Estoy por asegurar que este fragmento que presentamos hoy en el concurso es uno de mis favoritos, no ya de esta obra, sino de toda la literatura. Pocas frases hay tan verdaderas y tan emotivas; pocas hay que expliquen con más solemnidad y sencillez a la vez el valor fundamental de nuestra civilización; el eco profundo y eterno que la voz de la libertad hace resonar en nuestros corazones. Acertar la obra es fácil, pero ¿alguien puede indicar razonadamente en qué momento de la misma escribió este pasaje nuestro genio inmortal?
–La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en metad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos; que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquél a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!