¡Ponte a prueba! 21/2020 Oposiciones de Lengua castellana y literatura

¡Ponte a prueba! 21/2020 Oposiciones de Lengua castellana y literatura

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Como cada viernes, volvemos con nuestro acertijo “¡Ponte a prueba!”, con el que pretendemos ayudar a las personas que preparan la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.

Hoy volvemos a traer un texto difícil. Es una obra muy poco conocida de una persona cuyos escritos han aparecido en las oposiciones en las últimas convocatorias. Sería una enorme sorpresa si alguien acertase el título, aunque dado el nivel mostrado en las últimas ocasiones, todo es posible. Bastará, por tanto, con acertar la época y el movimiento y será difícil, creo, reconocer la autoría.

Como siempre, las respuestas hay que mandarlas a la página de Faceboook de www.opolengua.com antes del domingo por la noche y la solución la daremos el lunes. Feliz fin de semana. Saludos y ánimo.

Al través del ramaje que la invernada había despojado de sus hojas, Trasvalle, al levantarse de su asiento en el banco, veía el muelle. No le llamaba la atención, por frecuente, el desfile de los pasajeros de los vapores de América que allí desembarcaban. Era siempre la misma comitiva, con trajes heteróclitos, guardapolvos de verano aun en invierno, gorras a cuadros y a rayas, jipis anticuados, maletas de lata con doradas cantoneras, sacos y fardos de todo género. De pronto, Trasvalle pegó un respingo. Una forma humana, confundida entre la multitud, le había dado un golpe en el alma. Rompió a correr.
-¿Qué sucede?- interrogó Nazario.
Don Ramón no contestó. Seguía corriendo, ahogándose de sofocación, detrás del pasajero entrevisto, el cual también iba velozmente y sin volver la cabeza a pesar de los gritos, que no oiría tal vez.
-¡Geromo! ¡Geromo! ¡Aguarda, hombre!
No consiguió alcanzarle el que le perseguía, sino cuando, seguido de una mujerona que porteaba un saco de lona y cuero, iba a subir las escaleras de <>, fonda siempre llena de indianos y viajantes de muy distintas procedencias. Geromo, al verse sorprendido por su padre, que apenas podía respirar de la carrera que había dado, se estremeció primero, y luego se cuajó en frialdad defensiva, casi retadora.