Esta semana tenemos tres acertantes de pleno en el concurso de www.opolengua.com. Ainhoa Iglesias, Fátima Lastra y Rosa Romero han acertado tanto la obra como el autor. Incluso Fátima señala que el fragmento «esta en la primera parte de la novela». Y tambíén es correcto pues es el inicio del capítulo dos. Así que enhorabuena a todas, pues fectivamente se trataba de Patria de Fernando Aramburu.
En las oposiciones no suelen poner obras de rabiosa actualidad. Pero no suelen poner no quiere decir que no pongan, tal y como ocurrió por ejemplo con La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro hace muchísimos años o también en su día con algunos poetas recentísimos. Y ese podría ser el caso de la novela de Aramburu, que se ha convertido, indiscutiblemente, en el fenómeno literario como no se conocía en años en España.
Yo, personalmente, me alegro muchísimo de su éxito. Lo primero porque nos devuelve a una literatura de testimonio, de reflejo de la realidad, que es la que a mí más me ha gustado siempre, entroncando con el Lazarillo, el Quijote o los clásicos del XIX y del XX. Lo segundo porque testimonia una realidad de Vasconia y España, las de las víctimas de la ETA, largos años silenciada con la complicidad de todos. Lo tercero, porque creo que, a pesar de sus defectos (ni el Quijote es perfecto) es una novela notable.
Y ahora, disfrutemos otra vez de estos párrafos de Patria.
Antes de lo del Txato creía pero ahora no cree. Con lo devota que fue de joven. Si hasta estuvo en un tris de profesar. Ella y aquella amiga del pueblo de la que más vale no acordarse. Las dos se apearon a propósito a última hora, con un pie en el noviciado. Ahora todo eso de la resurrección de los muertos y la vida eterna y el Creador y el Espíritu Santo le parecen patrañas.
La irritaron mucho unas palabras del obispo haciendo como que. No se atrevió a negarle la mano a un señor tan importante. La sintió como una viscosidad. En cambio, sí lo miró a la cara para expresarle en silencio, con la luz de los ojos, que ya no era creyente. Nada más ver al Txato en el ataúd, su fe en Dios reventó como una burbuja. Incluso lo notó físicamente.
Y, sin embargo, de vez en cuando va a misa, impulsada quizá por la fuerza de la costumbre. Se sienta en un banco de la parte posterior de la iglesia, mira las espaldas y cogotes de los asistentes, habla consigo misma. Es que en casa hay mucha soledad. Ella no es de meterse en bares ni en cafeterías. ¿Compras? Las justas. Se le esfumó la coquetería, ¿otra burbuja?, que tuvo antes del Txato. Y porque Nerea insiste, que, si no, llevaría las mismas prendas de vestir cada día.