Es lunes y, por tanto, el día en que publicamos la solución de nuestro acertijo de fin de semana “¡Ponte a prueba!” en el que planteamos un texto que los opositores deben reconocer o acertar de la misma manera que deberán hacer en la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua castellana y literatura.
En esto ocasión, decíamos que se trataba de una obra que había alcanzado un cierto éxito editorial en los últimos años, alcanzando al menos a las capas de lectores más informados auque no haya sido un pelotazo masivo como ha ocurrido con otras novelas como Patria de Fernando Aramburu, cuyas páginas también aparecieron en nuestro concurso. Y, como siempre, ha habido personas que han conseguido señalar los elementos que componían la pregunta. Así, Mercedes Mateos (aunque falló en la obra), Adrián Gómez Acosta y Javier Ojeda señalan la temática de la obra. En este sentido, hay que señalar que esto en la prueba del comentario sirve para identificar el contenido del texto, pero no para adscribir la obra a una época o un movimiento literario y mucho más cuando se trata de un tema tan controvertido como nuestra guerra civil, pues como sabemos en las últimas décadas han sido muchos los autores de izquierdas que han atacado el tema desde su punto de vista ideológico, con obras que no están basadas en experiencias reales vividas por ellos mismos, sino que se trata de obras enfocadas a realizar una relectura de nuestra guerra desde la óptica de la llamada “memoria histórica” (Almudena Grandes o Alberto Méndez serían paradigmáticos en este sentido).
No es el caso de la obra que nos ocupa, A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (1937), colección de cuentos ambientados durante la guerra civil y escritos en mitad de la misma por Manuel Chaves Nogales (1897-1944), con una fuerza narrativa y uma equidistancia entre los dos bandos que hizo que nadie reivindicara su obra ni los vencedores tras el final de la guerra, ni los herederos políticos del bando republicano tras la llegada de la democracia. Pero es precisamente su carácter realista, humano y equidistante lo que ha hecho que haya sido recuperada como un gran testimonio literario de la sinrazón y la barbarie de los dos bandos durante la guerra civil. Es por ello que aconsejo a quien me lea que haga lo propio con esta pequeña e impresionante obra que, con toda seguridad, por sus valores literarios y morales, va a ir ganando cuerpo con el paso del tiempo hasta convertirse en una referencia obligada en las próximas décadas. Sí han acertado plenamente, por tanto, Dani ED y Josega Real, aunque no han señalado que el cuento al que pertenece el fragmento es “Consejo obrero”, el noveno y último de la colección. Enhorabuena por tanto, para todos ellos.
Y nada más por hoy. Volveremos con nuestra entrada de fondo este miércoles.
Hicieron pasar luego a Bartolo, que compareció ante el tribunal asustado, medroso, mirando de través a los consejeros. Balbuceó unas excusas torpes, pidió perdón y prometió ser en adelante leal a la revolución. Como prueba de adhesión a la causa exhibió su flamante carné de sindicalista.
Los delegados socialistas y comunistas se le rieron en su cara cuando invocó aquella patente sucia, y el delegado anarquista protestó y salió en defensa de Bartolo.
—¿Has pertenecido o no a los sindicatos amarillos que dirigían los patronos? —le preguntaron para cortar el incidente.
—Sí; no tuve más remedio…, me obligaban… —se vio forzado a reconocer.
—Eso no importa —dijo el delegado anarquista—. El obrero cuando se ve acosado puede claudicar por hambre.
—¿Eres fascista?
Bartolo sabía que se jugaba la vida en aquel instante. —¡No! —dijo.
—¿No estabas inscrito en las listas de la Falange Española?
—¡No! —repitió.
—Basta. Puedes retirarte.
Cuando hubo salido, el delegado anarquista protestó violentamente contra la sistemática persecución por parte de los comunistas de los obreros que pertenecían a la CNT.
—Si no aceptaseis a los fascistas, no desconfiaríamos. —¡Nosotros no aceptamos fascistas!
—¡Ése lo es! Y debía estar ya fusilado. Pero no te preocupes. Nuestras milicias no tardarán en echarle el guante.