Las navidades, como el verano, suelen ser una época propicia para la reflexión y para encarar nuevos proyectos vitales. Cada final de año o de curso es el final de un ciclo y el comienzo de otro, por lo que es normal que todos nos planteemos nuevos propósitos que nos mejoren como personas. Y uno de los temas a reflexionar por parte de miles de personas en España en estas fechas puede ser si opositar o no en el mundo de la enseñanza. Intentaremos en esta entrada, no solo orientar a las personas interesadas en la asignatura de Lengua castellana y literatura, sino a todas las demás.
La primera idea es una llamada al optimismo. Estas oposiciones las aprueba todo el mundo a condición de que cumpla con las virtudes señaladas al final de este artículo. Pero ¿quieres realmente ser docente? Eso es lo que debes preguntarte.
Las ventajas de ser funcionario
Lo primero que debemos valorar a la hora de decidirnos por opositar es ver si el premio nos satisface. Sabemos que al final del camino hay una plaza de trabajo vitalicia por ser funcionario y eso es un aliciente que, dados los tiempos, supone una seguridad laboral a prueba de bombas. En una profesión en la que los sueldos no aumentan mucho a lo largo de tu vida, pero un profesor puede ganar actualmente con cincuenta años y unos veinte de servicio, según comunidades, en torno a los 2300 € mensuales, cantidad que a algunos les parecerá poco, pero que a otros les parecerá el paraíso. Y es que ese es el final del camino: un trabajo vitalicio con un sueldo que casi triplica el salario mínimo. Tan solo si desaparece el Estado o entra en bancarrota, esto puede correr peligro. Pero mientras España exista y se sostenga económicamente, ser funcionario es una garantía. Un solo, pero importante, detalle demostrará esto: Lo notarás para empezar en los bancos, que te facilitarán el crédito sin problemas.
Otra de las ventajas son la jornada y las vacaciones. Los profesores nos quejamos (como todo el mundo) porque a todo se acostumbra el ser humano y siempre se quiere mejorar, pero para muchas personas que no han trabajado nunca en la enseñanza una jornada laboral que acaba a las 15 horas y que cuenta con casi tres meses de vacaciones al año (como en toda Europa) es otro de los alicientes que les puede atraer hacia la enseñanza. Es más, muchas personas ven esto como un verdadero chollo.
Además, los funcionarios (paradójicamente) pueden elegir una compañía de salud privada en ver de ir a la red médica de la Seguridad Social y, de hecho, la mayoría de las personas eligen esta posibilidad en cuanto sacan la plaza por evitar esperas para los especialistas y contar con habitación propia en las hospitalizaciones.
Hay otras ventajas añadidas a la condición de funcionario, pero creo que estas son las esenciales.
Antes de opositar debemos saber si el trabajo nos satisface realmente
Pero vistas estas condiciones, hay una cosa aún más importante: saber si el trabajo docente nos satisface realmente. Y esto, hoy por hoy, es algo básico; porque el trabajo docente ha cambiado muchísimo desde que yo empecé a opositar en 1992. No diría que no tiene nada que ver, pero ha cambiado de forma radical. ¿Y en qué ha cambiado?
Lo primero en la diversidad. Antes de la LOGSE y antes de las transferencias educativas, cualquier Instituto Nacional de Bachillerato (se llamaban así) eran prácticamente iguales. El temario y las listas de lecturas, por ejemplo, eran nacionales. Todos los alumnos leían lo mismo, tenían los mismos cursos los mismos temas y la selectividad era idéntica. El nivel académico y el comportamiento de los estudiantes era similar en cualquier instituto de España. Hoy no. El instituto hoy día depende mucho de la zona en la que esté encuadrado y en algunas zonas nos encontramos con alumnos aplicados y que no presentan problemas de disciplina, por lo que el nivel es alto y el grado de satisfacción del profesorado es mayor y hay otras zonas en las que dar clase es algo más complicado. Hoy la educación secundaria es la profesión con más bajas por depresión: eso era imposible hace treinta años. ¿Eso quiere decir que entrar en clase va a ser como entrar en una jungla? No, de hecho, como podéis ver en mi blog La Hispaniola (www.lahispaniola.es) en el que cuelgo mis clases del instituto, yo doy mis explicaciones en un ambiente de absoluto respeto; pero eso hoy se consigue por medio del convencimiento constante y antes venía dado.
