La enorme dificultad del comentario
Como sabemos, la prueba del comentario es la más difícil de estas oposiciones. Y ello por múltiples razones. Por un lado, es la prueba en la que no llevamos el texto preparado y por tanto, vamos a mostrar cuál es nuestro nivel de expresión; por otro lado, se trata de reconocer un texto para estar seguro de que lo adscribimos adecuadamente en su época, género, movimiento, obra y autor. Influye también nuestra sensibilidad artística y nuestra capacidad de análisis literario. Y no podemos olvidar la capacidad que tengamos para relacionar la obra con sus fuentes y las obras sobre las que ha influido. Para remate, hay que detectar datos, reflexionar sobre ellos, organizar el comentario y escribirlo en un tiempo muy limitado. Las posibilidades de cometer un error son mucho mayores que en las otras pruebas. Es decir, se trata, sin lugar a dudas y con mucha diferencia, de la prueba más difícil de las oposiciones, pues en ella son muy variadas las destrezas que hemos de manifestar.
Un breve inciso: resulta irónico que una parte importante de quienes van a formar parte de los tribunales no hayan realizado un comentario en su vida cuando se ponen a evaluar los de los demás. Y es que entre 1990 -1993 y 2008-2010, los gobiernos del PSOE aprobaron un sistema de acceso transitorio que permitía acceder a la plaza sin demostrar el conocimiento en los comentarios. La criba estaba quitada, con todas las consecuencias que esa política tiene para el sistema educativo, pues a unas personas les favorece y a otras les perjudica.
Ahora la situación es diferente y el comentario es una prueba eliminatoria. Esto quiere decir que quien no la supera (o al menos llega al 2,5) no puede hacer media para pasar a la siguiente fase. Y eso obsesiona a todos los opositores. Ya decía yo en mi artículo del miércoles pasado, que era precisamente esta prueba la que me producía temor. ¿Reconocería el texto? ¿Sería capaz de ordenar en tiempo, contenido y forma mi comentario?
Y de ahí viene una conclusión lógica y verdadera: cuántos más comentarios realicemos, mejor afinaremos esta destreza. Hay personas que llegan al examen de la oposición sin haber realizado ni un solo comentario práctico o habiendo realizado algún comentario sacado de un libro, pero sin que nadie se lo haya corregido. O peor, leyendo libros de comentarios realizados por profesores reputados. Estar en una de estas dos circunstancias y no haber preparado la prueba es lo mismo, porque en realidad, así no se prepara la prueba seriamente. Esto sería como si un esquiador que va a ir a las olimpiadas a competir contra los mejores, no hubiera dado ni una sola clase de esquí con un entrenador y se limitase a haberse tirado alguna vez por las pistas como Dios le diese a entender y hubiera visto muchos videos de cómo esquían otros. A esquiar se aprende esquiando, a lanzar flechas se aprender lanzándolas y a hacer comentarios se aprende haciendo comentarios en las mismas condiciones que tendremos el día D. Como decía Julio César, un ejército combate como entrena. Y siendo corregido por alguien que sepa de qué se trata. Son muchas las formas en las que se puede fracasar en esta prueba. Por mala organización, por fallar en expresión u ortografía, por lanzarse a la piscina de forma presuntuosa… Hay mil formas de meter la pata y es posible que nunca nadie nos haya dicho dónde están nuestros defectos. Eso es lo que necesitamos para preparar la prueba verdaderamente. No hay técnica depurada sin adiestrador.
El vicio de realizar los ejercicios prácticos abandonando la teoría.
Pero de ahí podemos caer en un vicio y es el de volcarnos en los comentarios poniéndolos en primera línea de nuestra preparación y olvidando que el temario es la base de la que surge todo lo demás. En este mundo de las “competencias” en las que se dice que los contenidos tienen menos importancia, podemos caer en ese error, porque hemos escuchado esta sandez repetida tantas veces (sobre todo si nos hemos acercado a las fuentes de la sandez pedagógica, lo que es oblgatorio en la actualidad al realizar el Máster del profesorado). Y lo cierto es que las competencias se pueden desarrollar si (y solo si) tenemos conocimientos previos. Es decir, es imposible desarrollar la competencia matemática sin saber sumar, ni la cultural y artística sin conocer la historia de la literatura.
De la misma forma, es imposible desarrollar la competencia en comentar textos sin dominar la historia de la literatura, la retórica, la filología o la lingüística. No vamos a poder comentar un texto de Garcilaso si no conocemos los rasgos de la lírica renacentista y del propio autor, ni realizar un comentario lingüístico serio sin dominar los temas sobre las variedades del lenguaje. No tiene ningún sentido realizar un comentario sin antes dominar la teoría. Por tanto, la dinámica ha de ser: dominio de los temas que inciden en el comentario que quiero realizar y luego realización del comentario.
Pensemos que el comentario es una técnica y que, una vez adquirida, se trata de repetirla una y otra vez. Cuantos más comentarios, mejor dominaremos la técnica; pero una vez dominada, es más importante dedicar tiempo al estudio que a realizar comentarios. En este sentido, yo pondría una proporción de 1 a 3 o incluso de 1 a 4. Es decir, por cada hora dedicada al comentario, dedicar tres o cuatro al estudio.
En nuestros cursos, intentamos que esto sea así, y muy especialmente en el Curso Opolengua Oro, en el que el avance de todos los aspectos de la oposición se hace desde el principio y de forma integrada. Es decir, vamos viendo temas y vamos realizando comentarios (y viendo nuestras correcciones) de forma simultánea. Lo ideal, desde luego, es estudiarse un tema y realizar un comentario sobre el mismo. En el Curso Total, también existe esa relación, por supuesto, pero al ser un curso más breve, forzosamente hemos de avanzar en dos líneas paralelas y menos comunicadas entre sí. Pero en todo caso, antes de realizar cualquier comentario, insistiremos en cuáles son los temas que debemos dominar.
¿Y qué ocurre si no tengo tiempo para estudiarme todos los temas que inciden en el comentario?
Obviamente, esta situación se puede producir. Y no tiene un arreglo mágico. La solución es dominar los elementos estrictos de cada tema que pueden aparecer en el comentario. Por ejemplo, si aparece el grupo del 27, al menos las características generales las tenemos que conocer. En este sentido, acudir a los manuales de bachillerato, a páginas de internet donde se den los rasgos más condensados o a nuestros propios esquemas y temas puede ser una solución. En todo caso, no nos engañemos nunca: si no nos sabemos la base teórica no podemos realizar un buen comentario. Eso es así y no puede ser de otra manera. Así que hay que tenerlo claro: cuando estamos estudiando, también estamos preparando nuestra prueba de comentario. No lo olvidemos.