas eliminatorias. Pero es lunes y eso quiere decir que nos toca publicar la solución de nuestro reto semanal, el ¡Ponte a prueba! con el que acompañamos desde hace nueve años semana a semana a las nobles y abnegadas personas que preparan la prueba de comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.

Ya decíamos el viernes que se trataba de un texto muy interesante y así se lo ha parecido también a nuestros seguidores. De hecho, ha habido una buena y numerosa participación, que ha enfocado con bastante acierto el texto planteado. Así, por ejemplo, Itziar Villaescusa acierta con la época al situarlo en el siglo XXI y al señalar su carácter subjetivo, aunque no se decanta por un género en concreto. También acierta Lydia P García que ya lo sitúa en el género de la novela (aspecto controvertido como veremos más abajo) y al señalar sus posibilidades de análisis ideológico.  Sara Piélagos Martín, Eva López y San BG también lo adscriben acertadamente en cuanto a su época y género. Mariángeles Bermejo acierta en cuanto al género y en la época al señalar que es posterior a 1975. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma suerte!

Y es que, efectivamente, se trataba de un fragmento del capítulo 2 de la Quinta Parte: “¡Viva Italia!” de Anatomía de un instante (2009) de Javier Cercas (1962), obra que el propio autor calificó de novela atendiendo a que “desde el principio la novela es un género híbrido donde cabe todo”, pero que muchos críticos situaron a medio camino entre el ensayo y el reportaje o crónica periodística por su fuerte carácter subjetivo y de investigación.   

Anatonmia de un instante
Anatomía de un instante (2009) de Javier Cercas (1962)

Y nada más por hoy. Feliz semana. De estudio. Saludos y ánimo. 

Es cierto: fue un pícaro sin formación, fue un falangistilla de provincias, fue un arribista del franquismo, fue el chico de los recados del Rey; sus detractores tenían razón, solo que su biografía demuestra que esa razón no es toda la razón. Poseía un talento de actor para el engaño, pero la primera vez que vio a Santiago carrillo no le engañó: pertenecía a una familia de derrotados republicanos, varios de los cuales habían conocido durante la guerra las cárceles de Franco; nadie en su casa, le inculcó, sin embargo, la menor convicción política, ni es fácil que nadie le hablara de la guerra, excepto como de una catástrofe natural; sí es fácil, en cambio, que aprendiera desde niño a odiar la derrota del mismo modo que se odia una pestilencia familiar. Nació en 1932 en Cebreros, un pueblo vinícola de la provincia de Ávila. Su madre era hija de pequeños empresarios y también una mujer fuerte, devota y voluntariosa; su padre era hijo, del secretario del juzgado y también un gallito simpático, presumido, trapacero, mujeriego y jugador. Aunque nunca acabó de llevarse bien con su padre -o tal vez por eso-, puede que en el fondo fuera igual que su padre, salvo por el hecho de que en su caso, el ejercicio de esas inclinaciones y rasgos de carácter, estaba del todo subordinado a la satisfacción de su único apetito verdadero. Fue un estudiante pésimo, que penó de colegio en colegio y que no pisó la universidad más que para examinarse de asignaturas que a menudo memorizaba sin entender; carecía del hábito sedentario de la lectura, y hasta el final de sus días le persiguió una leyenda, solo al principio fomentada por el mismo, según la cual jamás había reunido paciencia suficiente para leer un libro desde la primera página hasta la última. Le interesaban otras cosas: las chicas, el baile, el fútbol, el tenis, el cine y las cartas. Era un vitalista hiperactivo y compulsivamente sociable, un líder de pandilla de barrio, con una simpatía espontánea y un éxito indisputado entre las mujeres, pero que cambiaba sin dificultad la euforia por el abatimiento y, aunque probablemente nunca visitó un psiquiatra, algunos amigos íntimos siempre lo consideraron carne de psiquiatra.