Hoy es lunes y por ello venimos con la solución al enigma del viernes pasado y con los acertantes del mismo. Ya sabéis que este acertijo tiene como doble función servir de entretenimiento tras la dura semana de estudio y prepara la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua castellana y literatura.
Decíamos el viernes que la obra en cuestión fue en su época de gran éxito. No solo esta sino que otras obras de su mismo autor corrieron suerte pareja por lo que este autor gozó de enorme fama y prestigio en sus tiempos. Efectivamente se trataba del final de la novela de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) Cañas y barro (1902) ambientada en tierras valencianas.
Y hemos tenido cuatro acertantes: Laura Fernández, Mercedes Mateos, Raquel Moreno Ibáñez y Alba Ngr. ¡Enhorabuena para todas ellas! Ojalá que el día D también sean capaces de reconocer el texto y hacer un brillante comentario.
Nada más por hoy. El miércoles volveremos con nuestra habitual entrada de fondo. Feliz semana de estudio. Saludos y ánimo.
Comenzaba a amanecer cuando bajaron el cadáver al fondo de la fosa, que rezumaba agua por todos lados. Una luz fría y azulada extendíase sobre la Albufera, dando a su superficie el duro reflejo del acero. Por el espacio gris pasaban en triángulo las
primeras bandadas de pájaros. El tío Toni miró por última vez a su hijo. Después
volvió la espalda, como si le avergonzasen las lágrimas que rompían por fin la dureza de sus ojos. Su vida estaba terminada. ¡Tantos años de batalla con el lago, creyendo que formaba una fortuna, y preparando, sin saberlo, la tumba de su hijo…!Hería con sus pies aquella tierra que guardaba la esencia de su vida.
Primero la había dedicado su sudor, su fuerza, sus ilusiones; ahora, cuando había que abonarla, la entregaba sus propias entrañas, el hijo, el sucesor, la esperanza, dando por terminada su obra. La tierra cumpliría su misión: crecería la cosecha como un rnar de espigas cobrizas sobre el cadáver de Tonet. Pero a él… ¿qué le restaba que hacer en
el mundo? Lloró el padre contemplando el vacío de su existencia, la soledad que le esperaba hasta la muerte, lisa, monótona, interminable, como aquel lago que brillaba ante sus ojos, sin una barca que cortase su rasa superficie.
Y mientras el lamento del tío Toni rasgaba como un alarido de desesperación el silencio del amanecer, la Borda, viendo de espaldas a su padre, inclinóse al borde de la fosa y besó la lívida cabeza con un beso ardiente, de inmensa pasión, de amor sin esperanza, osando, ante el misterio de la muerte, revelar por primera vez el secreto de su vida.