Hoy es viernes y, por tanto, toca un nuevo texto de nuestro “¡Ponte a prueba!”, el acertijo con que acompañamos en www.opolengua.com desde 2015 a las personas que preparan la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Como siempre, se trata de intentar reconocer el fragmento planteado señalando el nombre de la obra y su autoría y, si ello no es posible, adscribir el texto a una época, un género y un movimiento literario. Hoy traemos un texto que creemos que, por diferentes razones, podría aparecer en las oposiciones de 2020.
Ya sabes que las respuestas se pueden hacer como comentarios en nuestra página de Facebook hasta el domingo a las 23:59 y que la solución y la lista de acertantes se dará a conocer el lunes en el mismo sitio.
Y nada más por hoy. ¡Feliz fin de semana! Saludos y ánimo.
Al ponerse el sol, una caricia tibia descendía de las colinas y las gentes del pueblo aprovechaban la pausa para congregarse a las puertas de las casas y charlar quedamente en pequeños grupos. De los campos ascendía el seco aroma del bálago envuelto en el fúnebre lenguaje de las aves nocturnas, mientras las polillas golpeaban rítmicamente las lámparas o revoloteaban incansables en torno a ellas en órbitas desiguales. Del Cerro Merino llegaban los silbidos de los alcaravanes y, a su conjuro, los cínifes se desprendían de la maleza del río y bordoneaban por todas partes con agresiva contumacia. Era el fin del ciclo y los hombres al encontrarse en las calles polvorientas se sonreían entre sí y sus sonrisas eran como una arruga más en sus rostros requemados por el sol y los vientos de la meseta.
No obstante, por San Miguel de los Santos, los cuetos amanecieron envueltos en una pegajosa neblina que fue acentuándose a medida que el día ensanchaba. Y el Pruden, al advertirlo, cruzó el puentecillo de troncos y ascendió penosamente la cárcava y, una vez en la meseta de tomillos, llamó al Nini a grandes voces:
– Nini, rapaz -dijo cuando éste apareció en la boca de la cueva, desperezándose-, esa calina no me gusta. ¿No amagará el nublado?
El Loy olisqueaba los talones del hombre y la Fa, alebrada junto al niño, se dejaba acariciar a contrapelo por su sucio pie desnudo. El Nini oteó el horizonte, los cerros ligeramente neblinosos y, finalmente, sus ojos se detuvieron en el azor, aleteando sobre el Pezón de Torrecillórigo.