¡Ponte a prueba! 7/2016 (Solución) Oposiciones Lengua castellana y literatura

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Esta semana no ha habido acertantes en nuestro concurso. El texto es un fragmento muy importante del Quijote, pues pertenece a la aventura del barco encantado, capítulo XXIX de la segunda parte, cuando don Quijote confunde un molino con un castillo donde penan personas encerradas. Algunos críticos plantean que es la primera vez en la obra en que don Quijote abandona una aventura y comienza a dudar de su misión como caballero andante. Observemos en este sentido el parlamento que hemos subrayado abajo, cuando don Quijote señala: «Dios lo remedie, que todo este mun-do es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más.» Pertenece por tanto a la segunda parte y más en concreto es el episodio justamente anterior al encuentro con la duquesa.

Llegaron en esto los pescadores dueños del barco, a quien habían hecho pedazos las ruedas de las aceñas; y, viéndole roto, acometieron a desnudar a Sancho, y a pedir a don Quijote se lo pagase; el cual, con gran sosiego, como si no hubiera pasado nada por él, dijo a los molineros y pescadores que él pagaría el barco de bonísima gana, con condición que le diesen libre y sin cautela a la persona o personas que en aquel su castillo estaban oprimidas.

–¿Qué personas o qué castillo dice –respondió uno de los molineros–, hombre sin juicio? ¿Quiéreste llevar por ventura las que vienen a moler trigo a estas aceñas?

–¡Basta! –dijo entre sí don Quijote–. Aquí será predicar en desier-to querer reducir a esta canalla a que por ruegos haga virtud alguna. Y en esta aventura se deben de haber encontrado dos valientes encantadores, y el uno estorba lo que el otro intenta: el uno me deparó el barco, y el otro dio conmigo al través. Dios lo remedie, que todo este mun-do es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más.

Y, alzando la voz, prosiguió diciendo, y mirando a las aceñas:

–Amigos, cualesquiera que seáis, que en esa prisión quedáis encerrados, perdonadme; que, por mi desgracia y por la vuestra, yo no os puedo sacar de vuestra cuita. Para otro caballero debe de estar guardada y reservada esta aventura.

En diciendo esto, se concertó con los pescadores, y pagó por el barco cincuenta reales, que los dio Sancho de muy mala gana, diciendo:

–A dos barcadas como éstas, daremos con todo el caudal al fondo.