Lo más seguro es ir al mejor centro posible y eso se consigue trasladándose tras adquirir puntos de antigüedad por lo que lo normal es que al principio tendrás que ir a un centro regular. Pero luego, sea el centro que sea, hay que ganarse el respeto del alumnado y eso requiere ciertas técnicas. Pero este es el problema fundamental de la educación secundaria, la disciplina escolar, por lo que yo recomiendo vivamente a quienes se planteen opositar que vayan a los institutos, recuerden cuando hicieron el máster del profesorado y hablen con profesores en activo para que les cuenten cómo está la situación. Con cuantas más personas hablemos, más completo será el friso y mejor podremos hacernos una composición de lugar que nos ayude a tomar una decisión. Yo, por mi parte, puedo decir que soy muy feliz dando clase y fruto de ello es mi libro Cómo sobrevivir a la ESO y ser feliz, donde explico mis experiencias y métodos para dominar la clase que a mí me funcionan perfectamente. Yo soy profesor porque soy feliz dando clase a mis alumnos. En todo caso, antes de tomar una decisión, por favor: miremos si el trabajo nos va a gustar. Y no solo por lo que acabo de explicar, sino por lo que supone la corrección de ejercicios, el contacto con adolescentes y con sus padres o incluso con los compañeros. Pasarse por varios centros a la hora del recreo y ver el ambiente que se respira no es ninguna tontería.
Y finalmente, ¿cómo son las oposiciones?
Las oposiciones son el trayecto que te llevará desde tu puerto vital actual, la base económica y material (en tiempo y posibilidades) desde la que partimos hasta tu puerto de destino: la plaza de funcionario. Y el símil marinero que usamos en Opohispania (y de ahí el logotipo y las imágenes empleadas en nuestras webs) es muy acertado, pues se trata de una verdadera travesía que no sabemos cuánto tiempo durará ni las venturas y desventuras que nos deparará. En todo caso sí podemos establecer una serie de generalidades.
La primera idea es saber que cada oposición es un mundo. Y con esto queremos decir que cada especialidad en cada comunidad y en cada año es diferente. El elemento central de unas oposiciones es cuántas plazas hay, cuántas personas se presentan, cómo es el ejercicio y con qué puntos de méritos parten nuestros oponentes. De estas circunstancias, la más importante es la más variable: el número de plazas ofertadas. Y este depende del ciclo económico (de la situación económica del Estado) y de las decisiones políticas. Entre 2008 y 2010 salieron miles de plazas y luego, sin embargo, pasamos a una época (debido a la crisis) de escasez de plazas de oposición. Ahora estamos en un muy buen momento para opositar y sobre esto nos extenderemos en nuestra próxima entrada.
Las virtudes que debe tener un opositor
Pero antes de ello es bueno saber qué virtudes personales debemos tener o desarrollar durante las oposiciones.
En primer lugar, lógicamente, la inteligencia (el entendimiento) y la memoria. Estas dos potencias del alma a las que se refería Aristóteles son decisivas. Tenemos que memorizar un temario y debemos aplicar la inteligencia para resolver ejercicios prácticos. Sin ambas virtudes, nuestra lucha será imposible. Es en este sentido donde puede ser de mayor utilidad la ayuda externa. Una buena preparación puede y debe incluir ánimo para afrontar las circunstancias personales que se puedan producir en el trayecto, pero sobre todo debe ayudarnos a resolver las cuestiones derivadas de las pruebas en sí tal y como hacemos en Opohispania.
La voluntad es la virtud definitiva en un opositor
La tercera potencia del alma según Aristóteles es la voluntad. Podemos dividir esta potencia en diferentes virtudes.
La primera y fundamental es la constancia, un elemento decisivo en la voluntad. La oposición es un trabajo de hormiguita. No es duro físicamente como vendimiar o descargar camiones, pero sí lo es y mucho en el punto de vista mental. Bajar a la mina del conocimiento todos los días a picar las palabras de un tema y memorizarlas es cansado y repetitivo. Para realizar acciones cansadas y repetitivas la fuerza de voluntad aplicada día a día es imprescindible. Si carecemos de esta virtud, la oposición nos la va a exigir por lo que puede ser un buen momento para desarrollarla. Si ya la atesoramos, enhorabuena.
La autonomía es otra virtud clave en un opositor. La oposición es una lucha individual. En ella podemos contar con el apoyo de preparadores, familiares y amigos, pero al final la plaza es para uno. Yo por eso no he confiado nunca en el poder de los grupos y sí en la individualidad.
Y finalmente, la fortaleza de ánimo, como parte de la voluntad, es también otra virtud decisiva. El estudio de las oposiciones puede durar años y en este tiempo sufriremos mil aventuras. Surgirán rumores de que las plazas no se convocan o de que cambia el temario, tendremos problemas personales, algunos temas se nos atravesarán, conoceremos personas tóxicas que nos desviarán de nuestra meta… Todo eso va a ocurrir. Y en esos momentos, tener serenidad y fortaleza para sostener el timón y seguir el rumbo es fundamental. Siguiendo el símil náutico, las tempestades van a desviarnos con toda seguridad y de nuestra fortaleza de ánimo dependerá que volvamos a rumbo lo antes posible.
Quien persiste, vence.
No todo el mundo tiene estas virtudes y por eso hay mucha gente que naufraga. En unas oposiciones lo fundamental es la voluntad, la tercera potencia del alma aristotélica. El que persiste vence. No quiero acabar este mensaje sin insistir en esta idea: esta es una oposición que aprueba todo el mundo. Tan solo debe insistir hasta obtener el éxito. Deseo de todo corazón que estás líneas te ayuden a elegir tu destino.