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Ante el examen de las oposiciones de Lengua

Preparador de lengua online. Opolengua. Quijote

Enfrentarse al examen de las oposiciones de Lengua genera un lógico temor, una tremenda ansiedad. Nos jugamos mucho en un día. ¿Nos saldrá uno de nuestros temas en el sorteo? ¿Se nos olvidará parte del tema al escribirlo? ¿Será una redacción fluida y sin errores? ¿Nos caerán unos textos que podamos comprender y explicar en el comentario? ¿Seremos capaces de identificarlos?

En esta situación, la correcta preparación de la que hablábamos en la entrada anterior resulta decisiva. Gracias a ella podemos hacernos una idea de cuál es nuestro grado de desenvolvimiento en cada una de las facetas de la oposición. Conocemos nuestros elementos positivos y también los elementos que hay que vigilar estrechamente. La correcta preparación también nos hace ver lo que podemos esperar el día de la prueba de las oposiciones de Lengua.

No se nos van a olvidar los temas, porque los hemos repasado muchas veces y sabemos cómo repartirnos el tiempo para que el desarrollo sea armónico y completo. Vamos a hacer bien el comentario porque ya sabemos cómo se hace y hemos hecho bastantes. Y si no hemos alcanzado un nivel óptimo de preparación, ya sabemos cómo se consigue.

Por todo ello, lo que va a ocurrir ese día y el día posterior y el otro y el año que viene y más allá es fruto de nuestra decisión. Somos nosotros quienes vamos a decidir nuestro destino. La vida es una enorme aventura que vivimos en una enorme nave espacial, la Tierra, a miles de kilómetros de velocidad. Y quienes pilotamos nuestra vida somos nosotros.

Por tanto, y convencidos de esto: ¿Qué es lo peor que puede ocurrir? Que no nos salga bola. Que no acertemos con los textos. ¿Eso va a detenernos? No. En caso de detenernos algo, no va a ser esto. ¿Por qué? Pues porque ya sabemos desde el principio que no llevamos todos los temas, ni nos lo hemos leído todo. Eso ya lo sabíamos de antemano. Lo único que nos detendrá es que nosotros cambiemos nuestro plan vital. Será nuestra decisión y nada más que nuestra decisión la que nos detenga.

En estos momentos de ansiedad es bueno observarnos en profundidad, como protagonistas de nuestra propia aventura, porque es eso, al final de todo, lo que somos todos.

Aún es de noche. Tras meses en mitad del océano, sufriendo las inclemencias del mar, las tempestades con sus vientos huracanados y sus olas gigantescas, aquí estamos aún, aferrados al barco de nuestro orgullo, nuestra fuerza interior y nuestra sabiduría.

Hemos crecido tanto estos meses que ya no somos la misma persona que éramos antes. Somos una nueva persona; somos mejores. Llevamos un tesoro que ofrecer en nuestro espíritu. La travesía nos ha endurecido exteriormente, nos ha disciplinado, nos ha hecho madurar; pero a la vez ha desarrollado también en nuestro interior lo que nadie ve sino se lo mostramos, pero de lo que nosotros somos completamente conscientes. También llevamos un tesoro en nuestro corazón. Sabemos muchas más cosas que son maravillosas. Hemos descubierto el enorme valor de nuestra literatura y eso no tiene precio porque nos acompañará siempre. Pero, además, somos más sensibles, comprendemos mucho mejor a los demás y a nosotros mismos. Todos estos tesoros lo podemos dar al exterior, al llegar a tierra, a quienes nos quieren y queremos, o dejarlo en nosotros oculto. Será también nuestra decisión.

Se adivina el claror del sol a nuestra espalda, pero todavía la oscuridad nos envuelve. Pronto, siempre al oeste, ya se adivina la tierra. ¡Tierra a la vista! ¡Allí está esperándonos! Por fin podremos ponernos las botas y saltar a tierra para descansar.

Y aumentan los temores. ¿Cómo será esa tierra ignota? ¿Qué sorpresas nos deparará? ¿Seremos capaces de salir con bien de nuestra aventura? ¿Será el final feliz de nuestra travesía?

En realidad, esa tierra ignota somos nosotros mismos. Y por ello, la respuesta es que no será el final de nuestra travesía. La vida seguirá y nosotros no nos rendiremos jamás, porque ya hemos aprendido el camino del esfuerzo y la superación. Y, aparezcan los peligros que aparezcan, los afrontaremos con la mayor diligencia y corazón posible.

Dentro de cuarenta y ocho horas estaremos disfrutando de una experiencia única: enfrentarnos con valor a la prueba para la que nos hemos estado preparando en los últimos meses. Y lo vamos a dar todo.

Y cuando volvamos a casa el sábado con las botas puestas y nos reciban nuestros seres queridos, seguro que se hará realidad este enorme pasaje de la mayor novela que vio la historia ni esperan ver los tiempos venideros. Y se hará realidad porque volveremos vencedores de nosotros mismos, que es el mayor vencimiento que desearse puede.

¡A por la plaza!