En numerosas ocasiones hemos tratado en nuestro blog el tema de los repasos. Y esto es así porque el éxito en la oposición depende en gran medida del éxito en este aspecto.
¿Se nos atragantan los repasos?
Hay personas a las que el repaso de los temas se les atraganta. Se asoman con angustia al día de repasos previendo el desastre. No me voy a saber los temas…, seguro que se me han olvidado muchas cosas.., es posible que me quede bloqueada… Son pensamientos angustiosos y recurrentes entre las personas que preparan una oposición.
Y esto no debe ser. Y no debe ser porque el repaso es el elemento técnico en el que, literalmente, nos jugamos la oposición. ¿Por qué? Pues porque es imposible aprenderse el temario entero sin tener un grandísimo y eficacísimo sistema de repasos. Esto se debe a que, si una persona dedica al repaso una media de una hora por tema, cuando lleva treintaicinco temas estudiados, necesita más tiempo para repasar del que dispone para estudiar, por lo que entra en una dinámica en la que ya no repasa. Y si no repasamos, olvidamos… Esto es así. Así que, o buscamos un sistema eficaz de repasos o estudiarse bien el temario es imposible. Esto es así y no puede ser de otra manera.
Mi experiencia personal como opositor
Ilustraré este aspecto con una anécdota basada en un opositor que conozco bastante bien: yo mismo.Corría el invierno de 1992 y yo había comenzado a estudiar las oposiciones con el viejo temario (que cambiaría el Ministerio al finalizar ese mismo curso 92-93). Yo entonces trabajaba en un centro concertado por las mañanas y completaba ingresos dando clases particulares por las tardes, por lo que disponía de unas veinte horas semanales para el estudio. Entonces dedicaba al repaso de cada tema una hora aproximadamente, por lo que al llegar a los veinte temas (más o menos por diciembre o enero) me di cuenta de que ya no podía tomar más temas sin riesgo de olvidar los antiguos porque, como repasaba todas las semanas, iba a ocupar mis veinte horas de estudio repasando mis veinte temas. ¿Qué hacer entonces? O bien dejaba de repasar todas las semanas; o bien me quedaba congelado en veinte temas. Yo no quería dejar mi repaso semanal, porque si me había costado saberme perfectamente un tema veinte o treinta horas, no quería poner ese enorme dominio del tema en riesgo por dejarlo sin repasar… Y tampoco estaba dispuesto a quedarme en veinte temas porque era absolutamente consciente de que sin saberme el temario no podría aprobar la oposición y además, yo quería saberme todos los temas. Yo quería almacenar toda esa sabiduría por responsabilidad, por vergüenza y por orgullo. ¡Lo iba a conseguir!
Así que me plantee inventarme una forma de repasar el tema en unos diez o quince minutos de forma que pudiera llegar a repasarme en cinco horas entre veinte y treinta temas. Eso querría decir que en un sábado de estudio intenso (diez horas) podría repasar entre cuarenta y sesenta temas. Si lo conseguía, no solo estaba salvado, sino que estaría en unas condiciones que me permitirían competir con ventaja sobre todos mis contendientes.
¿Cómo inventé el Método Opohispania?
Fueron semanas de razonamientos y pruebas, hasta que al final comprendí que no había otra manera que repasar de una forma prácticamente intuitiva, de forma que me deslizara sobre las ideas del tema como un esquiador al lanzarse cuesta abajo en un eslálom. ¿Y eso cómo iba a ser posible? Pronto comprendí que el repaso era la finalidad última del estudio y que, por eso, ya desde la propia confección del tema debería tener muy en cuenta que ese tema debería ser repasado al final en menos de diez minutos. La estructura del tema, su redacción y hasta el método de estudio deberían estar dirigidos hacia el repaso. Y de ahí salió el método Opohispania, una herramienta que yo consideré eficaz, sobre todo, para repasar bien, buscando poder llevar todos los temas a la oposición.
A partir de ese momento el repaso se convirtió para mí en el día más feliz de la semana, porque era el día en que yo peleaba contra mí mismo, veía mis puntos flojos y fuertes y, sobre todo, tomaba conciencia semana a semana de mis avances y de cómo, poco a poco, iba escalando esa enorme montaña del saber que era nuestra oposición. Veía mi Hoja de Control (ese material que siguen empleando todos nuestros alumnos) y me daba cuenta de mi crecimiento: ¡esa era la prueba palpable de que estaba avanzando!
Aquel año no pude llevar todos los temas, porque no me dio tiempo a prepararlos. Reestructuré los veinte que llevaba y me dio tiempo a preparar para sacar un 10 otros siete temas más. Llegó el día D. Recuerdo que las academias nos daban el decreto con el nuevo temario en la puerta del instituto, en mi caso, el IES Ciudad de los poetas, en Madrid. Ese día me cayó un tema que yo llevaba, el antiguo tema 37 (idéntico al 46 actual): La Celestina. Y lo bordé: ¡un 9,75! En octubre, ya estaba trabajando.
Ahora se trataba de construir los temas del nuevo temario de 1993 (el actual) siguiendo el mismo método que había utilizado para hacer los anteriores. Afortunadamente muchos se repetían. Y poco a poco fui mejorando estructura de los temas y método de repaso. Desde entonces hasta ahora, y ya han pasado veintiséis años, no he dejado de reflexionar sobre los repasos, convenciéndome cada día más de que, sin lugar a dudas, es el elemento central de un buen estudio de las oposiciones.
Repasar deprisa y eficazmente es posible
Así que el mensaje de la entrada de hoy es lanzar un mensaje de ánimo. Todos podemos mejorar nuestros repasos si nos fijamos un método eficaz para hacerlo y lo seguimos sin desmayo. Se trata de reflexionar sobre la mejor forma de encararlos y luego estructurar el temario y el esquema de estudio para ello y brindarse técnicas y herramientas que nos ayuden a mejorar nuestro estudio y a evidenciar nuestras fortalezas y debilidades.
Y sobre cómo ha de ser un buen repaso, seguiremos reflexionando la semana que viene.