Como todos los viernes, en Opolengua planteamos nuestro acertijo de fin de semana con la finalidad de que los opositores puedan entrever las posibilidades que tendrían de contestar acertadamente un comentario sobre un texto dado en la prueba práctica. Ya sabéis que tanto o más importante que acertar el autor y el título de la misma es adscribir la obra razonadamente a un movimiento y época literaria.
El texto que traemos hoy a nuestro acertijo semanal no ha aparecido nunca en las oposiciones, pero por su enorme difusión e influencia en su época, con rasgos literarios tan marcados que lo hacen muy fértil para el comentario, perfectamente podría aparecer en el futuro.
Como ya sabéis, podéis participar en el acertijo a través de nuestra página de Facebook. Como siempre, el lunes en nuestra página www.opolengua.com publicaremos la solución.
Parecía que el alimento que estaba ingiriendo producía en ella un efecto afrodisíaco, pues empezó a sentir que un intenso calor le invadía las piernas. Un cosquilleo en el centro de su cuerpo no la dejaba estar correctamente sentada en su silla. Empezó a sudar y a imaginar qué se sentiría al ir sentada a lomo de un caballo, abrazada por un villista, uno de esos que había visto una semana antes entrando a la plaza del pueblo, oliendo a sudor, a tierra, a amaneceres de peligro e incertidumbre, a vida y a muerte. Ella iba al mercado en compañía de Chencha la sirvienta, cuando lo vio entrar por la calle principal de Piedras Negras, venía al frente de todos, obviamente capitaneando a la tropa. Sus miradas se encontraron y lo que vio en los ojos de él la hizo temblar. Vio muchas noches junto al fuego deseando la compañía de una mujer a la cual pudiera besar, una mujer a la que pudiera abrazar, una mujer… como ella.