El texto de esta semana era más difícil que de costumbre. O al menos, ha tenido menos acertantes. De hecho, solo una persona, Lozano Rfl, ha acertado. No ha propuesto obra ni autor, pero sin embargo ha acertado el texto y todos los rasgos que ha planteado son, esencialmente, correctos. Eso querría decir que en un examen de oposición destacaría por encima de sus competidores. Enhorabuena, Lozano Rfl.
Efectivamente, se trataba de una novela picaresca del siglo XVI. La forma autobiográfica nos podía llevar a esa conclusión. Y el hecho de que el texto fuera de tipo moral, nos podía haber dado la pista de que se trataba del Guzmán de Alfarache (1599) de Mateo Alemán, la obra más difundida y traducida del siglo XVII, por delante incluso del Quijote. Esta obra se caracteriza, tal y como plantea Valbuena Prat por la inclusión de sermones de tipo moral. Es una autobiografía ex contraria en la que el pícaro muestra por qué razón (su vida pecaminosa) ha terminado mal.
Pero a mi juicio de ahora y entonces, volviendo a la consideración prometida, con quien habló, más que a religiosos y comunidad, fue con los príncipes y sus ministros de justicia, de quien iba hablando cuando esta digresión hice. Que verdaderamente son luz y en aquel sagrado capítulo o en la mayor parte dél todo es luz y más luz, para que no aleguen que no la tuvieron. Consideré que la luz ha de estar, como agente, en algún paciente sujeto, en quien haga como en la cera, ya sea una hacha o lo que más quisieres. Digo habérseme representado la tal persona, o tú, como es verdad, ser la luz; tus buenas obras, tus costumbres, tu celo, tu santidad es lo que ha de resplandecer y darla. ¿Pues qué piensas que es darte un oficio o dignidad? Poner cera en esa luz para que ardiendo resplandezca. ¿Qué es el oficio de la luz? Ir con su calor llamando y chupando la cera hacia sí, para alumbrar mejor y sustentarse más.
Eso, pues, has de hacer de tu oficio: embeberlo, encorporarlo en esa luz de tus virtudes y honesta vida, para que todos las vean y todos las imiten, viviendo tan rectamente, que ruegos no te ablan- den ni lágrimas te enternezcan ni dones te corrompan ni amenazas te espanten ni la ira te venza ni el odio te turbe ni la afición te engañe. Oye más: ¿cuál vemos primero, la luz o la cera? No negarás que la luz. Pues haz de manera que tu oficio, que es la cera, se vea después de ti, onociendo al oficio por ti y no a ti por el oficio.